HIJAS DE DOS GRANDES GENIOS

Judith Shakespeare y Madeleine de Saint-Colombe

Judith Shakespeare, hija de Shakespeare, y Madeleine de Saint-Colombe, hija del maestro Sainte-Colombe, fueron personajes femeninos que sí existieron. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

En 1613 William Shakespeare regresa a su casa familiar en Stratford-upon-Avon. Durante la representación de "Henry VIII" el fuego estalló en su teatro. No quedó nada de El Globo por salvar. Vuelve para instalarse después de 20 años de su mudanza a Londres con muy esporádicas visitas a una familia a la que proveyó a distancia y abandonó emocionalmente. Su esposa Anne Hathaway y su hija menor Judith lo recibieron en el inamovible lugar de "señor de la casa", pero ninguna de las dos estuvo dispuesta a retomar -de entrada- el vínculo con el esposo y con el padre con esa "naturalidad" que se les pedía. Para entonces Susanna, ya casada y con una hija, vivía el tan disruptivo regreso con una cierta distancia. "Todo es cierto" ("All is true") es una película dirigida y actuada -en el papel de Shakespeare- por un apasionado del personaje y de su obra: Kenneth Branagh. Está en Netflix. Hay un padre, una madre, dos hijas, un yerno, una nieta y una ausencia inmensa: la de Hamnet -gemelo de Judith- que murió a los 11 años.

La herida abierta. La que nunca pudo trabajarse. El padre regresa y lo no dicho comienza a fluir -sobre todo en palabras de Judith- como una fuente imparable. Anne por fin puede decir: "Cuando Hamnet murió escribiste ‘Las Comadres de Windsor’". El escritor y guionista Ben Elton elige profundizar en las condiciones de las mujeres de la familia. Casi podría decir: recuperarlas. En su libro "La esposa de Shakespeare", la escritora feminista Germaine Greer reivindica la figura de Anne Hathaway reducida por los estudiosos a la figura de una campesina analfabeta, mayor que él (se insiste en el punto), quien lo sedujo sin piedad y de cuyas furias su esposo tuvo que salir huyendo. Elton nos ofrece una Anne muy distinta: analfabeta, sí, porque nunca se consideró (ni ella misma pudo concedérselo) que ninguna educación más allá de las labores del hogar le fuera necesaria. Lo mismo para Judith. Susanna pudo aprender a leer y a escribir al igual, por supuesto, que Hamnet el hijo varón.

Pero Judith que no sabe escribir, dicta sus poemas a su hermano gemelo. Shakespeare encuentra las hojas con la letra de su hijo y supone que es el autor. Su hijo varón, lo supo desde el segundo uno, ¿acaso no es el varón el heredero de su genio? Judith asume su obligación de guardar silencio. Imposible no remitirnos a Virginia Woolf y a su obra "Una habitación propia" que parte de la pregunta "¿Y si Shakespeare hubiera tenido una hermana?". La hermana imaginaria hacia la cual Woolf nos conduce también se llama Judith, lo que pareciera no tener nada de casual. Woolf elige para la hermana imaginaria el nombre de la hija de la realidad. La Judith de Woolf quiere ser escritora como su hermano, solo que nada en su entorno está creado para permitírselo. Nada. La Judith de Elton en "Todo es cierto" también escribe -aunque dicte su "escritura"- hasta que deja de hacerlo porque no solo no es lo que se espera de una mujer, sino que le está prohibido.

No encontré ninguna referencia acerca de que los poemas de Judith Shakespeare -que casi por todos lados aparece con el apellido de su marido- hayan existido. Podríamos decir que Elton quiso que escribiera, que fue su licencia poética. Judith sabe que no es con su escritura que obtendrá la mirada del padre. Su función es milenaria y clara: casarse y reproducirse. La familia necesita herederos. Varones. A diferencia de la Judith Shakespeare de Woolf que se suicida, la Judith de Stratford-upon-Avon se casa, tiene hijos, aprende a leer y a escribir, renuncia a crear y vive una larga vida plagada de pérdidas. El no lugar de Judith porque es mujer y a pesar de su talento, me recuerda otra película magnífica: "Todas las mañanas del mundo" dirigida por Alain Courneau y basada en una novela de Pascal Quignard. La vida del compositor Marin Marais y su relación con su maestro Sainte-Colombe, padre - también- de dos hijas. Tonina y Madeleine. La segunda una gran artista que no podrá ocupar sitio alguno por "evidencias" anatómicas. 

Marin Marais es el elegido para heredar al maestro. Madeleine se enamora de Marais, lo ayuda a acercarse a la obra de su padre, le transmite lo que sabe. Un día le aclara a Madeleine que no volverá, "porque ha visto otros rostros". Marais sigue su camino hacia "la gloria" y Madeleine de Saint-Colombe pierde su embarazo y se suicida ahorcándose con las agujetas de unos zapatos que le regaló su amado. Tanto Elton como Quignard, como los directores de ambas películas, eligen darle un espacio protagónico a sus personajes femeninos a pesar de que el centro de gravedad está colocado en dos genios: el de la escritura y el de la viola de gamba. Judith y Madeleine sí existieron. Sí anhelaron una vida distinta y más libre, pero como concluye Virginia Woolf en "Una habitación propia" vivieron atrapadas en cuerpos femeninos entendidos desde "la anatomía es destino". 

Ambas películas hablan de la vida de los padres. En ambas películas irrumpe dolorosa y conmovedora, la vida de la hija. Lo que hubiera podido ser. Como en un tan necesario acto de justicia retrospectiva.