COMUNICACIÓN POLÍTICA

Comunicar y gobernar

La mejor comunicación de los gobiernos es que sus acciones se traduzcan en beneficios para la gente. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Durante mi vida profesional me han tocado, con la que corre, tres administraciones federales: las de Calderón, Peña Nieto y López Obrador. A cada una le ha correspondido su propia circunstancia, y la historia habrá de juzgarlas por sus aciertos y fracasos. 

Si bien las tres representan cosas muy distintas en el lienzo político mexicano, estas parecen compartir algo en común. En todas he escuchado que, por más bien que hayan intentado gobernar, ha faltado mayor audacia al comunicar los logros para que los ciudadanos puedan reconocerlos.  

Por ejemplo, hace unos días un destacado miembro del PAN señalaba que las administraciones emanadas de este partido no ‘supieron comunicar’ temas como el seguro popular, las estancias infantiles o la expansión de los programas sociales. En su interpretación, acciones como estas representaban verdaderos avances en el combate a la pobreza y la desigualdad que luego fueron olvidadas.

También, un asesor del PRI me decía que, con el paso de los años, el tiempo colocaría a Peña Nieto como el presidente que creó las bases del México moderno por los cambios impulsados a los sectores económicos con las reformas. La democratización en el acceso a las telecomunicaciones, las nuevas fronteras de la energía y la reforma política serían, según su análisis, las coordenadas de una revisión histórica más justa con el otrora mandatario.

Ahora, desde el partido dominante y el gobierno, se nos insiste que estamos montados en un proceso inédito de transformación, en donde la corrupción está fuera de moda, la seguridad va viento en popa y las estructuras del Estado están para servir al pueblo. Esta es parte de la promesa que nos venden para prolongar su estadía por seis años más ahora que vengan las presidenciales.

El problema de esta romantización de los relatores de administraciones presentes y pasadas es que la hacen a partir de dos supuestos incorrectos. El primero: la visión narcisista de que todo logro da licencia para hacer como que los errores no pasaron. El segundo: pensar que la gente es tonta o ingenua. A Calderón le será indeleble la guerra contra el narco, a Peña Nieto los escándalos de corrupción, y al actual presidente sus interpretaciones personalísimas sobre la ley y el Estado (y lo que se sume).

Más que una falta de ‘no saber comunicar’, lo que en realidad marca a los gobiernos es la percepción colectiva de lo que pasa en las calles, lo que cuestan las cosas en el supermercado, y la incertidumbre de hacia dónde va el futuro. 

Por eso, ahora que se celebraban las cifras de seguridad que reportaron mil 148 homicidios menos en 2021 que en 2020 (aunque hayan sido más de 35 mil 600 anuales), y que la tasa de homicidios pasara de 29 a 28 por cada 100 mil habitantes (¡qué tranquilidad!), no evité recordar esos ‘desafíos de comunicar’ cuando el presidente dijo que ya estaba bajando la violencia, y solo faltaba cambiar la percepción. Ajá.

La mejor comunicación de los gobiernos es que sus acciones se traduzcan en beneficios para la gente. Si se les recuerda por sus limitaciones, es menos porque no han sabido comunicar que el hecho de saber gobernar