EUROPA Y RUSIA

A Europa le viene el frío y no es un juego

Europa no tiene más perspectivas que romper su alianza con Estados Unidos, o padecer frío como nunca y empobrecerse. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Va un cuento. El niño alemán le dijo al niño ruso, ya no te queremos, mis amigos y yo vamos a dejar de jugar contigo. Pero mientras conseguimos nuestros propios juguetes vamos a seguir jugando con algunos de los tuyos. Lo que nosotros decidamos y el tiempo que nos guste. Si nos los quitas gritamos que eres un alevoso.

La realidad. Europa y los Estados Unidos le han impuesto múltiples castigos a Rusia. Le han congelado 630 mil millones de dólares de sus reservas; le impiden el uso de transferencias electrónicas financieras; le prohíben exportar oro y usarlo como medio de pago; han impedido que sus barcos y mercancías se aseguren, entre otras varias sanciones.

Estas sanciones fueron impuestas mientras los medios occidentales pregonaban a los pocos días del ataque ruso a Ucrania que este ya había fracasado y las sanciones darían el golpe de gracia para colapsar la economía rusa y poner a ese país de rodillas. Las sanciones eran parte de una guerra en múltiples niveles que sería muy rápida y sin consecuencias mayores para Europa.

No fue así; las repetidas declaraciones de una pronta victoria ucraniana, europea y norteamericana no han impedido que Rusia avance en la conquista de territorio. No sólo eso, tales avances se acompañan de una estrategia de integración a la economía y al estado ruso que parece exitosa. Se rehabilita la infraestructura; se otorgan pasaportes rusos a los ucranianos que hablan ruso, la mayoría de la población del este de Ucrania; se registra como rusos a los recién nacidos; se establecen programas de apoyo económico a la población, se compran granos a los productores y se establecen redes de comercialización, todo ello en rublos; se promueve el uso del ruso y su cultura en los medios.

No era lo esperado. Rusia no se desploma y la guerra y las sanciones, van para largo. Lo peor para Europa es que algunas sanciones tienen un efecto búmeran; se regresan contra quienes las lanzaron. Eso ocurre en particular en el impacto de las restricciones a las compras de energía rusa: gas, petróleo crudo y carbón.

Durante décadas se afianzó entre Europa y Rusia una relación de conveniencia mutua. Europa compraba gas y le exportaba manufacturas a Rusia. La compra de energía barata, una vez que las cuantiosas inversiones en gasoductos rendían fruto, eran factor de bienestar para la población de los países del entorno ruso y, sobre todo en el caso de Alemania, un factor de competitividad muy importante.

La reunificación le había permitido a Alemania occidental contar con la población de la parte oriental disciplinada, culta, de habla alemana y con costos laborales bajos. A la energía y mano de obra baratas le sumó una estrategia de préstamos al exterior que le abrió mercados afianzando el carácter clientelar del resto de Europa. La unificación monetaria de Europa consolidó el modelo. Una estrategia exitosa, pero irrepetible; dado que sólo puede haber un país europeo altamente superavitario en un entorno de países deficitarios.

Pero todo el modelo empieza a fracturarse cuando Alemania sucumbe a la presión norteamericana para romper su matrimonio de conveniencia con Rusia.

Europa decidió que ya no le compraría energéticos a Rusia. Pero no lo puede hacer de manera abrupta porque algunos países los necesitan más que otros y no todos pueden cortar ese suministro rápidamente. En todo caso anuncian que lo harán gradualmente acomodándose a las necesidades de los países que más lo requieren.

Alemania anunció que a partir de diciembre de 2022 ya no comprará petróleo crudo y suspende la compra de carbón rusos. Pero lo más importante que hizo fue impedir la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, ya terminado a un costo de unos 12 mil millones de dólares y con el doble de capacidad del Nord Stream 1. Este último seguiría funcionando para adquirir gas ruso.

Sólo que una turbina del Nord Stream 1 se descompuso y la empresa alemana Siemens, fabricante de la turbina la envió a reparar a Canadá. Y aquí se armó un sainete porque Canadá se negó a devolverla por respeto a las sanciones establecidas y Rusia redujo en 60 por ciento el flujo de gas por la falta de la turbina. Finalmente, tras los ruegos de Alemania, Canadá devolvió la turbina, sólo que ahora Rusia se niega a aceptarla si no viene acompañada de la documentación que la excluye oficialmente de las sanciones. Sin esos papeles, alega Rusia, quedaría expuesta a que más adelante se paralice su funcionamiento. Pero eso implica flexibilizar las sanciones, lo que el bloque occidental no acepta.

Se planteaba que al reducir la compra de energéticos la caída de ingresos sería un golpe mortal a la economía rusa. En lugar de eso el petróleo, el gas y el carbón subieron fuertemente de precio y Rusia encontró otros clientes; China e India a quienes les vende con 30 por ciento de descuento, algo más caro que el precio previo a las sanciones. Incluso, quién lo diría, Arabia Saudita le compra crudo a Rusia y así libera parte de su producción para aumentar sus exportaciones. Las grandes corporaciones petroleras también hacen su agosto con los altos precios. Entretanto Europa pierde.

Mientras no se resuelve lo de la turbina Rusia redujo aún más el abasto de gas, del 40 a solo el 20 por ciento del flujo posible para el Nord Stream 1. Así Alemania y Europa no pueden hacer las reservas que necesitan para enfrentar el próximo invierno. Peor, la ola de calor que sacude a Europa puso a funcionar los ventiladores y aparatos de aire acondicionado y se usaron parte de las reservas.

El mensaje ruso ha sido claro; todo este problema se resuelve si Alemania acepta que entre en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 2 con contratos de compra a mediano plazo. Eso sería suspender la más importante de las sanciones en una negociación que posiblemente incluiría poner fin a otras.

Pero eso sería rendirse y si alguien está dispuesto al sacrificio de los europeos son los Estados Unidos. Dar marcha atrás a las sanciones implica poner en duda la racionalidad de la alianza militar, el envío de armamento a Ucrania y volver al matrimonio de conveniencia que funcionaba muy bien antes de la invasión.

En lugar de ello lo que se prevé es que este invierno se tendrá que racionar el gas, muchos pasarán frío, cerrarán empresas y se despedirán trabajadores. Es decir, recesión económica acompañada de una inflación que deteriora los ingresos y empobrece a la población.

Alemania y Europa toda se dispararon en el pie y no tienen más perspectivas que dar marcha atrás y romper su alianza con los Estados Unidos, o padecer frío como nunca y empobrecerse.