EL FUTBOL COMO PRODUCTO

Tata Martino, ¡Presidente!

Si bien el Tata Martino es el villano de la película mundialista, el corrupto del pasado o la amenaza para México, estamos listos para seguir comprando futbol. | Johannes Jácome

Escrito en OPINIÓN el

Nos eliminaron de Qatar. Estamos en la etapa en la que buscamos culpables por nuestras ilusiones rotas. Casi todos voltean a mirar a los sospechosos comunes. Son los mismos de cada cuatro años: el director técnico y los dueños del futbol mexicano. Queremos que más jugadores mexicanos se vayan al extranjero; se produzcan mejores futbolistas mediante la inversión millonaria de los equipos locales; que los dueños del futbol vean más por el desarrollo de la juventud y menos por su negocio, que haya un cambio en la estructura del futbol mexicano, etc.

Lo que el mundial debería recordarnos, sin embargo, es que ese torneo, y en general el futbol profesional, no es organizado por la ONU, la OEA o la fundación Nobel. Es una empresa administrada por uno de los verdaderos poderes internacionales del mundo moderno: FIFA.

FIFA hace negocios, no promueve el desarrollo o la paz mundial. El futbol es un producto, no una iniciativa diplomática o una política para el desarrollo económico o social. Por eso, como todo negocio, la finalidad es crear un producto que obtenga la mayor ganancia posible con la menor inversión hecha.

Viendo al futbol como un producto, es más fácil entender por qué los dueños del negocio no invierten más dinero. Mientras el producto no disminuya sus ventas (ver partidos, comprar sus playeras, etc) no hay necesidad de meterle más dinero. Nunca es bueno componer lo que no está descompuesto. El futbol no vende campeonatos, sino la experiencia de verlos por televisión y la ilusión de que nuestro equipo ahora o en el futuro gane algo. No importa si México es eliminado en la primera o segunda ronda del mundial, lo que importa es que vamos a seguir viendo a nuestros clubes y selecciones favoritas competir en todas las ligas que podamos, mientras esperamos con ansia el mundial que sigue. 

El producto futbolero es tan sólido, que cuando llega la desilusión por perder la competencia, siempre buscamos un culpable ajeno para no culpar al producto de nuestros amores. 

Así somos con nuestras pasiones. No nos importa en realidad si nuestro equipo de futbol, gobernante o candidato verdaderamente ha tenido resultados o éxito, lo que importa es que es el club o personaje de la política que nos gusta. La falta de resultados será culpa de los malosos del pasado, de los nuevos que no saben gobernar, los dueños de los equipos o el director técnico de la selección nacional, pero nunca vamos a considerar que simplemente nuestro equipo o nuestro candidato no está para conseguir aquello con lo que nos ilusionaron.

¿Para qué gastar en producir futbolistas o desarrollar infraestructura si de todos modos los seguidores van a comprar su producto, su campaña o su mundial? La ilusión de ser campeones es como la ilusión de convertir a México en Dinamarca. No hay absolutamente nada que justifique semejante fantasía, sin embargo, vamos a albergar esa ilusión y con esa motivación, comparemos otra vez la fantasía que nos volverán a vender.

Recientemente había gente muy molesta porque varios jugadores de la selección nacional estaban disfrutando de sus vacaciones después de su eliminación del mundial. Pero, eso hacemos todos. Salimos de vacaciones, y sobre todo después de una mala experiencia laboral. Lo mismo los futbolistas. Jugar es su empleo, no su misión nacional. Por eso, muchos prefieren quedarse en México, donde les pagan bien, en lugar de emigrar buscando experiencia, pero con menores ingresos. La lógica de esa decisión es la misma de millones de migrantes que sí salen de México buscando mejores condiciones financieras. La gente se va a donde gana más, no menos. Si los mexicanos que migran hubieran encontrado mayores ingresos en sus lugares de origen, no serían migrantes. Sin embargo, a veces queremos ver a los futbolistas como poseedores de una misión especial para salvaguardar nuestro derecho a sentirnos orgullosos de la selección nacional, y no, como personas buscando certidumbre laboral.

Otros, descargan su ira contra las televisoras, porque, según su versión, la televisión explota el gusto por el futbol en la población buscando solamente su beneficio económico. Pero, el futbol con sus estrellas multimillonarias a quienes vemos jugar en Europa todas las semanas, es un invento de la televisión. Esos equipos solamente existen porque son desarrollados para el consumo mediático y global. Un futbol sin televisión sería un futbol llanero.

La desilusión y desencanto que estamos viviendo por la eliminación del mundial es parte del proceso que nos permitirá seguir comprando ese producto. Lo hacemos canalizando el descontento hacia los traidores que impiden se alcancen nuestras metas, como lo hacemos en la política, para de esa manera no tener que reconocer la verdadera naturaleza y calidad del producto que compramos, para poder justificar que lo seguimos consumiendo, todo ello, sin que el vendedor (un equipo de fut o un político) tenga que hacer mejora alguna a lo que vende.

Si bien el Tata Martino es el villano de la película mundialista, es decir, el corrupto del pasado o la amenaza para México, según nuestra preferencia política, el punto es que, a pesar de la falta de resultados, estamos listos para seguir comprando futbol, o seguir votando por nuestro candidato.

Disfrutemos del futbol como lo es, un producto que se consume al verlo, no ganando un torneo.