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ECONOMÍA

Desaceleración económica

La guerra en Ucrania y el último coletazo del covid-19 ha comenzado a desacelerar la economía mundial. | José Luis Castillejos

Escrito en OPINIÓN el

La guerra en Ucrania y el último coletazo del covid-19 ha comenzado a desacelerar la economía mundial al tiempo que aumentan los precios de los alimentos y los combustibles, impactando severamente en las poblaciones pobres.

La única solución a la crisis humanitaria por el conflicto ruso-ucraniano es la vía pacífica. No hay de otra. Su persistencia generará aún más un caos global. Un sector de la clase política que apuesta por las armas no quiere ver la salida.

Este conflicto contribuirá a una desaceleración significativa del crecimiento mundial en 2022 y atizará la inflación, alertó el Fondo Monetario Internacional. 

El FMI proyecta que el crecimiento mundial se desacelerará del 6.1% estimado para 2021 a 3.6% en 2022 y 2023; es decir, 0.8 y 0.2 puntos porcentuales en 2022 y 2023 que lo previsto en enero. 

Más allá de 2023, el crecimiento mundial disminuirá a alrededor de 3.3% a mediano plazo. El encarecimiento de las materias primas provocado por la guerra y la ampliación de las presiones de precios se han traducido en una inflación proyectada para 2022 de 5.7% en las economías avanzadas y de 8.7% en las economías de mercados emergentes y en desarrollo; o sea, 1.8 y 2.8 puntos porcentuales más que lo proyectado en enero, indicó el Fondo.

Las iniciativas multilaterales para responder a la crisis humanitaria, impedir que se ahonde la fragmentación económica, mantener la liquidez mundial, manejar las situaciones críticas de sobre-endeudamiento, encarar el cambio climático y poner fin a la pandemia son fundamentales.

Un informe oficial indica que el PIB de Ucrania sufriría una grave caída de dos dígitos por el conflicto. A su vez, debido a las sanciones y a las decisiones de países europeos de recortar las importaciones energéticas, se prevé una profunda contracción en Rusia. 

Los costos económicos de la guerra se propagan con más amplitud, según las proyecciones, a través de los mercados de materias primas, el comercio internacional y, en menor medida, los vínculos financieros. 

De acuerdo con un análisis del FMI, el alza de los precios de los combustibles y de los alimentos ya se hace sentir en el mundo entero y afecta más que nada a las poblaciones vulnerables, sobre todo las de los países de bajo ingreso.

En paralelo a esta situación y poco después de que estallara la pandemia se adoptaron medidas excepcionales para preservar el acceso privado al crédito, evitando así una recesión más grave en 2020. 

Cuando estalló la covid-19, se esperaba que el shock combinado de la oferta y la demanda provocará un desplome espectacular del comercio. 

Aunque el comercio de servicios permanece deprimido, el de bienes repuntó bastante pronto. Las perturbaciones en las principales redes internacionales de producción y comercio también han despertado el interés en la relocalización interna de la producción. 

Los factores específicos de la pandemia incidieron crucialmente en la rotación de la demanda de los servicios a los bienes y si bien las políticas de contención de la pandemia provocaron graves perjuicios en los socios comerciales, las repercusiones fueron pasajeras, y el comercio y las cadenas de valor demostraron ser en general resilientes. 

Sin embargo, en previsión de shocks futuros, conviene diversificar más y mejorar la sustituibilidad de las fuentes de insumos para afianzar esas redes internacionales de producción y comercio.

La invasión ha contribuido a la fragmentación económica a medida que un significativo número de países rompe los vínculos comerciales con Rusia, y amenaza con descarrilar la recuperación posterior a la pandemia. 

Además, la invasión pone en peligro los marcos basados en reglas que han facilitado una mayor integración económica y ayudado a arrancar a millones de personas de la pobreza. 

La percepción del FMI es que el conflicto agudiza las tensiones económicas causadas por la pandemia. Aunque muchas partes del mundo parecen estar dejando atrás la fase aguda de la crisis por la covid-19, el número de fallecimientos sigue siendo elevado, sobre todo entre las personas no vacunadas. 

Asimismo, los recientes confinamientos decretados en núcleos manufactureros y comerciales críticos de China probablemente profundicen los trastornos del suministro en otras regiones. 

Se prevé además que la inflación siga siendo elevada durante más de lo previsto anteriormente, alimentada por las alzas de precios de las materias primas impulsadas por la guerra y la ampliación de las presiones de precios. Para 2022, se proyecta una inflación de 5.7% en las economías avanzadas y de 8.7% en otros mercados. 

En este contexto, los bancos centrales se verán forzados a reaccionar más rápido de lo previsto actualmente, subiendo las tasas de interés y dejando expuestas vulnerabilidades por endeudamiento, particularmente en los mercados emergentes. 

De acuerdo con el FMI, la guerra de Ucrania ha complicado dos espinosas disyuntivas para las políticas: entre atacar la inflación y mantener la recuperación a resguardo, y entre dar apoyo a los más vulnerables y reconstituir los amortiguadores fiscales. 

En muchos casos los determinantes de la inflación no están dentro del control de los bancos centrales (la guerra, las sanciones, la pandemia, las perturbaciones de la cadena de suministro), las presiones de precios se están generalizando. 

La transmisión del shock generado por la guerra variará entre un país y otro, según los vínculos comerciales y financieros, la exposición 

Una política monetaria más restrictiva será adecuada para prevenir un ciclo en el cual el aumento de los sueldos y de las expectativas inflacionarias, por un lado, y el avance de los precios, por el otro, se alimentan recíprocamente. 

En los que sufran efectos más perniciosos por causa de la guerra, la disyuntiva entre salvaguardar el crecimiento y contener la inflación será más complicada.

Los bancos centrales deberían mantenerse atentos al impacto de las presiones de precios en las expectativas inflacionarias y continuar comunicando claramente las perspectivas de la inflación y la política monetaria. 

Los trastornos causados por la pandemia han puesto de relieve la productividad de formas novedosas de trabajar. Siempre que sea posible, los gobiernos deberían intentar aprovechar el cambio estructural positivo, lanzándose a la transformación digital y promoviendo nuevas aptitudes y habilidades en la fuerza laboral para hacer frente a los retos que plantea. 

Las consecuencias adversas del actual conflicto geopolítico constituyen un recordatorio de la importancia de la cooperación mundial, advierte un reporte del FMI.