NUEVO PLAN EDUCATIVO DE MÉXICO

Caminito de la escuela…

La educación de los niños en México pasa por una de sus peores crisis institucionales. | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

Al fin. Luego de dos años de mantener la educación básica a distancia por razones de cuidado y protección de los niños, maestros y trabajadores de la educación por la pandemia, el lunes 29 de agosto regresaron a clases presenciales un poco menos de treinta millones de niños-estudiantes de educación básica pública y privada en México. Está bien. Si. Pero no. 

Bajo toda circunstancia la prioridad de todos era y es la buena salud de los pequeños estudiantes, su vida y su educación. Y también está de por medio la salud de los maestros y maestras, de directivos y trabajadores de la educación y, en general, de todo lo relacionado con la enseñanza básica

Por supuesto los docentes de primaria y secundaria hicieron hasta lo imposible por sustituir la ausencia y otorgar las clases por vía distante. Fue, sí, un esfuerzo enorme para la gran mayoría de ellos y, por supuesto, para los niños y los padres de familia. Todos queriendo satisfacer la necesidad educativa, pero también aterrorizados por el estado de peligro en la salud de cada uno. 

Durante meses los maestros y sus alumnos –cuando esto era posible y las condiciones económicas de cada uno lo permitían–, se vieron a distancia. Se veían en pantalla. Se conocían por sus gestos, por sus palabras, por la idea que les transmitían a los niños, sus enseñanzas y las reacciones de cada uno. Medir los resultados de esta tarea es difícil. 

También es cierto que para muchos expertos en la materia, estos dos años están perdidos para la educación básica de millones de niños en México y los resultados de ello se conocerán tarde o temprano cuando tengan que enfrentar la vida con base en su educación y conocimientos. También se deberá conocer la cifra de deserciones y en dónde están esos niños que ya no van a la escuela

Los niños de primer año que fueron inscritos cuando la pandemia iniciaba no conocen su escuela. No han estado en ella. Personalmente no conocen a sus maestros. Son niños de educación a distancia –ahora ya en tercer grado– que tendrán que enfrentar este encuentro con la realidad personal en estos días. 

Ya se ha insistido en el impacto psicológico de esta forma de comunicación educativa –que no es culpa de los maestros–, del aislamiento de los niños, de su falta de socialización y más. Según la “Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes”, algunas de las variables primarias del aislamiento de los niños durante la pandemia son: 

“Las reacciones emocionales y conductuales de los niños aumentaron durante el periodo de aislamiento (respecto a antes de este período); impacto psicológico que se produjo en ellos por los cambios en sus rutinas de sueño; impacto en su comportamiento al no establecerse un horario diario; una menor práctica de ejercicio físico durante el confinamiento y mayor tiempo de uso de pantallas están relacionadas con el empeoramiento o aparición de nuevas reacciones durante la pandemia y una mayor percepción parental de gravedad y de menor controlabilidad de la situación. Los padres no siempre supieron cómo manejar la situación en tanto bienestar emocional…” 

Así que muchos de los niños que ahora llegan a clases presenciales cargan con este estado psicológico que habrá de ser atendido por los maestros, en los que los padres ahora descargan la responsabilidad de sus hijos. Y serán los maestros los que habrán de encontrar soluciones en el camino, toda vez que no se han establecido programas especiales de apoyo para este tipo de niños después de estos dos largos años de confinamiento. 

Aunado a esto, hay sorpresas. La primera de ellas es que quien fuera secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, deja el timón al ser enviada como candidata de Morena para contender por el gobierno del Estado de México. Su paso por la SEP fue una sucesión de contradicciones, de falta de definición educativa, falta de control y de novedades pedagógicas que apoyaran al maestro y al alumno en la etapa difícil de la educación mexicana.

Llega en su lugar una secretaria habilitada por Palacio Nacional, Leticia Ramírez Amaya, quien se desempeñó hasta el 15 de agosto pasado como directora general de Atención Ciudadana de la Presidencia de la República. Así por 28 años desde que el actual presidente fue jefe de gobierno del Distrito Federal y cuya inexperiencia en materia de educación es parte de su currículum vitae.

La educación de los niños en México pasa por una de sus peores crisis institucionales. Lo que por supuesto no tiene que ver con la vocación y voluntad, calidad humana e inteligencia de muchos maestros que han dedicado su vida, sí, a la dirección educativa y a la enseñanza en aula. Maestros y maestras de toda la vida. Docentes de tiempo completo. 

Maestros mismos que habrán de enfrentar un nuevo plan educativo que tiene más sentido ideológico y de adoctrinamiento que de educación universal, amplia y con la libertad de pensamiento y de creación, imaginación y certeza, plural y con sentido de justicia. Ese adormilamiento traerá consecuencias funestas para miles de mexicanos en el futuro. 

Este plan educativo que se implanta ya y que un día se dice que es “plan piloto” para 30 escuelas de cada entidad, y otro día se dice que será el definitivo “a pesar de lo que se diga”. De hecho la misma ahora aspirante a gobernadora, Delfina Gómez, dijo que “no se trata de ocurrencias”.

Pues eso. Ese es el estado de la situación para los casi 30 millones de niños de educación básica pública y privada en México. Un panorama incierto, que sólo una sociedad democrática y bien estructurada en justicia podrá cambiar en beneficio de lo mejor de todos: los niños