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Peña Nieto, la farsa y el 2024

¿Un batacazo a Peña Nieto mejora las posibilidades de fracturar a la oposición en el Estado de México? | Jorge Ramos Pérez

Escrito en OPINIÓN el

Enrique Peña Nieto no pisará la cárcel por la sencilla razón del acuerdo que tiene con Andrés Manuel López Obrador. La elección presidencial del 2024 testerea el pacto, habrá que ver hasta dónde, porque lo que es cierto es que los políticos no tienen palabra.

¿Cómo interpretar que de pronto Pablo Gómez saliera hace unas semanas a anunciar que investigaba a Peña Nieto? Poco después la Fiscalía General de la República confirmó que tiene tres carpetas abiertas contra el antecesor de AMLO.

Ahí es donde se engarzan los procesos electorales del 2023 y del 2024 con la farsa de la persecución en contra de Enrique Peña Nieto, disfrazada de combate a la corrupción.

El oficialismo no se cansa de pregonar que siendo un partido emergente a estas alturas ya cuenta con 22 gubernaturas en las alforjas. Este dato es cierto, pero si se mira cómo llegaron al poder varios de sus gobernadores se notará que hay casos que entraron con calzador, cuando no con la velada sospecha de la mano oscura de la criminalidad.

Pero esos detallitos son cosa menor para Morena y su líder. ¿Antes no operaban organizaciones criminales del narco en las elecciones? Hay varios casos probados, exgobernadores en prisión al caer de la gracia. Pero a lo largo del siglo pasado están los casos documentados, cuestión de echarle una mirada a El siglo de las drogas, de Luis Astorga, para comprobarlo.

Incluso, algunos integrantes de la autodenominada cuarta transformación que han pasado por esos cargos podrían dar fe de la influencia de los cárteles de la droga. Solo que este gobierno había dicho que todo eso se iba a acabar.

¿Para qué vender ahora la idea de que Peña Nieto es sujeto de investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera y de la Fiscalía General de la República? Para convencer al público cautivo de que no hay perdón a los expresidentes.

Pero todo pasa por el Estado de México, el último bastión del PRI. Ahí las cosas se complican por varios factores. El primero es el hecho de que la eventual candidata del PRI, Alejandra del Moral, ya tiene contrincante del PAN, Enrique Vargas. Por el lado de Movimiento Ciudadano está el senador Juan Zepeda. Por separado son un bocado sencillo para la oficialista Delfina Gómez, quien puede tener atributos que la hacen atractiva para los electores, pero que como funcionaria es más bien gris, amén de los señalamientos de corruptelas sancionadas por la autoridad.

¿Un batacazo a Peña Nieto mejora las posibilidades de fracturar a la oposición en el Estado de México? La idea es maniatarlos lo más posible, para que la maestra Delfina, casi émula de Vasconcelos, pueda aterrizar en Toluca sin turbulencias.

¿Qué más pueden obtener con el amago a Peña Nieto? Lo mismo que con el caso de Alejandro Moreno, a quien como dirigente nacional del PRI han ido dorando a fuego lento para devorarlo en el momento propicio. Mientras tanto minan a los aliados, que se notan desesperados porque carecen de liderazgos y, para colmo, deben cargar con el fardo de Moreno.

Por eso les funciona alardear con la intentona de encarcelar a Peña Nieto. Ha quedado claro que los cercanos al expresidente han sido perseguidos, pero solo si se la debían a López Obrador, ahí están los casos de Rosario Robles y del abogado Juan Collado. Fuera de ellos es pura bisutería. Incluso, habría que echar una revisada, pero los contratistas del peñanietismo, próximos a él, siguen recibiendo contratos de la 4T.

López Obrador, como se ha dicho aquí, sigue siendo un hombre muy poderoso, pero sin control total de las cosas. No ha podido ajustar el marco constitucional y jurídico a placer. Tampoco ha podido con los órganos autónomos, varios de ellos en franca batalla y saliendo victoriosos, como es el caso del INE.

Se apropió de las gubernaturas, que es donde los mandatarios pueden echarle una manita junto con otros actores no legales; ha convertido a Arturo Zaldívar, presidente de la Corte, en un personaje que le sirve de portero para temas relevantes desde el Poder Judicial. Pero en el Congreso no ha podido avanzar todo lo que hubiera deseado.

En 2024 estarán en juego las gubernaturas de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán, así como la Ciudad de México.

En Chiapas el factor Partido Verde mueve el avispero, así como los varios ya suspirantes que están en la fila sucesoria de Rutilio Escandón, un morenista con muchos tropiezos políticos, como la ocasión en que maestros encerraron a AMLO y le impidieron encabezar una mañanera en esa entidad.

Guanajuato, Yucatán y Jalisco son plazas perdidas de antemano. Los dos primeros porque sin duda las mantendrá el PAN, y en la tercera Movimiento Ciudadano se mantendrá ahí.

Morelos ha sido un desastre con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, mientras que en Puebla se ha agitado el avispero entre el morenismo que pretende suceder a Miguel Barbosa. Tabasco y Veracruz parecieran estar de antemano cantadas para Morena, pero en el caso veracruzano la imposición de Rocío Nahle está fracturando profundamente.

Así las cosas, queda claro que el espantajo de la persecución contra Peña Nieto es eso: un engaño más de la 4T para llevar agua a su molino. El pacto entre ambos se mantendrá… a menos que de ser necesario le incumplan lo acordado. Y entonces sí, abróchense los cinturones.

Punto y aparte. La sucesión en la Suprema Corte de Justicia de la Nación está a todo galope. Para no perder de vista, sobre todo ahora que el rol de las ministras es claro y notorio. ¿Una mujer presidenta de la Corte?

Punto final. La Lotería Nacional sigue sin hacer algo por su edificio sede. ¿Por qué la desidia?