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OPINIÓN

París

París es una ciudad inspiradora sin duda, pero puede aplastarte sin compasión. Es una ciudad que me confronta siempre. | Ulises Castellanos

Escrito en OPINIÓN el

Después de dos o tres botellas de tinto francés en mi sangre, comencé a tirar al río Sena algunas de las diapositivas que había tomado ese año en París. Era el verano de 1992, hace 30 años, cuando al terminar mis estudios en el Centro de Perfeccionamiento de Periodistas en Francia, me di cuenta de que mis fotografías eran anodinas, simples y sin fuerza visual. Ese día, acompañado de Jaime Bedolla, periodista peruano y compañero de estudios por allá, tiré en el río docenas de mis fotos. Estaba absolutamente deprimido.

El Pont Neuf ('Puente Nuevo') es, paradójicamente a su nombre, el puente más antiguo de los que cruzan el Sena en su recorrido por París. Aquella tarde, Jaime y yo nos fuimos a beber a las orillas del Sena, el regresaba a Lima y yo me quedaría el resto del año por allá. Ahí un par de jóvenes en sus veintes evaluábamos nuestra experiencia como estudiantes en París y reflexionábamos sobre lo aprendido. Ambos estábamos en plena construcción profesional y la incertidumbre por el futuro era enorme.

Foto: Paris Photographer | Février Photography

Yo revisaba mis imágenes y las comparaba con lo hecho décadas atrás por Cartier Bressón, Robert Doisneau y Brassai entre muchos otros y me derrumbaba. A pesar de que eran las mismas calles y en cada esquina podías recrear lo que aquellos gigantes de la lente habían hecho; cuando revisaba mi material, quería llorar.

Cuando platicaba con mi compañero y le pedía su opinión sobre lo que había fotografiado, él se servía otro vaso de vino y me decía, tíralas, no sirven para nada. Nos reíamos y yo una a una las Iba aventando sobre el agua.

Aquel puente, como mil cosas en París, había sido construido a finales del siglo XVI y no había mejor lugar para cerrar un ciclo, que sobre sus cimientos, ese puente debía su nombre a la novedad que era cuando se construyó, un puente desprovisto de casas y que proporcionaba aceras para proteger a los peatones del barro y de los caballos. También fue el primer puente de piedra en París que cruzaba de lado a lado, todo el río. A nuestro alrededor había otros jóvenes franceses, celebrando el fin de cursos y parejas discretas prometiéndose amor eterno a la orilla del Sena. Ahí nos cayó la noche.

Pero también ahí, comprendimos, que en lugar de “imitar” a nuestras referencias artísticas o profesionales, a nosotros nos tocaba innovar y proponer. Esa tarde fue reveladora en ese sentido.

París es una ciudad inspiradora sin duda, pero también puede ser una losa sobre tus hombros, frente al derroche de creatividad y exploración que decenas de personajes en todas las áreas han pisado esa increíble ciudad. París puede aplastarte sin compasión.

Pocas cosas me enorgullecen tanto, como haber montado más de tres exposiciones por allá y publicar en una revista emblemática a nivel mundial, como es haber participado con los colegas de Paris Match, entre 2005 y 2007. También tuve el privilegio de dar talleres en la Casa de México en la Ciudad Universitaria de París por aquellos años. Guardo bellos recuerdos de mis alumnos y la experiencia compartida.

En 1998 cubrí el último mundial del siglo XX en Francia y durante muchos años participé en el mejor festival de fotoperiodismo del mundo, que se lleva a cabo cada año en Montpellier. En aquella ciudad también compré mi anillo de compromiso a finales del siglo XX, y una década después en el 2006, en ese mismo puente tiré mi anillo de casado. Es mi lugar favorito para terminar ciclos vitales.

Hoy a tres décadas de aquella historia, reconozco lo aprendido esa tarde, cada uno de nosotros somos historias nuevas y únicas en el universo creativo, y una vez que uno reconoce sus influencias, sus temores y sus miedos; es sólo a partir de ahí que se puede crecer. 

En esa ciudad Henri Cartier-Bresson dedicó su vida a la fotografía. En 1947 fundó la agencia Magnum junto con David Szymin, Robert Capa, George Rodger, William Vandivert y muchos otros. El peso de la historia local es abrumadora.

París también deslumbró a Picasso, y fue tal su impacto en el pintor español, que cuando viajó la primera vez a la Ciudad Luz en octubre de 1900  “supo que su carrera artística tenía que pasar por la capital francesa”. Picasso tenía apenas 18 años y ahí comenzó su leyenda. De ahí que todas las historias relacionadas con la capital francesa sean tan abrumadoras.

El propio Toledo, artista oaxaqueño, contaba que su primer viaje a París, que estaba planeado para quedarse unos cuantos meses, al final, decidió quedarse cuatro años. Ahí recibió el apoyo de Octavio Paz y pudo quedarse en la Casa de México en París. Por ahí anduvo también el gran Fernando del Paso y otros.

Mi experiencia en aquella ciudad forjó mi carácter, me enseñó mucho de otras historias y me dio una visión distinta sobre México y su mosaico artístico, intelectual y periodístico.

En París me he enamorado un par de veces, he llorado, me he comprometido y he roto historias, las peores y más desgarradoras escenas amorosas han terminado en sus estaciones de tren.

Actualmente, para mi fortuna, conservo grandes amigos que viven por allá, en especial al incansable Alberto Ramírez, pintor mexicano y oaxaqueño radicado por allá desde hace más de tres décadas, y de quien siempre recibí apoyo y alegrías. Por eso, cada vez que viajo a esa increíble ciudad, siempre hago un escala en el Puente Nuevo, para tirar algo de lo que ya no me sirve en el presente. Es una ciudad que me confronta siempre, pero también me renueva de una manera infinita.