#INFILTRADO

La triste y corta historia de Fredy

La corta vida de la víctima, un niño que nunca no fue ni de aquí ni de allá, maltratado. | Antonio Nieto

Escrito en OPINIÓN el

Entre las 18:30 horas del 22 de noviembre pasado, una seguidilla de golpes en la pared alertó a Johanna. Se levantó de su cama y fue hasta un monitor donde se veía el exterior de su casa, en el Callejón del Carmen, alcaldía Gustavo A. Madero. No vio nada fuera de lo común sino hasta las 20:08 horas cuando vio, a través del monitor, a un hombre pasar por su casa con un bulto en el hombro. Era el cuerpo de un niño envuelto en una sábana blanca, se enteraría después.

La familia de Fredy Avendaño García, de 8 años de edad, es originaria de San José Tenango, Oaxaca. El pequeño y su madre, Reyna, de 30, se mudaron al Estado de México hace un par de años para intentar salir de la pobreza. Se asentaron en la colonia Emiliano Zapata, en Los Reyes La Paz, pero la pandemia provocó que la empresa de limpieza que había contratado a Reyna la despidiera. Como pudo, sacó adelante a Fredy y prometió regresarlo a la escuela, cosa que nunca pasó. Su prima, Flor, que acababa de tener gemelos, le prometió ayudarla, pero las cosas se voltearon.

Consta en la carpeta FGAM/UAT-GAM-3/UI-1S/D/03593/11-2022, que el 10 de septiembre pasado, Flor, de 35 años y su novio, Rogelio, de 20 y padre de los gemelos, acudieron a la casa de Reyna para pedirle apoyo, pues tenían problemas con el hijo de ella, Abelardo, de 17 años de edad. El adolescente al parecer anda en malos pasos, le dijeron a Reyna. Consume alcohol, venera a la Santa Muerte y tiene una novia con la que se la viven en la pachanga, se quejaron. Reyna les respondió que ella tenía muchas complicaciones económicas, que si la ayudaban con Fredy, iba a ver la manera de poner en cintura a Abelardo, pero no dijo cómo. Según el expediente, Flor y Rogelio son jardineros y hace cuatro meses se mudaron a una pequeña vivienda en Callejón del Carmen y Cerrada de Benito Juárez, al norte de la ciudad. Flor vivía en Oaxaca, pero conoció a Rogelio y se asentó en la capital poco antes de que se embarazara. Ese 10 de septiembre, Reyna aceptó que su hijo Fredy se fuera con sus tíos, bajo la promesa de que los ayudaría en su trabajo mientras ella encontraba empleo.

Con el rodar de los días, Reyna sintió que algo andaba mal. Cada vez que hablaba por teléfono con su pequeño, éste se escuchaba más triste. Así lo declaró ante el Ministerio Público, pero no supo qué hacer, asumió que era por la repentina separación. Sin embargo, su hijo sufría maltrato, sobre todo por parte de Abelardo, hijo de Flor, que tuvo que compartir su cuarto con Fredy y quedó molesto. A las 14:30 horas del 22 de noviembre pasado, Flor recibió una llamada mientras laboraba en la colonia Peralvillo, alcaldía Cuauhtémoc, a unos 12 kilómetros de distancia. Era Abelardo. Algo le dijo que tuvo que abandonar su trabajo y desplazarse a su casa. Unas dos horas más tarde, su novio, Rogelio, tuvo que hacer lo mismo.

Ocurrió lo siguiente: Abelardo había asesinado a su primito. Azotó su cabeza tanto contra la pared que de pronto dejó de respirar. Al ver el cuerpecito ahí inerte, Flor se vio forzada a avisarle a la madre, Reyna, pero le mintió: “Fredy se salió de la casa y no lo encontramos”, soltó. A las 20:08 horas, Rogelio salió de la pequeña vivienda con el cadáver de Fredy, envuelto en una sábana blanca. Detrás de él lo seguía Flor, según videos obtenidos por agentes de Investigación de la Fiscalía capitalina.

La pareja abandonó a su sobrinito en un sucio callejón junto a una planta de bombeo, al pie de un altar con una cruz blanca. Después, Flor volvió a comunicarse con la madre de Fredy. “Nos lo encontramos aquí cerca, iba caminando, pero se desmayó”, mintió de nuevo. A Reyna se le vino el mundo encima. Sintió culpa y miedo al mismo tiempo, admitió después a las autoridades. Mientras tanto, el presunto asesino, Abelardo, agarró unas cosas, las metió en una mochila y huyó de su casa. Pasó a ver a su novia y se despidió. Todavía Flor trasladó a su sobrinito al Hospital Materno Infantil de Cuautepec, donde los médicos le informaron que no había nada más que hacer, que el menor había muerto.

El 24 de noviembre, policías de Investigación detuvieron a Flor y a su novio Rogelio, mediante órdenes de aprehensión por homicidio. No había la menor duda de que habían tratado de desviar las indagatorias, pero los videos de cámaras particulares los captaron justo cuando se deshicieron del cuerpecito de Fredy. Este viernes, Abelardo fue detenido y se supo que también había hecho quemaduras y raspones a su sobrino desde que llegó a vivir con él. Los vecinos dieron cuenta de ello, de los sollozos de Fredy y los pleitos que también hacían llorar a los gemelos de Flor. Ella y Rogelio se la vivían tomando, aseguraron testigos. El mismo día del asesinato ambos estaban alcoholizados y con la voz atropellada por el nervio. Así ocurrieron estos hechos, tan tristes como la corta vida de la víctima, un niño que nunca no fue ni de aquí ni de allá, maltratado, sin juegos ni sonrisas y que ahora descansa en un mejor sitio.

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.

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