RELIGIÓN

La navidad a juicio

¿Qué de malo puede tener que a los cinco años creas en milagros y la magia? | Johannes Jácome

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El mes pasado tuvo eco la noticia de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidiría el caso de un juicio de amparo que buscaba prohibir la colocación de nacimientos navideños en espacios públicos, por ser una violación al principio de la separación entre la iglesia y el Estado.

La frontera entre esos dos mundos no es fácil de distinguir ni es un valor perseguido en toda sociedad. Existen países en los que los valores y la autoridad religiosa no tienen separación alguna con el ejercicio del gobierno. Algunos países musulmanes llegan a la mente.

Pero dentro de las naciones occidentales de tradición judeocristiana, esa separación no necesariamente es un mandato legal o se observa siempre de manera clara. La relación del gobierno y la iglesia católica en España o Chile, donde incluso llega a haber educación religiosa en las escuelas públicas, así lo ilustran.

En Estados Unidos también hay esa relación confusa. Si bien existen principios constitucionales para asumir la separación entre el estado y la iglesia -o iglesias- en el país, tradicionalmente hay muchos elementos religiosos en el ejercicio de la función pública, como es el juramento de los presidentes y otros funcionarios electos sobre una biblia al tomar posesión de su encargo, o las frases alusivas a dios en los tribunales y hasta en los billetes.

Precisamente en Estados Unidos, durante el año 2022, hubo varios casos resueltos por su Corte Suprema relacionados directamente con cuestiones religiosas, o producto de una motivación espiritual. La decisión de declarar inexistente el derecho constitucional a abortar (acciones promovidas por personas de perfil conservador y religioso); la autorización de la Corte para rezar en campos deportivos de universidades públicas; el consentimiento para que en edificios de gobierno pudieran tener banderas con símbolos cristianos; o la corroboración judicial para que puedan vincularse fondos públicos a escuelas de educación cristiana, son evidencias de cómo la separación entre la iglesia y el estado es en realidad un concepto político.

Una de las razones para las decisiones judiciales de ese estilo, puede radicar en la dificultad, o imposibilidad, para separar todo elemento religioso de la cultura de una sociedad. Alguien me decía que era muy fácil educar a los hijos e hijas sin influencia religiosa alguna. Encuentro imposible esa tarea sin convertir a los escuincles en entes desprovistos de la alegría que proviene, por ejemplo, de una tradición como la de los reyes magos, salvo, que no nos importe privar a los niños y niñas de una diversión común en los demás. ¿Qué de malo puede tener que a los cinco años creas en milagros y la magia? Ya después decidirán si siguen por ese camino, o no.

En distintos países existen diferentes ideas sobre cómo sobrellevar la relación con las creencias religiosas propias y ajenas. Si bien en Estados Unidos hay grupos profundamente religiosos que incluso se oponen a la enseñanza de la evolución de las especies en las escuelas públicas, también existen varios sectores de la población, y regiones del país, en donde se adopta la diversidad como el valor imperante, por lo que la gente utiliza términos genéricos como “felices fiestas” en lugar del particular “feliz navidad”, al tanto en que en las escuelas los niños aprenden sobre la navidad, pero también sobre fiestas judías, hindúes y otras creencias.

Por supuesto, hay inconformes que ven una “guerra contra la navidad” si los vasos para el café de Starbucks abrazan la diversidad en lugar de la creencia cristiana particular.

Los nacimientos navideños, si bien son un concepto religioso, están profundamente incorporados a la cultura mexicana, así como el día de muertos. Reflejar un aspecto cultural no implica su imposición. Tal vez, habría que incorporar en los espacios públicos no solamente las expresiones culturales católicas, sino también aquellas de las religiones que poco a poco han ido ganando espacios en México, precisamente, como reconocimiento a su existencia.

Ojalá los defensores de los nacimientos navideños también hicieran extensiva su campaña a otras expresiones religiosas para que también tuvieran un lugar en los espacios públicos. De lo contrario, serán el ejemplo cotidiano de alguien que se hace la víctima de la represión de los derechos de todos, reclamando sin embargo, ser los únicos que deben tener ese derecho.