RENOVACIÓN

Aggiornamento

Un esfuerzo de renovación supone constreñir el ejercicio de gobierno al imperio de la ley para quien comande la administración pública. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

Aunque el concepto refiera expresamente al movimiento de renovación y modernización de algunas de las posturas de la iglesia católica después del concilio Vaticano II, el término aggiornamento suele utilizarse en una connotación ampliada para hablar de la renovación o modernización a la que se somete una cosa.

Y eso es precisamente lo que pareciera reclamarse a la próxima administración federal ante el declive de la llamada Cuarta Transformación y las decisiones que solamente pueden ser calificadas como arbitrarias, por no decir francamente autoritarias, que caracterizan al actual sexenio.

Lo que ya ha caducado

El gobierno de López Obrador ha pasado, dejando de lado al séquito que lo sigue y aprueba sin crítica y sin importar lo que haga, bien sea de la esperanza a la decepción entre quienes creyeron en una capacidad de cambio, o de la amenaza a la concreción entre quienes mantuvieron una conducta crítica hacia el proyecto.

En el terreno de la economía, el país ha enfrentado la catástrofe provocada por la pandemia de la peor manera posible, permitiéndose la destrucción de una parte importante de la planta productiva y dejando a la buenaventura de los particulares su supervivencia o reconstrucción.

Si no fuera por el elevado caudal de recursos provenientes del extranjero en forma de remesas la situación sería más grave para las de por sí pauperizadas capas más bajas de la población. Y a eso se suma la creciente amenaza de un conflicto internacional por diferendos con los socios comerciales, cuyo costo está por definirse.

En el ámbito de la seguridad, el baño de sangre provocado por el crimen organizado es hoy mayor que antaño y el contubernio entre autoridades y bandas delictivas pareciera ensombrecer el panorama y dejar la puerta abierta al reclamo o la intervención de poderes externos para su aplacamiento.

La corrupción campea en todos los espacios públicos, incluyendo el entorno inmediato a la silla mayor, y la violación a las leyes se ha vuelto regularidad indeseada por la sociedad, pero promovida por la autoridad.

Lo que ha de renovarse

El próximo gobierno tiene luego dos posibilidades: la siniestra opción de continuar por la senda de la arbitrariedad, la componenda, el cinismo y la ineficiencia… o la alternativa de redefinir la senda del gobierno hacia un aggiornamento.

Un esfuerzo de renovación supone constreñir el ejercicio de gobierno al imperio de la ley para quien comande la administración pública, para los demás poderes, para la sociedad toda. Sería el momento de dejar atrás el uso y abuso de fórmulas para evadir la justicia y dar paso a su aplicación llana, sin cortapisas, con carácter universal.

Y eso supone separar nuevamente el ámbito público de los espacios criminales, olvidándose de lógicas pactistas que no dan la cara, pero sí responden a una lógica de mutua conveniencia. No se trataría de pasar a un enfrentamiento intensificado, pero sí de demarcar los terrenos y que el combate sea contra un enemigo diferenciado.

Y en el plano económico debiera hacerse un esfuerzo de imaginación para construir una ruta que permita reinsertar al país en la lógica de recambio tecnológico a escala mundial, a la vez que responda al reclamo de equidad social que derive de una mejor distribución de los recursos disponibles.

Suena fantasioso y tal vez lo es. Pero si un futuro gobierno no se exige a sí mismo una renovación de este calado, lo que se compromete es el destino mismo de la Nación. Los lastres son muchos, pero habría que intentarlo.