DERECHOS HUMANOS EN QATAR

Futbol y derechos humanos

A lo largo de la historia, el balón ha sido de todas, todos y todes, pero en los últimos años, se ha pretendido dejarlo en los pies de unos pocos. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Desde hace una semana los ojos de millones de personas están posados sobre el rodar de un balón de futbol. Por un mes, tres o cuatro partidos al día, como diría el ex campeón del mundo argentino, Jorge Valdano, todos los días son domingo, aludiendo a que es en este día, cuando más encuentros futbolísticos se celebran. No sólo a nivel profesional sino también en cada cancha, en cada espacio donde sea posible dar rienda suelta a la pasión por el balompié. Por un lapso de 90 minutos más el descanso, naciones enteras se paralizan para dar testimonio de las hazañas de su representativo nacional.

El ansia es mucha. Se juega la primera ronda de la Copa Mundial de Fútbol 2022, y la espera de cuatro años para volver a jugarse un torneo de esta magnitud se esfumó. Las 32 selecciones que lograron clasificar a esta contienda realizan su mejor esfuerzo por obtener resultados favorables. Si bien la Copa ya es legendaria, por primera vez se realiza en invierno, en lugar de verano; es alojada en Medio Oriente, en Qatar, donde nunca antes se había realizado, y ha sido muy cuestionada, desde diferentes puntos de vista. 

El primer cuestionamiento surgió con la designación del país sede debido a que cuenta con una postura restrictiva de derechos de ciertos sectores de la población como las mujeres y las personas LGBTTTIQ+, además de requerir de la importación de mucha mano de obra para poder llevar a cabo las obras necesarias, entre ellas, la construcción de todos los estadios que se están utilizando, pues no había la infraestructura para celebrar una competición de esta magnitud. 

Las personas contratadas para dichas obras trabajaban en condiciones infrahumanas como lo mostró un reportaje publicado en Reino Unido, por el diario The Guardian, en el que se aseguró que más de seis mil quinientas personas murieron como consecuencia de las obras de construcción para la infraestructura. A pesar de la denuncia, no se tomaron medidas al respecto ni se intentaron esclarecer los hechos por parte de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA).

Desde hace una semana, varias selecciones han intentado mostrar su incomodidad con respecto a las leyes vigentes en Qatar. En su partido debut, los jugadores de la selección alemana se tomaron la foto grupal con la mano tapándose la boca, como queja de que la FIFA no dice nada ante las vulneraciones a derechos humanos. Algunos capitanes como Henry Kane, de la selección inglesa, querían portar un gafete con los colores del arcoíris, en apoyo a las personas LGBTTTIQ+. Incluso, la selección de Dinamarca ha amenazado con desafiliarse del organismo rector del futbol mundial por las últimas decisiones que ha tomado. 

La magia del futbol podría radicar en su aparente simpleza y en las posibilidades de que el más débil pueda vencer al más fuerte; en su inclusión, en el sentido de que no se requiere alguna característica física en específico, sino más bien la picardía y la agilidad con los pies y el pensamiento; en su colectividad, pues por más que haya un jugador estrella, siempre requerirá de sus compañeros para poder lograr una victoria; en la armonía, ya que se necesita de cierta convivencia pacífica para que un equipo funcione. 

Sin embargo, en esta Copa Mundial, esa esencia futbolística, que tanto ha gustado desde finales del siglo XIX, cuando comenzó a rodar el balón, parece eclipsarse ante un organismo internacional rector del deporte más popular del mundo, que nunca se replanteó la posibilidad de cambiar la sede del evento, y más bien, se ha dedicado a defender su decisión, la cual, estuvo sustentada en la corrupción. Y también se niega a ceñirse a las nuevas exigencias sociales para alcanzar un mundo mejor. 

Por eso, continúa sin dar tanto impulso al futbol femenil y da pie a la pervivencia de desigualdades económicas, pues una jugadora profesional percibe mucho menos ganancias que un jugador profesional, y no se pronuncia al respecto. Tampoco toma decisiones fuertes con respecto a la denostación de las personas por su orientación sexual o su identidad de género, y sanciona muy levemente conductas homofóbicas, lesbofóbicas o transfóbicas. Al igual que cuando se suscitan acciones de corte racista o xenofóbico. Más lejos aún, toma en cuenta a los derechos humanos como los principios básicos que deben regir los lugares donde se organizan sus eventos. 

El escritor uruguayo, Eduardo Galeano, quien logró conjuntar al futbol y la literatura, en una de sus últimas reflexiones señaló que “el juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, futbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue".

A lo largo de la historia, el balón ha sido de todas, todos y todes. En los últimos años, se ha pretendido dejarlo en los pies de unos pocos, pero, las mayorías han comenzado a externar su opinión, a devolverle al juego del balón con el pie su colectividad. Que esas voces continúen haciendo presentes. Que el fútbol sirva de pretexto para denunciar las injusticias, como en 1978, cuando fue el marco de las primeras denuncias de desaparición forzada en Argentina durante la celebración del mundial en aquella nación, que cumpla su objetivo de entretener, conjuntar a las personas, dar voz a todas, todos y todes y que el balón deje de mancharse.