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Daños colaterales en puerta

Las cadenas de producción se dislocan y podría haber un colapso del sistema alimentario mundial. | Jorge Faljo

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Escrito en OPINIÓN el

En el vocabulario de la guerra los daños colaterales se refieren a aquellos que sin ser combatientes mueren o sufren lesiones debido a operaciones militares. Es una expresión tecnocrática que reduce el sufrimiento humano a un hecho incidental, secundario a la operación militar que lo provocó.

Los daños colaterales son prácticamente inevitables en cualquier guerra: gente atrapada entre bandos en pugna, misiles o bombas que no dan en el blanco militar sino en una estructura civil. Incluyen los casos en los que el operador militar a distancia equivocadamente interpreta que los reunidos para celebrar una boda son parte del enemigo, o que los garrafones que sé que están cargando en un vehículo son peligrosas bombas. De situaciones así estuvieron plagadas las guerras en Irak y Afganistán.

Muchos de los daños colaterales a larga distancia tienden a pasar inadvertidos; la cobertura que dan los medios depende de los intereses afectados y es muy desigual.

Un ejemplo. Estados Unidos promueve el incremento de la oferta mundial de petróleo para combatir el alza de precios. El príncipe Salman le pide ser reconocido como el dirigente de Arabia Saudita y quiere decidido apoyo militar en su guerra contra Yemen.

De acuerdo a las Naciones Unidas en Yemen desde 2015 a fines de 2021 han muerto más de 377 mil personas de las que el 60 por ciento fue por causas indirectas, la principal fue el hambre debido al cerco militar saudita, al bombardeo de sus puertos y de su infraestructura. En septiembre de 2021 la Organización Mundial de la Alimentación señalaba que 16 de los 30 millones de yemenitas sufren de inanición. Esto incluye a 2.3 millones de niños menores de 5 años con malnutrición aguda y de los que 400 mil podrían morir sin un tratamiento inmediato.

Biden, al llegar a la presidencia de los Estados Unidos prometió eliminar el apoyo a Arabia Saudita en cuanto a armamento ofensivo destinado a esa guerra y ha buscado distanciarse de Salman. Ahora la prioridad ha cambiado; lo importante es reducir el costo de la gasolina y eso podría traducirse en muchas más muertes de adultos y niños yemenitas ante las que las agencias informativas occidentales, son fundamentalmente indiferentes.

Lo que esto nos enseña sobre el futuro es que los daños colaterales en los países y pueblos más vulnerables no tendrán la misma cobertura mediática que sí tiene el lamentable sufrimiento de los ucranianos; una intensa cobertura que ayuda a justificar las sanciones contra Rusia y, en consecuencia, los daños colaterales que se avecinan.

El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterrez dijo que la detención de la producción y exportación agrícola en Ucrania y Rusia golpeará más fuerte a los más pobres y creará descontento e inestabilidad política en todo el mundo. La espada de Damocles se cierne sobre la economía global en particular los países en desarrollo; las cadenas de producción se dislocan y podría haber un colapso del sistema alimentario mundial. No duda Guterrez en emplear términos muy fuertes; habla de hacer todo lo posible por evitar el huracán de hambruna que amenaza al mundo.

Muchos países, el llamado tercer mundo, está apenas recuperándose del empobrecimiento de la población, de la debilidad de las arcas públicas y del dislocamiento de la producción que les dejo la pandemia. Ahora viene un nuevo golpe.

Se disparan los precios de los alimentos, el combustible y el transporte. Al mismo tiempo, para combatir la inflación los países industrializados elevan las tasas de interés y sube el costo del financiamiento en todo el mundo. Para muchos esto presionará a la devaluación de sus monedas reduciendo aún más su capacidad de compra.

Rusia y Ucrania aportan más de la mitad del aceite de girasol y cerca del 30 por ciento del trigo exportado. Son además exportadores de otros granos, fertilizantes y otras materias primas.

La agricultura moderna depende en gran medida del uso de fertilizantes sintéticos derivados de la petroquímica. Estos productos están diseñados para la absorción directa por las plantas y no para elevar la calidad y fertilidad del suelo que básicamente es un simple soporte físico. Al elevar los precios de los energéticos, gas en particular, sube el precio de los fertilizantes y se van a emplear en menos cantidad. Esto significa que la próxima cosecha se verá reducida en todo el mundo.

Los precios de los granos, fertilizantes y materias primas están sujetos a los vaivenes especulativos, se compran paquetes de granos para entrega futura con la intención no de consumirlos sino de revenderlos más caros más adelante.

Otro factor de dislocamiento de los mercados es que diversos países están imponiendo restricciones a sus exportaciones por temor a la escasez o a la inflación interna.

El aceite de palma es el más empleado a nivel mundial; es un ingrediente de la margarina, el chocolate, la fabricación de pan y hasta de detergentes. Su precio se ha elevado en más de 50 por ciento influido por la escasez previsible de aceite de girasol que ya no exportará Ucrania. Indonesia, uno de los principales productores ha prohibido su exportación alegando que debe asegurar que los precios del aceite de cocinar permanezcan al alcance de su población. India le ha pedido a Indonesia que flexibilice su exportación.

Se teme en muchos países que colocada su producción o reserva en un contexto de libre mercado esos productos sean exportados en favor de los que pueden pagar más. Las medidas de restricción de las importaciones que se están expandiendo van a agravar la situación al grito de sálvese quien pueda.

¿Qué quiso decir Guterrez al hablar de un posible colapso del sistema alimentario global?

Tras décadas de globalización acelerada numerosos países son dependientes de la importación de granos y alimentos en general. México es un claro ejemplo; importamos más de la mitad de los alimentos que consumimos.

Ahora por todos lados cambia la prioridad y el nuevo orden del día es avanzar hacia la mayor autosuficiencia posible en cuanto al abasto de productos esenciales, sea energéticos, alimentos o materias primas.

Si no se llega pronto a un arreglo de paz en Ucrania, y al levantamiento de las sanciones, la marcha hacia un nuevo orden económico mundial basado en autosuficiencias estratégicas será irreversible. Y nos veremos en una transición difícil y dolorosa en el corto plazo.