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OPINIÓN

Enseñar y aprender desde lo popular, la ternura y los cuidados

Es posible y absolutamente deseable instalar lógicas de cuidado, de ternura y de reciprocidad en los ambientes educativos. | Angélica Dávila* y Luis Castillo**

Escrito en OPINIÓN el

Desde nuestra formación en Estudios Latinoamericanos, quienes escribimos esta pequeña reflexión, hemos incorporado como parte de nuestro quehacer profesional y de nuestro estar en el mundo la pregunta sobre la relación entre las ciencias sociales y la transformación de las condiciones de existencia. Así, desde nuestro andar compartido, también consideramos que si las ciencias sociales pueden servir para construir modos de vida en común más justos, dignos y equitativos que los actuales, para ello, también es necesario transformar la forma misma de producir conocimiento científico social. 

De este modo, sostenemos que es de vital importancia y una urgencia política ensayar otras formas de aprender y de enseñar a ser científicas y científicos sociales. Lo que implica poner en práctica, dentro de todos los niveles educativos, otras pedagogías que nos permitan reflexionar sobre cómo las instituciones escolares y la educación, en otros espacios, juegan un papel muy importante para la reproducción de las desigualdades sociales. Pero también sobre cómo pueden construirse como un lugar de solidaridad, de vínculos, de amor, de resistencias y de impulsos colectivos para mejorar y dignificar nuestras formas y condiciones de vida. En ese sentido, queremos recuperar tres enfoques pedagógicos que consideramos nos pueden llevar hacia esta dirección.

Hacia la década de 1960 se empezó a gestar en América Latina lo que se llamó educación popular, una perspectiva pedagógica que pretendía que la educación fuera horizontal, descolonizadora y popular, que fomentara el diálogo de saberes y fuera transformadora de la realidad social. Esta propuesta rescataba la memoria educativa de los pueblos, de sus luchas históricas y de sus ímpetus por la liberación. Los espacios donde la educación popular emergió no son precisamente las grandes academias, ni los foros de las denominadas bellas artes, sino que proviene de abajo, de las calles, de los campos, de las fábricas, de los tianguis y otros espacios pedagógicos de la cotidianidad.

De esta manera, el mismo Paulo Freire (2005) sostenía que “es posible hacer una educación democrática, abierta, crítica, en las escuelas públicas como en los centros de educación informal”. Así, en resonancia con estos postulados, nos preguntamos por qué no entablar un verdadero diálogo de saberes que ponga en tensión diferentes visiones de lo educativo desde el preescolar hasta los estudios de educación superior. Por qué no se pueden emplear técnicas de la educación popular, como los talleres y los mapeos colectivos, para enriquecer seminarios universitarios hiperespecializados como metodología para la investigación. Por qué no hablar de cuidados de lo común en las aulas, en vez de privilegiar un sistema de calificación y acreditación competitiva.

En un camino parecido, la pedagogía de los cuidados (Aguado et al., 2018) está encaminada a construir nuevas formas y sistemas de aprender y de enseñar en colectivo que pongan en el centro a la vida en sus diversas formas de existencia. Así, la pedagogía de los cuidados se posiciona en contra de la forma de reproducción social capitalista heteropatriarcal y construye, además, una crítica a la división sexual del trabajo y a la crisis de cuidados que atraviesan distintos países actualmente. Con lo cual, este enfoque pedagógico sostiene una posición ética que nos exhorta como sociedad a hacernos cargo y a cuidar de manera corresponsable de nuestras interdependencias, vulnerabilidades y finitudes compartidas. A partir de ello, la pedagogía de los cuidados también apuntala la construcción de una ciudadanía que constituya a una democracia radical sustentada en relaciones de cuidado y de igualdad.

Por otra parte, la pedagogía de la ternura (Cussiánovich y Schmalenbach, 2015), recupera “una afectuosidad respetuosa” como fundamento que sostiene y atraviesa los procesos de aprendizaje colectivos y que construye condiciones para impulsar procesos de transformación social. De esta manera, desde la pedagogía de la ternura se admite que las personas implicadas en este proceso no sólo son “profesoras” o “estudiantes”, sino personas con un mundo emocional interno producto de sus experiencias vitales social y políticamente construidas. Un mundo que debe ser cuidado y recuperado para los procesos de enseñanza y aprendizaje, y para las relaciones que entabla con los proyectos de cambio social.

A partir de estas pedagogías consideramos que es posible y absolutamente deseable instalar lógicas de cuidado, de ternura y de reciprocidad en los ambientes educativos que fomenten la creación de relaciones horizontales de conocimiento. Sostenemos que necesitamos y podemos recuperar ciertas estrategias provenientes de la educación popular, como la reflexión colectiva, la metodología del taller o las técnicas lúdicas, para ir apuntalando una pedagogía del cuidado, tanto en las aulas como en los demás espacios pedagógicos fuera de las instituciones escolares oficiales. Así, al poner al cuidado de la vida en el centro del proceso educativo, consideramos que se incentivan formas de reflexión y de acción encaminadas a la resolución de problemas desde una base ética que tanto se necesita para reconocernos y apoyarnos en medio de la vorágine capitalista, colonial y patriarcal que vivimos actualmente. Y que nos demanda tomar acciones al respecto como parte de nuestra formación y nuestro quehacer como científicas y científicos sociales.

 

 

*Angélica Dávila Landa

Estudia el doctorado en Antropología en el CIESAS-Ciudad de México, es maestra en Sociología Política por el Instituto Mora y licenciada en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Es co-coordinadora con la Dra. Itzel Mayans del Seminario de Investigación “Sociología Política de los Cuidados” en el Instituto Mora.

 

 

**Luis Castillo Farjat 

Es licenciado y maestro en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de San Luis. Es profesor en la UNAM; así como ha colaborado con movimientos sociales, sindicatos, cooperativas y ha participado en distintos proyectos de educación popular dentro y fuera de la academia.

 

 

Referencias 

Algava, M. (2006). “Jugar y jugarse. Las técnicas y la dimensión lúdica de la educación popular”. Buenos Aires: Asociación Madres Plaza de Mayo

Aguado, G.; Patarroyo, L.; Larrañaga, M.; Palacín, I.; Quilaqueo, V.; Mujica, R.; Modonato, L.; Ventura, D. (2018). ”Pedagogía de los cuidados. Aportes para su construcción. Resumen”. Fundación InteRed. 

Cussiánovich, A. y Christine Schmalenbach. (2015). La Pedagogía de la Ternura – Una lucha por la dignidad y la vida desde la acción educativa. Diálogos 16, 63-76. Entrevista.  

Freire, P. (2005). “Pedagogía del oprimido”. México: Siglo XXI.