TAXI Y SERVICIO PARTICULAR DE TRANSPORTE POR APLICACIÓN

La evolución del taxi

Se debe caminar hacia la transformación del servicio público de transporte individual sin luchar contra los servicios privados de las empresas de redes de transporte. | Roberto Remes

Escrito en OPINIÓN el

Un primero de enero, hace varios años, me quedé sin gasolina, al amanecer, en la Autopista Acayucan-La Tinaja, en el Estado de Veracruz. Caminé al puente más cercano, donde, al ver un taxi, alcé la mano y le expliqué mi problema. En pocos minutos pasamos a su casa por un bidón, luego a la gasolinera y él mismo cortó una botella de refresco que utilizó como embudo para abastecer el tanque y permitirme continuar mi camino. Ha sido el taxista más servicial del que tengo memoria.

En los años noventa fue muy intenso el robo a pasajeros. La violencia contra las mujeres ha mantenido constante el abuso, desde un simple espejito para verles las piernas, hasta violaciones y feminicidios. Ciertamente esto no es exclusivo del taxi, ni podríamos acusar a la generalidad de los taxistas.

La inspiración británica, con un vehículo diseñado a las necesidades de los pasajeros, fue por momentos una de las propuestas en la mesa: adaptar un vehículo que sólo sirva para taxi y se venda a quien tenga una concesión. La idea es buena, pero la instrumentación puede ser compleja. La tecnología podría ser mejor opción, el internet de las cosas nos podría llevar al instante a anular los taxis piratas y los malos antecedentes de una minoría de taxistas.

Sin que lo previera una política pública, surgieron media docena de aplicaciones en las que, en vez de que el taxi evolucionara, fue el servicio el que lo hizo. Usuarios que no tomaban taxi comenzaron a apoyarse en un servicio privado basado en la conexión entre el usuario, el automóvil y el conductor. Hoy las aplicaciones están presentes en la mayoría de las ciudades de nuestro país, excepto en unas cuantas en las que el amafiamiento de los taxistas ha impedido o dificultado su entrada.

En el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el servicio de taxis siempre ha sido malo. Tiempos de espera y costos elevados. Hasta hace poco, las empresas de redes de transporte entraban sin problema; siendo un servicio privado, no hay nada ilegal. Lamentablemente, la persecución a las aplicaciones llegó a lo que queda del AICM. Existe la amenaza de elevadas sanciones.

¿Cuál es el origen del taxi? Es un servicio público de transporte individual, porque algunos usuarios de la movilidad requieren un traslado puerta a puerta, a veces con carga o alguna condición especial. Para ordenar el servicio y dar seguridad a los clientes, los gobiernos han dado permisos y concesiones, que en muchos casos también han servido para hacer política corporativa.

Hoy, sin embargo, la tecnología superó a los gobiernos, pues ésta puede hacer servicios privados más convenientes que los públicos. Cuando los gobiernos toman la decisión de perseguir a las apps no sólo van en contra de la innovación, en realidad también van en contra de los usuarios, sin reflexionar qué es mejor para ellos.

Hay que reconocer que el taxi ha sido el modo de vida de cientos de miles de mexicanos; los conductores carecen de seguridad social, trabajan más de ocho horas y si se enferman o chocan, se quedan sin ingresos. Por mucho que se cuestione la seguridad jurídica de los conductores de apps, la situación de los taxistas no es mejor y no está en vías de mejorar.

De hecho, en buena medida, la resistencia de los taxistas a los vehículos de aplicación no tiene tanto que ver con la competencia directa del servicio, pues existe cierto grado de diferenciación entre taxis y vehículos de aplicación. Tiene que ver con el valor de las concesiones. En el caso del aeropuerto, los taxistas pagan cientos de miles de pesos por sus placas, pero no lo hacen al gobierno sino a una organización; algo similar ocurre con los taxis urbanos: han perdido valor político y de reventa.

Tal vez en algunas ciudades haya más concesiones de las necesarias, tal vez el taxi deba evolucionar. Lo que está muy claro es que las autoridades locales de movilidad primero deben mirar por los usuarios, con todo lo que ello implica (seguridad, comodidad, asequibilidad), y caminar hacia la transformación del servicio público de transporte individual sin luchar contra los servicios privados de las empresas de redes de transporte, que tienen una amplia aceptación entre quienes los utilizan.