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Los ‘Chapitos’ en CDMX

¿Qué hacen las autoridades para evitar una guerra por la CDMX? | Antonio Nieto

Escrito en OPINIÓN el

La mañana del 3 de febrero de 2021, un cargamento de cocaína aterrizó en el Aeropuerto de la Ciudad de México. Eran varios paquetes que pesaban un kilo cada uno y estaban ocultos en maletas de viaje que personal de una aerolínea y la Guardia Nacional no revisaron. La droga fue colocada en dos camionetas blancas que enfilaron hacia un domicilio al extremo opuesto de la ciudad. Ese millonario cargamento pertenecía a los “Menores”, a los hijos de Joaquín Guzmán Loera, el “Chapo”.

Las autoridades federales y la Secretaría de Seguridad Ciudadana local estaban enteradas de lo que ocurría. Permitieron que el cargamento llegara a un inmueble sobre la calle Portillo, en Villa Coapa y vigilaron los movimientos de los dos individuos encargados de custodiarlo. Al otro día llegó la orden de cateo y pasadas las 17:00 horas se ejecutó el operativo. Consta en la carpeta FIDDS/E/UI-3C/D/00141/02-21 que los paquetes estaban apilados en una esquina de la sala. Los recién llegados se juntaron con otros que sumaron 803. Pocos muebles había en el lugar; la sala era ocupada casi completamente por los tabiques de droga, las maletas de viaje vacías, 11 fusiles, 3 pistolas y 8 celulares. Un Mercedes y las dos camionetas blancas estaban en el garaje. Los detenidos, Gerardo y Carlos eran originarios de Sinaloa y admitieron trabajar para el clan de los Guzmán. Dos días después, la SEIDO y el Ejército catearon una bodega de fachada rosa y portón gris en la colonia Evolución, Nezahualcóyotl, Estado de México. Allí decomisaron 830 kilos de cocaína. El 9 de febrero de ese mismo año se consumó el tercer megacateo: otros 62 kilos ahora en un apartamento de la colonia Narvarte. Más de tonelada y media en una semana, algo inusitado, jamás se había asegurado tanto polvo blanco en la capital. Lo que se reveló tras estos cateos fue que la droga era para satisfacer el voraz narcomercado chilango y que los “Chapitos” habían llegado para quedarse.

La narcojunta de Coyoacán

A principios de 2020, cuando la mancha de la pandemia crecía aterradoramente en el mundo, los “Chapitos” organizaron una serie de narcojuntas en el “Humo”, como en el argot del hampa se conoce a CDMX. El objetivo era pactar alianzas con grupos delictivos domésticos, uno de los cuales era encabezado por Armando, el “Rorro”, quien fue anfitrión de la reunión definitiva, la cual tuvo lugar en septiembre de ese año en Coyoacán. “Rorro” había ascendido en el escalafón de la mafia y peleaba contra Chucho Macero y Agustín, “Don Agus”, viejo capo otrora dueño de Tlalpan y Coyoacán, detenido en febrero de 2021. Aunque los hijos del Chapo Guzmán no asistieron personalmente, sus emisarios acordaron el envío de un pequeño ejército de gatilleros a la zona del Ajusco. Chucho Macero sería arrinconado y los narcos independientes serían alineados. Algo similar pasó en 2010, cuando tras una junta en el rancho del ex policía federal Eznel Cortés Jiménez, se pactó la guerra por el sur de CDMX, encarnada en el salvaje Óscar Oswaldo García Montoya, “la Mano con Ojos”. Así, nuevamente, los pueblos del Ajusco se llenarían de muertos. Para el narco, estos territorios son oro molido: sus sinuosos caminos de terracería conducen a Morelos y al Estado de México. Son pueblos donde la gente todavía los admira, los apoya y hace valer su propia ley. En la capital es lo más parecido a los estados donde los cárteles, sus armas y su perico lo controlan todo. Es en esta zona donde desde finales de 2021 una cuadrilla de camionetas blancas comenzó a protagonizar secuestros de narcomenudistas independientes. Eran los sicarios de los “Menores”, armados hasta los dientes y con una placa parecida a la que usan los policías, colgada en el cuello, donde se leía “Fuerzas Especiales Joaquín Guzmán Loera”, con un ratón en el centro que hacía referencia a Ovidio Guzmán, el “Ratón”, el del “culiacanazo”.

La balacera

Las cosas se enredaron para los hijos del Chapo.

A las 17:00 horas del 11 de julio pasado, cámaras del C2 Sur captaron un incidente en el bajopuente de Mixcoac, al sur de la capital. Varios individuos abandonaron una camioneta X Trail con placas del Estado de México y escaparon del lugar en motocicletas deportivas. Resulta que era gente de los “Chapitos”.  Por andar borracho, al copiloto de la Xtrail se le fue un tiro y el nerviosismo contagió a sus cómplices, que dejaron el vehículo a mitad del paso. En cinco minutos llegó personal policial de Blindar Benito Juárez y la camioneta fue remolcada al Ministerio Público, con un impacto de bala en el cristal. Horas después, Tirso Alberto Martínez se presentó en la Fiscalía para solicitar la devolución de la Xtrail. Aseguró ser el dueño y que se la habían robado. Los agentes de Investigación le pidieron acompañarlos para revisar cámaras, pero el hombre, nervioso y titubeante, dijo no tener tiempo y se fue. Dos jefes policiacos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana supuestamente se presentaron más tarde y pidieron apoyo extraoficial para que la camioneta fuese liberada. El MP se negó y finalmente tuvo que dar la cara un mando operativo regional, al que de igual forma se le negó la atención. Los agentes de la Fiscalía ya sospechaban que algo tenía esa camioneta y revisaron a detalle cada rincón hasta que hallaron un doble fondo o “clavo” con 32 kilos de cocaína. De nuevo, era droga de los hijos del Chapo.

Agentes de Inteligencia de SSC siguieron el rastro de las motocicletas en las que huyeron los hombres del bajopuente hasta una casona levantada a un costado de la carretera México-Cuernavaca, en Topilejo. Ese domicilio ya era indagado porque ahí estaban las camionetas blancas usadas en los secuestros del Ajusco. Eran similares, incluso, a las incautadas el 4 de febrero de 2021 en Villa Coapa. Así, la mañana del 12 de julio la casona, que antes era un restaurante, fue rodeada por un grupo élite de la SSC. Apenas fue detectado, los pistoleros de los Chapitos abrieron fuego. Este reportero observó videos de las cámaras que portaban en sus cascos los policías. Fueron minutos de fuego y granadazos. Los agentes avanzaron hasta un ruedo utilizado para peleas de gallos, pero fueron recibidos con descargas de un Barret calibre 50. La refriega crecía mientras llegaban más policías, esta vez del sector y un helicóptero de la SSC sobrevolaba la zona. Al verse superados, los sicarios se entregaron. “¡Tírate al piso! ¡Tírate, cabrón!” ordenaban a los delincuentes que se les veía desencajados, incluso con el miedo instalado en su mirada, según constató este columnista. Uno a uno fueron puestos contra un muro de piedra devorado por la hierba. Eran 14 sospechosos, 4 de los cuales al final no tuvieron nada que ver y solamente estaban en el sitio equivocado. Los detenidos estaban vestidos con equipo táctico y sus placas distintivas con la imagen del ratón. Lo que no se divulgó en medios es lo que había en esa casa: ocho literas donde los gatilleros dormían, desechos de comida rápida y cuadernos con la contabilidad de la droga que se vendía.

“Le entregué 15 gramos al Pollo y le salieron 241 piezas de 0.06 y el Wilson le prestó 9 piezas que le sobraron, igual a 250 piezas, Alan Esteban”.

“10 de julio 2022. Recibí 3 kilos 230 gramos de MXN. Me entregó #4 Enriquillo”.

“Almacén día sábado. Inventario Producción”. “Polvos 1300 piezas. 75 gramos a granel”. “Rocas, aguas, tachas M.MXN. M. Cali. M. Gorila”, se lee en el documento que hoy es indicio del proceso penal que llevan los 10 capturados por asociación delictuosa, delitos contra la salud, posesión de armas de uso exclusivo del Ejército, secuestro y tentativa de homicidio.

Todo reveló que ahí se llevaba a cabo una operación para controlar una zona importantísima para el trasiego de estupefacientes, pero al relacionar los decomisos de 2021, las autoridades concluyeron que la gente de los Chapitos quiere toda la capital. Hay tres facciones del cártel de Sinaloa en CDMX: la de los hijos del Chapo Guzmán; la de los Sinaloas de Tepito, asentados en las calles Aztecas y Granada, en el Barrio Bravo, cuyos líderes Francisco “Pancho” y el “Chape” ya están en prisión, pero siguen operando desde ahí. Este grupo responde a Ovidio Guzmán y se especializa en traficar mariguana. La tercera facción es la de los Mayos, de Ismael, el “Mayo” Zambada, también con raíces en Tepito y que hasta ahora se ha mantenido al margen de las acciones de los Chapitos. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que los caminos de estas facciones se crucen y sus intereses choquen? Esto está ocurriendo al sur de la ciudad, pero de acuerdo con Inteligencia policial reciente, los Chapitos incursionan también por el norte: desde Naucalpan hacia Azcapotzalco, territorio de Néstor el ”20” y donde hay células violentas de Pedro, el “Jamón”, líder de la Unión, responsables de matar a dos policías de SSC en enero pasado. ¿Qué hacen las autoridades para evitar una guerra por la CDMX? Créalo que de no ser por Omar García Harfuch y su eficaz área de Inteligencia, el CJNG o los “Chapitos” ya hubieran clavado sus garras en la joya de la corona. Esto no va a ocurrir en tiempos de campaña, pero dependiendo quién gane en 2024, no tenga duda, la capital será entregada al mejor postor.

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.