TICKETMASTER

El señor de los atracos

Los esfuerzos por contener el monopolio de Ticketmaster no ha dado buenos resultados. | Carlos Gastélum

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Escrito en OPINIÓN el

En México, los consumidores que asisten a eventos deportivos y artísticos de paga son víctimas cautivas del abuso de las empresas y la simulación de las autoridades. De un lado está Ticketmaster, un monopolio rentista que cobra elevadas tasas por la emisión de boletos, y del otro las bandas organizadas de revendedores que roban, estafan y defraudan frente a las narices de la policía.

Tickemaster nació en 1976, en Estados Unidos, como una pequeña empresa de software que ofrecía sus programas de emisión de boletos a universidades y negocios. Con el tiempo, la empresa creció para alcanzar hoy entre el 65 y 70% del mercado de venta de boletos en el mundo. Sus ingresos provienen de tres fuentes: las comisiones por emisión, la promoción de artistas y eventos en sus plataformas, y la administración de centros de espectáculos.

En México, Ticketmaster cobra hasta el 20% del monto por evento. Si la entrada cuesta mil pesos, se terminarán pagando 200 más solo por ese concepto. Además, si no está habilitada la opción de boletos digitales, se deberá asistir a un módulo de impresión en donde, aparte de los costos en tiempos y traslados, te cobrarán un monto adicional… ¡para que te impriman el boleto que ya pagaste! En algunos países, inclusive, Ticketmaster administra sistemas de reventa en línea donde, evidentemente, se lleva otra tajada.

Como lo señalaba Viridiana Ríos en una publicación de hace algunas semanas, los porcentajes que se cobran en México son mucho más elevados en comparación a otros países, pudiendo ser de entre el 3 hasta el 14% por entrada.

Sin embargo, otras perversidades como la falta de control en el número de boletos a la venta, fomenta el acaparamiento de bandas organizadas que se dedican a la reventa, actividad ilícita según las leyes mexicanas. Pero basta con asistir a cualquier evento para atestiguar que la reventa sucede sin descaro alguno frente a la policía. ‘Quiere boletos, le sobran boletos’, es el mantra en las afueras de los recintos. ¿Y por qué no hacen nada las autoridades si saben que es una práctica reiterada, identificable y perseguible por obligación? O están coludidos, o de plano son todos unos ineptos.

En algunos casos, quien compre en reventa terminará pagando un precio mucho mayor por una entrada que sí le será útil. Tan solo en el pasado concierto de Bad Bunny, algunos llegaron hasta los 40 mil pesos. Pero en muchas otras situaciones, los revendedores venderán boletos falsos o clonados, como sucedió en ese mismo evento y que ha vuelto a Ticketmaster y a los revendedores en la mira de la opinión pública.

Desafortunadamente, los esfuerzos por contener el monopolio de Ticketmaster no ha servido ni aquí ni en otros países. Las multas que la Comisión Federal de Competencia Económica, que han superado apenas el millón de pesos a lo largo de siete años, son un claro incentivo para que esta empresa siga haciendo de las suyas.

Mientras las autoridades no decidan tomar acciones, Ticketmaster y los revendedores continuarán con el atraco a los bolsillos de la gente. Si el titular de la Profeco, Ricardo Sheffield, o los miembros de la COFECE quieren dignificar un poco su encargo, que emprendan acciones colectivas y sanciones antimonopolio que hagan valer la ley. También, la Jefa de Gobierno y la Fiscalía de la CDMX deben poner a su gente a trabajar, a perseguir a los revendedores y no tolerar que este delito ocurra como sucede hoy: con descaro y sin consecuencia alguna.