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¿Mayor autocensura?

Los disparos contra Ciro Gómez Leyva sí impactaron fuertemente en la libertad de expresión. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

El atentado contra Ciro Gómez Leyva, por fortuna, no cumplió con el cometido de quitarle la vida, pero sí tendrá nuevas repercusiones contra la libertad de expresión. Veamos:

Lo que sucedió el jueves 15 fue más que una simple anécdota como la que se ha pretendido mostrar en la narrativa oficial: los agresores no cumplieron su objetivo de matar a Ciro —un líder de opinión nacional—, pero sí otros muy importantes para generar miedo en algunos sectores de la sociedad y, por supuesto, en las y los comunicadores.

La agresión está directamente ligada a la cadena de acontecimientos de inseguridad y violencia que vivimos desde hace más de 15 años. A mayor impacto mediático de una noticia como ésta, más grande es la efectividad de quienes se benefician con su difusión.

El proceso de “normalización” de la violencia en el espacio público sigue avanzando. Esta situación ha traído como consecuencia que el problema no se dimensione en forma adecuada, ni se activen los mecanismos necesarios para que la sociedad y los otros poderes presionen más a las autoridades para resolverlo.

Durante los gobiernos priístas del siglo pasado, los medios eran censurados con el control de la distribución del papel, la asignación de concesiones, el manejo discrecional de las partidas presupuestales para publicidad y los llamados “chayotes”. Aunque estos recursos perdieron efectividad, en los últimos años se han incorporado otros que resultan tanto o más efectivos, como las amenazas implícitas y la violencia verbal.

El asesinato de 13 periodistas tan solo en lo que va del año (y más de 150 desde el año 2000), más los diversos atentados y agresiones que ha sufrido el gremio, han convertido a México en el país más peligroso del mundo para los periodistas, por cuarto año consecutivo. El hecho inhibe la capacidad de informar y opinar con la libertad que amerita y debe otorgar un sistema democrático.

Tenemos, sin duda, amplios márgenes en materia de libertad de expresión y derecho a la información. Costó muchos años consolidarlos. Sin embargo, la polarización alentada desde las más altas esferas del poder público ha contribuido también a ponerle nuevos límites. El atentado contra Ciro demostró una vez más el alcance y las consecuencias que provoca dicho fenómeno.

Las noticias de alto impacto (como el intento de asesinato) siempre van a generar polémica, verdades a medias, mentiras, especulaciones y conjeturas. Si bien es cierto que estas reacciones son parte natural de la lucha por el poder y de los procesos de comunicación política, también lo es que dificultan la importante labor de contrapeso y búsqueda de objetividad que deben tener los medios convencionales y digitales en nuestro sistema político.

La centralización de la información que se ha impuesto desde la Presidencia de la República afecta la labor de las y los comunicadores, al reducir las opciones y fuentes que deberían tener con todas las instituciones y dependencias que lo conforman. Con el atentado, se confirma que las declaraciones del presidente minimizan la importancia que tienen otras instituciones en la transmisión de información oficial de primera mano.

Discrepar y ejercer la réplica periodística son derechos que todas y todos podemos ejercer, incluido el Presidente de la República. Sin embargo, la violencia verbal contra comunicadores es algo que, desafortunadamente, le sigue aportando efectividad a la estrategia de comunicación del primer mandatario en términos de su popularidad y con miras a las elecciones 2024. No es ilegal, pero sí algo que trastoca los valores éticos de la sociedad y provoca fuertes y nuevos desequilibrios entre los poderes.

En suma: los disparos contra Ciro sí tuvieron consecuencias muy delicadas. Por un lado, porque abonan al clima de terror que algunos pretenden sembrar en el país desde hace muchos años. Por el otro, porque la inseguridad, la polarización, los nuevos mecanismos de control que se ejercen desde el Estado y los atentados contra periodistas solo incrementarán la autocensura de periodistas y comunicadores, uno de los elementos más nocivos y dañinos para la libertad de expresión.

Sirva este espacio para expresar mi solidaridad con Ciro Gómez Leyva, quien demostró una vez más su profesionalismo al permanecer en sus espacios informativos luego de la terrible agresión que sufrió. También por privilegiar la difusión de los hechos en el manejo informativo de su caso.

Recomendación editorial: Santiago Tejedor (director). Censurados: historias que no pudieron callar. España: Universidad Autónoma de Barcelona, 2020.