PARTICIPACIÓN CIUDADANA

¿Y el ciudadano dónde está?

La democracia es día a día, en todo momento y no sólo el día de las elecciones. ¿Lo asume el ciudadano mexicano hoy? ¿Cómo se expresará si es así? | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

Miles de mexicanos refunfuñan, se sienten agraviados por hechos del gobierno, están en desacuerdo pero no participan, no exigen, no enderezan el camino con base en sus derechos y obligaciones democráticas y en ley. 

La democracia se construye con la ciudadanía, y ésta existe porque la democracia construye gobiernos que obedecen y respetan sus mandatos, que son sus derechos: Respetar la ley y hacer cumplir las leyes emanadas del gran contrato social. Teóricamente todo esto está muy bien. 

De hecho existen corresponsabilidades entre gobierno y ciudadanos. Y por ningún motivo estos último deben desatender los hechos de gobierno, y sí estar atentos y exigir cumplimientos a su mandato... Esto en democracia, claro.  

Porque independiente de que un gobierno hubiera llegado al poder político por una mayoría, no significa que este poder político gobierne exclusivamente para quienes votaron por él: Su responsabilidad es con todos los ciudadanos; la tiene con todos los habitantes que conforman a la Nación, en su pluralidad y en la diversidad de circunstancias; sin distingos ni evasivas, o ganancias de gobierno en contra de los intereses de la República.

Esto viene al caso porque a la vista de lo que pasa y lo que ocurre en México hoy, es notable la ausencia del cúmulo ciudadano, en democracia y con base en ley, para expresar su punto de vista libre, plural y democrático respecto de la administración pública y gobierno. No sólo del gobierno federal, también de los gobiernos estatales y municipales. 

Y esto puede tener su origen en que durante muchos años, casi todo un siglo XX, los ciudadanos mexicanos estuvieron ausentes de las grandes decisiones del poder político. Ajenos a lo que la gente de gobierno decía y decidía. Con esta ausencia ciudadana, los gobiernos se construían y se mantenían en el poder, tan sólo con unos cuantos privilegiados que tomaban las riendas del país. Esto atrofió la participación del ciudadano y generó una evidente falta de cultura democrática en México; la que no termina con acudir a las urnas.  

La ciudadanía –que es corresponsable del hecho público—dejó hacer y dejó pasar. Votaba a sabiendas de quién sería el ganador. El desgano se apoderó de la participación social. El silencio. 

En 2000 ocurrió una alternancia que mostró que muchos electores querían cambiar el panorama casi dictatorial. Llegó el Partido Acción Nacional y gobernó doce años: No pasó nada. Luego, la mayoría de electores decidió el regreso del PRI y votaron por Enrique Peña Nieto. Otro fracaso. La seducción de la palabra y la preservación de intereses construyeron un gobierno cargado de corrupción. 

En 2018 una mayoría de poco más de treinta millones de electores hizo ganar a un candidato que prometía cambiar todo aquello: que el pasado sería arrasado por un presente óptimo en el que prevalecería la justicia, la igualdad, el derecho de los pobres a decidir y ser parte de los grandes intereses nacionales... Tanto más. El catálogo de compromisos es amplio. Y era bueno. 

Hoy la situación es nebulosa para el país. Y el gobierno sin consultar a nadie decide cómo y cuándo hacer. Cómo y cuándo asignar funciones –al Ejército y a la Marina le otorga atribuciones y responsabilidades propias de la sociedad civil--. Y tantas decisiones ajenas a esa izquierda ideológica que se tenía prometida. El gobierno se conforma con saber que cuenta con amplia “aceptación” según encuestas. Y está bien...

Y aun así: ¿en dónde están los ciudadanos? ¿En qué momento participan de forma transparente y sin manipuleos ni chanchullos en la toma de decisiones de gobierno-de gobiernos? No es a través de los diputados o senadores, porque ya se sabe que no responden al interés nacional todos ellos.

¿En qué momento los ciudadanos mexicanos se convierten en vigilantes del hecho de gobierno y exigen –en democracia y en ley—lo que les es propio en las decisiones? ¿Los poderes de la Unión actúan con independencia y autonomía?

En una democracia ideal la participación de la ciudadanía es factor indispensable para materializar los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos se establezca un diálogo permanente para alcanzar objetivos comunes. 

Pero si ese gobierno no escucha a sus ciudadanos, entonces es un gobierno desarticulado y ajeno al sentido democrático que lo llevó al poder. 

El ciudadano cuenta, por ejemplo, con derechos para exigir lo que la Organización de las Naciones Unidas estableció en 2002 como derechos irrenunciables de todo ciudadano en democracia

“Respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales; Libertad de asociación; Libertad de expresión y de opinión; Acceso al poder y su ejercicio de conformidad con el imperio de la ley; La celebración de elecciones periódicas, libres y justas por sufragio universal y por voto secreto como expresión de la voluntad de la población; Un sistema pluralista de partidos y organizaciones políticas; La separación de poderes; La independencia del poder judicial; La transparencia y la responsabilidad en la administración pública; Medios de comunicación libres, independientes y pluralistas...”. 

¿Se cumple todo esto en México hoy mismo? ¿El ciudadano silencioso tiene responsabilidades asumidas? ¿Cómo exigir si no cuenta con los medios institucionales para hacerlo? Ahí está la oportunidad para la creación y la responsabilidad legal. Liderazgos hay en el país. Aquellos a los que no se les da acceso por los grupos políticos de interés. La democracia también permite la independencia política. 

En todo caso, la democracia es día a día, en todo momento y no sólo el día de las elecciones. ¿Lo asume el ciudadano mexicano hoy? ¿Será? ¿Y cómo se expresará si es así?