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¿Tiempo de debatir?

A nadie conviene un debate entre los aspirantes de Morena a la presidencia durante el primer trimestre de 2023. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

La propuesta del canciller Marcelo Ebrard para que los aspirantes de su partido a la presidencia renuncien a sus cargos y tengan varios debates no es la más conveniente. Ni siquiera para él. Si bien es cierto que organizar varios debates —desde ya— rumbo a las Elecciones 2024 sería muy atractivo para la ciudadanía, también lo es que no se trata de la mejor táctica comunicacional para conseguir un “piso parejo”.

En las actuales circunstancias, el “piso parejo” es simplemente un buen deseo. Primero, porque el método de selección del candidato o candidata que se ha puesto en marcha tiene características bien definidas y hasta ahora inamovibles. Segundo, porque la estrategia de comunicación para obtener los mejores resultados en las encuestas debe estar alineada con la del presidente Andrés Manuel López Obrador. Y tercero, porque la decisión final dependerá única y exclusivamente del primer mandatario.

Si a esto agregamos que los partidos de oposición aún no han anunciado a un contrincante realmente competitivo, qué necesidad tiene Morena de que los aspirantes ya definidos se sometan a un posible proceso de desgaste si alguien o algo se sale de control durante el proceso. Además, lo más probable es que surjan críticas claramente sustentadas sobre lo que sería visto por las autoridades electorales como actos anticipados de campaña

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Está claro que la y los aspirantes presidenciales de Morena bordean los límites de lo que establece la normatividad electoral. No hay duda de que siguen asumiendo riesgos, hasta ahora controlados. Seguro que las estrategias de comunicación de los tres elegidos por el presidente los seguirán manteniendo en el centro de la atención y ganando puntos de posicionamiento, confianza e intención de voto. Al menos durante los próximos meses.

Sin embargo, aunque suene a perogrullada, hay de conflictos a conflictos. La organización de una serie de debates a destiempo no parece una decisión totalmente razonable. Si lo que buscaba el canciller con su propuesta era llamar la atención, lo logró pero no con el mejor resultado. Si lo que consideró fue que la aceptación de sus aliados a debatir lo ayudaría a subir en las encuestas, tampoco pareció ser la acción más adecuada. 

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La mala noticia para Ebrard es que la respuesta que finalmente recibió fue un no rotundo, aunque en un principio todo parecía indicar que sí. La buena, es que su declaración quedará registrado como una anécdota sin importancia. El hecho de que los números de algunos estudios no le estén favoreciendo en la medida que hoy lo necesita para ganar las encuestas de septiembre próximo, lo deben llevar a revisar a fondo su estrategia, más aún por el crecimiento acelerado que está registrando el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

Aún más. Una de las prioridades en la estrategia del presidente para 2023 serán las elecciones en los estados de México y Coahuila. Aunque hay tiempo de sobra para mantener abiertos varios frentes, es evidente que no debe estirar más la liga de los conflictos internos entre quienes aspiran a la presidencia, pues con el que está generando el senador Ricardo Monreal es más que suficiente. En el mismo sentido, tampoco parece haber condiciones para activar desde la Presidencia otro Plan B en el corto plazo.  

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En nuestro país, la cultura de debate no termina por madurar. Por supuesto que es bueno para la democracia que haya más debates formales e informales. Ojalá que el llamado del canciller abone, aunque sea un poco, a fortalecer la conciencia de que este formato debe estar presente en nuestra cotidianidad política. Sin embargo, muchos le rehuyen por temor y otros no se preparan o entrenan en forma adecuada para que cumpla con su importante función.

Si en verdad Marcelo Ebrard quiere debatir durante los siguientes meses, debe considerar que existen otras opciones de obtener las ventajas y beneficios que pueden darle los debates formales. En principio, las redes sociales y medios digitales facilitan la realización de llevar el debate a otros niveles: en formatos atemporales (sin necesidad de coincidir en un mismo momento, lugar físico o espacio mediático); indirectos (es decir, sin que sean cara a cara); y de alto impacto (bajo el principio de creación de noticia).

Consulta: Hubert Gehring y Nicolás Díaz Cruz (editores). Partidos políticos en la era digital. Conectando a la ciudadanía con la democracia. Colombia: Fundación Konrad Adenauer, KAS y Corporación SeamOS Democracia Digital, Enero 2019.

Por si fuera poco, los debates alternativos que proponemos se pueden llevar a cabo con pleno apego a la legislación electoral. También con excelentes repercusiones en los medios electrónicos. En cualquier caso, es preciso considerar que la innovación de las campañas en la era digital es una necesidad. Pero tampoco hay que olvidar que ésta no se limita a la generación de contenidos banales, como la creación de avatares del multiverso o pintarse la cara de un catrín o cantar cualquier cosa en TikTok.

Los formatos mediáticos de prácticas deliberativas hoy son infinitos. Son parte de una nueva conversación pública global que ha llevado a la creación de nuevos paradigmas en la elaboración de las narrativas y mensajes que surgen desde cualquier persona o grupo en el espacio público. En consecuencia —y no obstante los retrocesos que experimenta aún nuestra democracia— todas y todos los aspirantes presidenciales deberían estar dispuestos a arriesgar más, pero con propuestas de comunicación realmente útiles, efectivas e innovadoras.

Recomendación editorial: Julio Juárez Gámiz. Los debates electorales en la democracia contemporánea. Apuntes para analizar su presencia, función y evolución en las campañas. México: Instituto Nacional Electoral (INE), 2021.