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¿Yo soy quien soy?

La autenticidad es uno de los valores esenciales en el diseño de la imagen pública. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

El cuidado en la imagen pública de los líderes es un asunto serio y muy importante. No es algo que deba tomarse a la ligera. Por el contrario. Implica una enorme responsabilidad, de manera particular cuando se trata de personajes públicos que representan a un país o cualquier institución pública, privada o social.  

Las críticas que algunos especialistas hicieron a la imagen que proyectó el presidente Andrés Manuel López Obrador, con motivo de su encuentro con su homólogo estadounidense Joe Biden en la Casa Blanca, tienen algo de razón. Sin embargo, el primer mandatario está en lo correcto —también en parte— cuando asegura que “uno debe ser auténtico”.

Lograr la autenticidad es el mayor de los retos que tenemos las y los consultores políticos en el diseño de la imagen pública. A cualquier líder que se le perciba como falso o incongruente no se le cree. Tampoco inspira confianza. Por eso, ser auténtico es un imperativo táctico que no se puede descuidar ni relegar en la interacción con las audiencias.   

Por si no lo viste: AMLO justifica su postura en la Casa Blanca, "he leído el Manual de Carreño, uno debe ser auténtico".

La autenticidad es un valor que muchos creen comprender, pero que pocos pueden explicar. La subjetividad del concepto suele llevar a interpretaciones diversas, muchas de éstas equivocadas, pues ser auténtico no significa hacer o decir lo que uno quiera, cuando quiera y en el lugar que sea. En la actividad política y social siempre existen límites, procedimientos, protocolos y restricciones.

En sentido estricto, no hay todavía ningún acuerdo o consenso científico sobre lo que significa que alguien sea auténtico. Los viejos manuales de imagen pública y las diversas publicaciones sobre “superación personal” solo han aumentado la confusión. Además, son totalmente ineficientes cuando ofrecen catálogos, listas o indicadores basados en sugerencias que, paradójicamente, apuntan a la estandarización y no a la construcción del “yo verdadero”.

Te recomendamos: Scott Barry Kaufman. La autenticidad personal, en entredicho. España: Investigación y Ciencia, Julio-Agosto 2020.

Podemos estar de acuerdo o no con las normas, protocolos y lineamientos, que dependen siempre de contextos específicos y que son establecidos por los grupos de poder dominantes. Lo que no es aceptable —y tampoco hay justificación que valga— es incumplirlos porque atentan contra nuestra autenticidad. Proceder de esta manera sería tanto como afirmar, y lo digo en serio: “Si ya me conocen, ¿para qué me invitan?”

Adicionalmente, resulta difícil encontrar mecanismos de evaluación sólidos para analizar la autenticidad. Los estudios de opinión profesionales han tratado de encontrar modelos, fórmulas y preguntas específicas para identificar algunos de sus rasgos principales. El reto está en ir más allá de los lugares comunes o las trampas que nos ponen los estereotipos que se han manejado en los medios de comunicación.

Consulta: Ricardo Dudda. La trampa de la autenticidad. Ethic, 31 Agosto 2021.

Aunque los líderes populistas se han caracterizado por presumir su “autenticidad”, el problema que surge de su mala operación no les es exclusivo. La inexperiencia o mala praxis de algunos consultores de imagen pública están dificultando la labor. La autenticidad está asociada con la naturalidad, congruencia y espontaneidad, pero esta “receta” no aplica a todas y todos los líderes por igual.

Las técnicas de la comunicación verbal y no verbal y los códigos de vestimenta basados en manuales “uniforman” de manera absurda e irresponsable a los líderes y lideresas. Por eso a veces es muy difícil creerles, seguirlos o admirarlos, porque parecen cortados por la misma tijera. Si habla como político, se mueve como político, miente como político y se viste como político, entonces es político.

Lee más: Francisco Ugarte. La importancia de la autenticidad. México: IPADE Business School, Universidad Panamericana, 15 Abril 2022.

Por lo tanto, cuando la “autenticidad” se estandariza, pierde su utilidad. Este hecho explica en parte el descrédito de la política y la crisis de liderazgos que se vive en varios países desde hace muchos años. El principio básico de un entrenamiento profesional consiste en que el personaje se conozca a sí mismo, con sus principales fortalezas, debilidades y áreas de oportunidad. Sobre esta base es posible dar el siguiente paso, que consiste en la definición precisa de una imagen objetivo y un perfil de imagen.

Como cada personaje es único, es preciso respetar su esencia. De igual forma, es necesario visualizar y adaptar los rasgos de su perfil a los diversos escenarios y audiencias a los que se tendrá que enfrentar. En cada caso específico, se tienen que explorar las normas, protocolos y límites porque el respeto a las instituciones y a las personas es inobjetable.

Si todas y todos los líderes se comportaran como les da la gana, “porque son auténticos”, los conflictos personales, sociales y políticos se exacerbarían. Viviríamos en una total anarquía, desorden y hasta ingobernabilidad. Por eso hay que tener mucho cuidado al establecer las características y alcances de lo que cada personaje va a entender por autenticidad. Ni todos iguales, ni todos cínicos o libertinos.

También puedes leer: Juan Carlos Zapata. La autenticidad: la búsqueda de lo real. Forbes México, 4 Septiembre 2017.

Los especialistas coinciden en que conocerse a sí mismo no es una actividad estática. Es un proceso continuo, en el que cada uno se va descubriendo, redescubriendo, moldeando y adaptando a los entornos y las circunstancias de cada uno de los escenarios políticos. También a las exigencias de los eventos simbólicos o protocolarios. Aún más. La autenticidad es un recurso valioso en cualquier conflicto o proceso de gestión de crisis.

En consecuencia, cuando en una estrategia política se definen las características de la imagen objetivo del líder, la autenticidad es el eje sobre el que se deben articular los demás atributos a proyectar. En todo caso, se requiere alinear sus actitudes, comportamientos, expresiones, apariencia física, posturas corporales, narrativas y mensajes clave. Parece complicado, pero la experiencia ha demostrado que sí es posible dar buenos resultados.

Recomendación editorial: Charles Taylor. La ética de la autenticidad. Barcelona: Editorial Paidós, 1994.