INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Ética para la Inteligencia Artificial

El desarrollo tecnológico, incluida la IA, debe convivir armónicamente con los derechos humanos y la dignidad de las personas. | Areli Cano

Escrito en OPINIÓN el

Atestiguamos una época de cambios tecnológicos trascendentales, que acontecen a una velocidad impresionante y condicionan una redefinición de las formas y esquemas en que nos relacionamos. Las comunicaciones hoy posibilitan el contacto entre personas de extremo a extremo del planeta, de forma segura y con calidad. Las redes sociales permiten la difusión de información con una cobertura nunca vista, junto con la interacción de los interesados en la discusión y análisis de una amplia diversidad de temas. El comercio digital se ha posicionado de manera importante en la vida cotidiana de las personas, junto con actividades que se apoyan en la virtualidad, en campos tan disímiles como la medicina, la educación, el ocio y la diversión.

Esta nueva configuración tecnológica de lo cotidiano permite facilitar la prestación de servicios y la atención de las necesidades de personas y colectivos. En este contexto, la Inteligencia Artificial (IA) es una de las vías tecnológicas que tiene una creciente presencia, como herramienta para predecir patrones de conducta y decisiones de las personas, a partir de la recolección de datos generados en las transacciones y operaciones insertas en la producción y el consumo de bienes y servicios.

La OCDE define a la IA como un sistema basado en máquinas que puede, para un conjunto determinado de objetivos definidos por el ser humano, hacer predicciones, recomendaciones o tomar decisiones que influyen en entornos reales o virtuales, con funciones cognitivas similares a las humanas. 

Para el funcionamiento de la IA se requiere una infraestructura tecnológica con una amplia capacidad para recolectar y procesar, de forma masiva, los datos generados por las personas en su interacción con programas de cómputo, sistemas, aplicaciones y plataformas, para poder simular problemas, prospectar escenarios e, incluso, implementar mecanismos orientados para influir en las decisiones individuales y colectivas. 

La forma como vivimos, las decisiones que tomamos, nuestros hábitos y costumbres, constituyen la fuente de los datos con que la IA crea algoritmos para el funcionamiento del entorno digital. Los vehículos automatizados, que se conducen con sistemas virtuales y con rutas perfeccionadas; la actividad jurisdiccional, en la que se perfilan posibilidades de reincidencia y hasta se proyectan sentencias; la automatización de los procesos de compras públicas; son algunos ejemplos de la utilidad que actualmente tiene la IA. En ciertas actividades, es posible identificar riesgos, en el uso y resguardo de los datos personales, o bien, en sesgos discriminatorios a la hora de tomar decisiones relevantes, como puede ser la contratación de un seguro médico o una resolución en materia penal.

Por lo anterior, y tomando en cuenta que las posibilidades de esta tecnología son evidentemente enormes, lo que hace necesaria la creación de marcos de actuación robustos para tener un suficiente control y seguimiento sobre la forma como las entidades públicas y privadas la utilizan, con la finalidad de garantizar que se preservan los derechos y libertades de las personas. 

Bajo este contexto, cobra relevancia la Recomendación Sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, emitida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), instrumento que tiene por objeto servir de base para colocar los sistemas de Inteligencia Artificial al servicio de la humanidad, las personas, las sociedades, el medio ambiente y los ecosistemas; prevenir daños; así como estimular la utilización de los sistemas de IA con fines pacíficos.

En la recomendación se busca, entre otros objetivos, proporcionar un marco universal de valores, principios y acciones para orientar a los Estados en la formulación de sus leyes, políticas relativas a la IA, considerando para ello al derecho internacional; orientar las acciones de las personas, los grupos, las comunidades, las instituciones y las empresas del sector privado a fin de asegurar la incorporación de la ética en todas las etapas del ciclo de vida de los sistemas de IA; y proteger, promover y respetar los derechos humanos en su funcionamiento.

Como uno de los valores destacables en el texto, se encuentra el del respeto a la dignidad inviolable e intrínseca de cada ser humano, por lo que se considera necesaria su previsión en la IA. El derecho a la intimidad y protección de datos es uno de los principios que, entre otros, se señalan en la recomendación, con el reconocimiento de su esencialidad para la protección de la autonomía y la capacidad de actuar de los seres humanos. Con la recomendación, la UNESCO sienta un importante y necesario precedente, útil para enmarcar el desarrollo de la IA a nivel global, desde un enfoque ético que pone a la persona humana en el centro de las prioridades. 

Nuestra vida en comunidad es heredera de una multiplicidad de valores que resultan de la evolución histórica del pensamiento político y filosófico en una trayectoria de siglos. Con la recomendación se refrenda la necesidad de garantizar el respeto a la libertad y privacidad de las personas y la idea misma de democracia. De tal forma, se establece un basamento para la construcción de un esquema ético y una arquitectura normativa e institucional suficiente para asegurar que el desarrollo tecnológico, incluida la IA, conviva armónicamente con los derechos humanos y la dignidad de las personas y que, incluso, contribuya a su fortalecimiento.