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OPINIÓN

Efervescencia global ¿el caos que le precede a un reacomodo?

Entre la guerra, Europa sometida a su dependencia energética, y EU en un desbarajuste interno, estamos ante una efervescencia fuera de serie. | Alicia Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

En un mundo en el que el que el poder no está concentrado en una sola potencia, estamos presenciando una efervescencia fuera de serie; la guerra entre Rusia y Ucrania, Europa sometida a su dependencia energética, con una transición energética que no avanza, Estados Unidos sumergido en un desbarajuste interno, una América Latina volcada hacia la izquierda, una China en espera de consolidar su ruta de la seda y de ser reconocida como la potencia que buscar ser; entre tanto, olas de migrantes que sufren las consecuencias de un impasse global que parece no dirigirse a ningún lugar. 

Sin duda, la invasión de Rusia a Ucrania es de esos acontecimientos que marcan la historia del mundo y abren una puerta a lo incierto. Si bien sobre sus causas, desarrollo y consecuencias se debate a diario, sus repercusiones en el mediano y largo plazos son una preocupación latente a nivel global; sin ir lejos, es evidente el alza de los precios de la energía y de los alimentos. De acuerdo con el Banco Mundial, las secuelas de la guerra rusa-ucraniana podrían durar años, los precios de los energéticos aumentarán más del 50 por ciento al final de 2022 antes de atenuarse en 2023 y 2024; así como también los precios de los productos agrícolas y los metales se incrementarán casi 20 por ciento en 2022 y se moderarán hasta los próximos años, hecho que conlleva un efecto inflacionario a nivel mundial. No obstante, una consecuencia relativamente positiva es que los altos precios de los commodities han beneficiado a los países exportadores, como México con el petróleo. 

En términos de defensa, este martes 28 de junio los líderes de los países miembros de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) es seguro que adopten un documento estratégico para afrontar la guerra de Ucrania y en que se declarará a Rusia como una amenaza a la seguridad, la paz y estabilidad no sólo europea, sino mundial. En este contexto es interesante cómo Alemania, un país que no había otorgado mucha importancia en cuestiones de defensa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ha replanteado su papel en la geopolítica internacional. Ahora su estrategia de política exterior parece dirigirse a cumplir con las expectativas propias y ajenas; el país ya aumentó el presupuesto de sus fuerzas armadas, ha entregado armas a Ucrania y ha aceptado reducir sus importaciones de petróleo y gas rusos. 

En el caso de Estados Unidos, país que por décadas había sostenido la bandera de potencia mundial sustentada en iniciativas de política exterior que van desde la lucha antiterrorista hasta el financiamiento para el desarrollo en todo el orbe, parecía no darse cuenta de que su principal amenaza era interna, empezando por el intento de golpe de Estado organizado por Donald Trump. Adicionalmente, hablando sólo de tiroteos, en lo que va de 2022 se han producido 27 incidentes con armas de fuego en centros educativos y más de 200 tiroteos masivos en general. Desde los atentados del 11 de septiembre, las muertes ocasionadas por movimientos de supremacismo blanco han superado las provocadas por movimientos yihadistas. Estos ejemplos de amenazas internas, sin contar la polarización social, ha llevado al gobierno de Joe Biden a declarar una epidemia de violencia interna, problema al que se suman la crisis de opioides por la que atraviesa el país y que ha llevado a fallecimientos por sobredosis de hasta 107 mil personas sólo en 2021 y el reciente revés que sufrió la protección al derecho al aborto. 

Y mientras Estados Unidos está en su propio caos, América Latina está en una búsqueda de un equilibrio político, económico y social a través del establecimiento de gobiernos de izquierda. Parece que los latinoamericanos están decididos a cambiar sus circunstancias apostando por echar a las élites tradicionales del poder, pero a través de movimientos democráticos que erradiquen la violencia y desigualdad endémicas que han caracterizado a la región; al menos eso prueban los ahora gobiernos de México, Argentina, Chile, Perú y Colombia. Aun así, las protestas en pro de los derechos humanos y de los equilibrios sociales, raciales y económicos están a la orden del día, el movimiento indígena en Ecuador es el ejemplo más reciente. 

En este resumen de la actual coyuntura internacional de Occidente, parece que algunos de los beneficios de la globalización están siendo cuestionados, las afinidades ideologías están entrando a una especie de recomposición que podría llevar a la conformación de frentes comunes, pero ¿en dónde y por quiénes? ¿Estados Unidos perderá influencia? Y China, ¿cómo quedará el gigante asiático en un futuro ajuste del orden internacional? Está por verse.

Lo que tenemos claro, como en el caso del covid que llegó para quedarse, es que no podremos retroceder el tiempo en busca de nuestra acostumbrada forma de vida. Ahora más que nunca, sabemos que tendremos que vivir en una nueva realidad, que en el caso de América Latina parece ir en busca de un nuevo horizonte social, más incluyente y menos desigual, aprovechando el reacomodo de las potencias mundiales.