AMOR ROMÁNTICO

La deconstrucción del amor romántico

Mujeres jóvenes y jovencísimas que reflexionan desde los feminismos, han arrastrado al amor romántico -sin piedad- por los cabellos. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Desde hace algunos años ha tomado intensidad un debate que se hace cada vez más necesario: la deconstrucción de lo que llamamos "el amor romántico". ¿Qué es el amor romántico? ¿cuáles son sus contenidos? ¿cómo nos condiciona? La princesa que duerme -y podría dormir por siglos- hasta que un príncipe tiene a bien darle el beso que la despierta, va cayendo cada vez más en desgracia. Y no es gratuito, como la imposición de roles que implica nunca fue, ni gratuita, ni inocua. La princesita vuelve a la vida porque un hombre la elige. Ella es "la elegida". El hombre se manifiesta en voz activa, a la durmiente le corresponde la voz pasiva. Así comenzó el entuerto que ha durado por siglos: la tajante distribución de atributos de lo que corresponde a lo femenino y de lo que corresponde a lo masculino. Como decretos ineludibles sustentados en la anatomía.

Al hombre la fuerza física y por "añadidura" moral, la razón, la templanza, la libertad de moverse en el mundo, la libertad sexual. A la mujer la fragilidad, el sentimentalismo, la pasividad, la dulzura entendida como abnegación. La volatilidad emocional. La abstinencia hasta el matrimonio.

Nos suena tan antiguo y allí sigue: los estereotipos sexuales gozan de cabal salud. Desde comienzos de los años setenta comenzó -de una manera más abierta y difundida- el cuestionamiento a los roles sexuales tan inmutables. "El Segundo Sexo" de Simone de Beauvoir fue un parteaguas para millones de mujeres en el mundo. Las olas cada vez más grandes y más intensas de mujeres jóvenes y jovencísimas que reflexionan desde los feminismos e intercambian a diario preguntas, inquietudes y conocimiento a través de las redes sociales, han arrastrado al amor romántico -sin piedad- por los cabellos. Y también, por supuesto, a sus imperativos heterosexuales. 

Nadie pretende que algunos actos románticos dejen de existir, pero seguramente justificar una escena violenta de celos "porque te amo" o pedir un celular para indagar con quién una mujer intercambia mensajes "porque no podría vivir sin ti", no son parte de ellos. Con frecuencia, el "exceso de amor y pasión" es una máscara que encubre el miedo ante la singularidad y la libertad de la otra persona. Hay actos y momentos románticos, sí. Pero la posesión, el intento de apropiación de la otra persona. La voluntad de dominio que exige sumisión y silencio. Aislar a "la persona amada" de su entorno a golpe de chantajes e intimidaciones, no tiene nada ni de remotamente "romántico". Un gran ejemplo de esta urgencia imparable de apropiación es la historia de uno de los grandes clásicos del cine: "Él" de Luis Buñuel. Bastante más reciente: "Amor mío" dirigida por Maïwenn.

¿Cómo escapar cuando la promesa del amor y de la pasión amorosa se convierten en una prisión en la que la dependencia fabricada es el cerrojo? No hay enamoramiento sin idealización, es un hecho. Quizá lo importante es ¿qué es exactamente lo que estamos idealizando? Entre las analistas de los significados y los caminos del amor y del amor romántico, me ha conmovido particularmente la socióloga Eva Illouz autora de "¿Por qué duele el amor?" que incluye desde "El tormento del amor" hasta "De la imaginación romántica a la decepción". Transitar del ideal a la realidad tan terrenal y cotidiana Su obra es tan vasta como necesaria: "Intimidades congeladas", "El consumo de la utopía romántica", "El fin del amor. Una sociología de las relaciones negativas". 

En México Aura García-Junco escribió "El día que aprendí que no sé amar" y en Argentina Tamara Tenenbaum "El fin del amor. Querer y coger". Vaivenes entre las fuentes del amor romántico, sus jerarquizaciones sexuales, sus ofertas y sus trampas y las experiencias de sus vidas personales que las llevaron a elegir relaciones no monógamas. Tamara transita de las exigencias de un barrio judío ortodoxo hasta esa aparente libertad del mundo de "allá afuera" que se le va revelando tan llena de mandatos, condicionamientos y reglas. Elegir cada quien, desde su singularidad, desde sus experiencias, cuál es su manera de amar, con un punto de partida que se intenta bien distinto: amarse en tanto que pares. En tanto que personas que se eligen libremente. 

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