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OPINIÓN

¿Cómo ganar la encuesta?

El margen de maniobra para ganar la gran encuesta de Morena en el 2024 es muy reducido. | José Antonio Sosa Plata

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La decisión del Presidente para que el candidato o candidata de Morena en 2024 sea electo a través de una encuesta parece un despropósito. Sin embargo, el pragmatismo político ha convencido a algunos que este método les ofrece grandes ventajas para asegurar el triunfo electoral.

Mario Delgado, líder de Morena, confirmó que él solo acata lo que establecen los estatutos de su partido. Por lo tanto, agregó, serán las y los ciudadanos “quienes decidan”, porque en nuestro país “manda el pueblo”. Además, los triunfos de los últimos dos años y los que obtendrán el próximo domingo confirman su optimismo.

De entrada, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard están de acuerdo con el método. En contraste, Ricardo Monreal ha manifestado una y otra vez su inconformidad. El senador considera que una consulta o una elección primaria son mejores opciones, pues “las encuestas son manipulables”. Lo cierto es que, donde manda capitán, no gobierna marinero.

Por si no lo leíste: ¿AMLO a contienda de 2024? Dice que apoyará a candidato en sus tiempos libres.

Las razones del presidente Andrés Manuel López Obrador son las siguientes: “una encuesta permite evaluar el nivel de conocimiento de un político, la fama que tiene (sic) y si a los ciudadanos les gustaría que los representara”. El método lo ha puesto a prueba desde hace más de diez años y, casi siempre, ha cumplido con sus objetivos.

De hecho, Morena tiene una Comisión Nacional de Encuestas. La misión que tiene es dar legitimidad y credibilidad a cada proceso. Aunque no siempre han salido bien librados, la historia ha demostrado que una encuesta bien realizada puede dar los mismos —o casi los mismos resultados— que una elección directa. Pero en la democracia, las encuestas son útiles para otros propósitos.

Lee más: ¿Elegir con encuestas? Opinión La Silla Rota, 8 Octubre 2020.

Elegir al candidato o candidata con una encuesta reduce las críticas de lo que significaban el “tapado” y el “dedazo”. Por lo mismo, le quita presión política al Presidente ante el posible enojo de quienes pierdan. Pero, sobre todo, crea las condiciones para una competencia más libre y directa, aunque no del todo pareja.

Para lograr los resultados relevantes que demanda una encuesta como la que se realizará en 2024, las y los aspirantes necesitan mucho dinero. También requieren de una buena estrategia. En política, mejorar la imagen y reputación cuesta caro. Más cuando se quiere convencer a una ciudadanía que hoy supera los 93 millones de personas.

Te recomendamos: Verónica Crespo Gal. "¿Encuestas? Sí, gracias". Revista Diálogo Político, Más Consulting y Konrad Adenauer Stiftung, Año XXXVIII, Número 1, 2022, pp. 40-47.

Vamos por partes. Realizar una encuesta es un método considerablemente menos costoso que hacer cualquier consulta o elección. El operativo y la logística de la primera son más reducidos en todos los sentidos: inversiones, tiempos y recursos. Esto es obvio. El problema es que —a pesar de las ventajas— la legitimidad, confianza y credibilidad corren riesgos importantes que podrían terminar dañando la confianza y la credibilidad de la gente.

Otra obviedad: en ningún país del mundo se llevan a cabo procesos electorales a partir de una encuesta. Los estudios de opinión son relevantes e indispensables, cierto. Pero, como su utilidad y los niveles de confianza ciudadana son muy distintos, los sistemas políticos siguen optando por la elección tradicional, no obstante, los beneficios que seguro pueden aportar.

Entérate: María Laura Tagina. El uso politico de las encuestas de opinión. El País, Agenda Pública, 13 Septiembre 2020.

Por otra parte, es evidente que la comunicación política requiere de grandes inversiones para subir los puntos de identificación, reconocimiento, reputación e intención de voto en una encuesta. En consecuencia, la legislación y los procesos de fiscalización tienen que ser estrictos para que las y los servidores públicos no utilicen los recursos del Estado en su favor.

Sin embargo, el problema principal está bien identificado. Con las limitaciones que tienen, el reto mayor es hacer “precampaña” solo con su trabajo y dando buenos resultados. Sin aspirantes opositores que los puedan afectar. Lo malo es que enfrentan diversos obstáculos para mantener por mucho tiempo el interés o la atención de las y los ciudadanos. Sobre todo, cuando es el Presidente de la República quien centraliza y domina la agenda y decide quiénes y cuándo forman parte de ésta.

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Derivado de lo anterior, la competencia no es pareja. A diferencia de lo que piensan algunos, la presencia exclusiva en las redes sociales no alcanza para ganar. Por si fuera poco, no todas las instituciones tienen el mismo peso político, ni administrativo ni económico. Mientras algunas entidades gubernamentales tienen gran impacto por su labor social, otras son percibidas distantes de la población.

Hoy, la incidencia en la agenda pública tampoco depende totalmente de la imagen de quienes encabezan las instituciones. Por lo tanto, el apoyo o la difusión desinteresada que podrían ofrecerles los medios de comunicación tampoco está siempre a su alcance. Aún cuando existan alianzas, acuerdos o negociaciones, los efectos sociales no son los mismos.

Lee: José Urrejola. ¿Pueden las noticias falsas influir en el resultado de una elección latinoamericana?. DW Made for Minds, 31 Mayo 2021.

De una u otra manera se puede decir que, con el método de elección por encuesta, en el actual escenario político sí hay un gran elector. Uno, porque los controles de la agenda son verticales. Dos, porque la distribución de los recursos para gastos de comunicación de los aspirantes dependen de una sola persona. Y tres, porque es él quien define y posiciona frente a la opinión pública los nombres de las y los participantes.

Si realmente se quiere ganar la elección, entonces, lo primero es ganar la encuesta. Para lograrlo, no hay nada más importante que contar con la confianza del gran elector. A diferencia de lo sucedido en sexenios anteriores, rebelarse contra él no parece ser la mejor opción. Todo lo contrario. El control político que ha obtenido desde que ganó las elecciones de 2018 lo ponen en la posición de mayor poder para influir en la encuesta. Un golpe de timón sería contraproducente.

Consulta: Héctor E. Schamis. La democracia y las encuestas. Aceptar la posibilidad del "autoritarismo" solo expresa el enfado de la sociedad en la política. El País, 17 Noviembre 2018.

En otras palabras: las decisiones y recursos más relevantes —políticos, económicos y comunicacionales— para ganar la encuesta dependen del gran elector. Aunado a lo anterior es indispensable reducir al mínimo los riesgos. La guerra sucia, las mentiras o el incumplimiento de promesas a la población actuarán en contra. Más en la situación tan delicada que enfrenta el país. Luego, se requiere afinar el perfil de imagen, construir las narrativas y diseñar la estrategia a partir de una oferta de futuro verosímil y esperanzadora.

Finalmente, pero no es lo último, las y los aspirantes deben comprender que no están dadas las condiciones para cambiar una decisión que ya está tomada. Asumir el pragmatismo es la mejor vía. Y, suponiendo que se pueda obtener la candidatura al margen de las reglas escritas y no escritas, ¿podría alguien ganar la elección presidencial sin el apoyo de los grandes grupos de poder que se han consolidado en los últimos años, o sin las estructuras que hoy tiene Morena a nivel nacional?

Recomendación editorial: Alejandro Moreno. El cambio electoral. Votantes, encuestas y democracia en México. México: Fondo de Cultura Económica (FCE), 2018.