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OPINIÓN

Proceso y las postales de la Vieja Europa

Aunque obviamente ya conocía Proceso, la publicación que dirigía Scherer, la revisé ahí mismo y serenamente emití mi opinión. | Ulises Castellanos

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Era 1992, se celebraban los 500 años del “Encuentro de dos mundos”. Yo estudiaba francés en el Instituto Francés de América Latina y rondaba los 24 años de edad. Justo hace 30 años, una pequeña carta que deslizaron por debajo de la puerta del departamento donde vivía con mi madre, anunciaba que me habían seleccionado para una beca internacional que me permitiría estudiar periodismo en Europa durante ese año. Ese día mi vida cambió para siempre.

Yo era recién egresado de la carrera de periodismo de la UNAM y trabajaba con el gran periodista Miguel Ángel Granados Chapa en la revista Mira, que él dirigía. Cuando entré a la oficina de Miguel Ángel, le comenté emocionado que me había ganado esa beca y que tenía unos días para salir a París. Obvio le presentaba mi renuncia y le contaba los detalles del viaje.

Para ese momento, yo tenía un año trabajando para él y aprendía mucho a su lado. El se me quedó viendo fijamente y sereno como siempre, me felicitó por la beca y textual me dijo, “es momento de viajar y aprender”, sin embargo, agregó “no veo la razón para que renuncies, para nada, dale a mi secretaria una cuenta de banco y te depositaremos tu salario mes a mes hasta que regreses, también dile que te saque el boleto de avión a Europa, ese te lo regalo yo; mándanos fotos y reportajes, para cuando regreses aquí te esperamos”. 

Foto: Ulises Castellanos

No podía creer la generosidad de Granados Chapa, le di las gracias, nos abrazamos y salí corriendo para preparar el viaje.

Una semana después estaba llegando a París por primera vez en la vida, siempre soñé con acceder a una beca internacional y finalmente se cumplía. Eran otro mundo y otra Europa. Apenas se desarrollaba el correo electrónico y en ese entonces cada nación europea controlaba sus fronteras y contaban con su propia moneda.

Yo recibía el apoyo del gobierno francés en francos, el sueldo de la revista Mira en pesos y tenía todo lo demás pagado. Fue un año intenso, viajé por todo el continente, estuve una temporada en Madrid en la escuela del diario El País; en Bruselas en la recién estrenada sede de la comunidad europea; viajé a Portugal e Italia para conocer y visitar los medios locales cuando apenas se debatía la idea de una moneda única y se planteaba la unificación de fronteras, defensa y economía de la Comunidad Europea.

Tuve maestros de todas las nacionalidades en el Centro de Perfeccionamiento de Periodistas en París. Allá se conformó un grupo de alumnos y compañeros de toda América Latina. El gobierno francés había otorgado becas a dos periodistas por cada país latino para celebrar aquellos 500 años de nuestro accidentado encuentro histórico, cuando Colón “descubrió” América, y ahora nos proponían “redescubrir” Europa y armar una revista especial que circularía por allá en tres idiomas al final de la experiencia.

En los primeros días, rumbo a mis clases, tomaba el metro y le disparaba a todo. De ahí es esta foto en los pasillos del metro parisino en la que se ve a este personaje tocando ese enorme violonchelo. Todo era nuevo, todo me sorprendía.

En aquel entonces trabajaba con diapositivas que revelaba cada semana en la FNAC de Chatelet en el centro de París. Tomé miles de fotos. El primer reportaje que envié fue una serie que hice en el cementerio de Pere-Lachaise donde descansan los restos de Jim Morrison, quien murió en París el 3 de julio de 1971. Recién se cumplían 20 años y en esa fecha el cementerio se llenaba de miles de jóvenes de todo el mundo para beber y fumar hachís alrededor de su tumba. Eso lo envíe a México y Miguel Angel lo publicó.

Me tocaron las Olimpiadas en Barcelona, la Expo Sevilla, la inauguración del AVE en Madrid, la cumbre Iberoamericana en España, las votaciones de Maastricht, la feria del libro internacional de Frankfurt y el inicio de la guerra en los Balcanes. 

Mi madre me mandaba cada semana dos revistas: Mira y Proceso, (los medios no estaban en internet) y el único contacto con México era a través de una caseta telefónica en la calle con tarjetas internacionales que costaban un dineral por 10 minutos de llamada. 

Todo el material que enviaba lo hacía vía pasajeros de los vuelos que salían a México. Llegaba al aeropuerto, convencía a algún compatriota, le daba mis rollos o las diapositivas y avisaba a México para que recogieran el material en el Benito Juárez, 12 horas después.

Para octubre de ese año, volé de nuevo de París a Madrid para asistir a varios eventos, y presenciar una conferencia de Vicente Leñero en la Casa de las Américas. Ahí conocí a Leñero. Luego nos fuimos a una obra de teatro donde aparecía Arcelia Ramírez y dirigía De Tavira, con guión de Leñero. Después nos fuimos “de marcha” recorriendo los bares de tapas de Malasaña, Chueca, Lavapiés y Princesa. 

Esa noche ya tarde, estábamos en una pequeña mesa, Vicente Leñero -subdirector de Proceso-, Armando Ponce -coordinador de cultura de la misma revista-, Juan Miranda -coordinador de foto- y Sanjuana Martínez -entonces corresponsal de Proceso en España-. 

Ahí mismo me puso sobre la mesa un ejemplar de Proceso, y me preguntó cómo veía la revista… Aunque obviamente ya conocía la publicación que dirigía Scherer, la revisé ahí mismo y serenamente le comenté que la veía vieja, muy setentera, sin diseño, ni espacio para la imagen, todo eso al margen de su enorme prestigio e influencia. 

Nadie en la mesa dijo más nada. Vicente comentó: “bien, te presento a Juan Miranda nuestro coordinador de foto”. ¡Salud! La velada siguió. Lo siguiente que recuerdo es llegar al amanecer en un taxi local a mi hotel en Madrid.

Regresé a París y al terminar la beca viajé un par de meses por otras ciudades europeas que no había conocido, llegué hasta Atenas y volví a Francia. 

Meses después, en la primavera de 1993 ya en México, una tarde en casa, suena el teléfono fijo y mi madre contesta, me pasa la bocina. Era Vicente Leñero, (no habíamos hablado desde España) y a bote pronto me dice: “¿Es cierto lo que me dijiste en Madrid?” - Sí, contesté. “Ok, vente mañana a Fresas 13, quiero que te incorpores a Proceso y nos ayudes a mejorar estas páginas, preséntate con Juan Miranda, yo hablo con Julio”, y colgó.

Lo demás es historia.