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¿Un país unido?

La marcha que encabezará el presidente López Obrador el próximo domingo solo reavivará el fuego de la polarización. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

La declaración pasó casi inadvertida. El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo hace unos días que el llamado a la unidad y a la conciliación que hacen sus adversarios solo significa “mantener el mismo atraso de siglos y estar formando ciudadanos susceptibles de manipulación”. Aunque en principio sus palabras parecen cuestionables, lo cierto es que la unidad política no existe. Nunca ha existido. 

Tal vez sea obvio, pero es necesario recordar que la división en todos los ámbitos de las relaciones sociales es parte de la cultura. Más de nuestra naturaleza. Y, ¿por qué no?, de nuestra animalidad política. En la historia mundial, los llamados a la unidad lo han hecho infinidad de gobiernos. Sin embargo, solo los regímenes autoritarios son los que se aferran a conseguirla, porque el pensamiento político diverso y la pluralidad les representan un verdadero peligro.

En las narrativas de partidos y gobiernos, el llamado a la unidad es más que un recurso retórico. Es una forma por la que se trata de obtener un mayor control de la población y, por lo tanto, de los recursos que están a disposición del Estado. En contraste, la diversidad es la esencia de la democracia porque sin ésta no podríamos ser libres. Pero como la libertad puede derivar en abusos o falta de respeto a los derechos de terceros, se han creado los equilibrios y contrapesos.

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No hay duda de que la marcha que encabezará el presidente López Obrador el próximo domingo traerá como consecuencia el afianzamiento de la polarización que ha promovido desde el inicio de su mandato. Sobre este particular, algunos analistas están convencidos de que no se trata de una acción impensada. Otros piensan que no está haciendo un cálculo político apropiado. De lo que se puede estar seguro es que él está absolutamente convencido de que le dará buenos resultados para su imagen y, además, para lo que espera lograr en las elecciones de 2023 y 2024.

En contraste, quienes quieren ver la movilización como una amenaza para el país se equivocan. Cierto es que un presidente debe gobernar para todas y todos. Pero también lo es que la defensa de sus intereses personales y de grupo son legítimos, siempre y cuando el primer mandatario y sus seguidores se mantengan apegados al estado de derecho. Por lo tanto, en los hechos, el llamado a la unidad no tiene ningún sentido para ellos. Tampoco para sus adversarios.

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La fórmula para manejar un discurso más democrático no es tan complicada. En lugar de poner en el centro de la atención la unidad, se tendrían que privilegiar los conceptos de pluralidad, civilidad, diversidad, búsqueda de acuerdos y respeto a las diferencias. La narrativa funciona. Es convincente. Es realista. Contribuye a reducir los conflictos, de manera particular los que ponen en riesgo la gobernabilidad.

Una narrativa en favor de la unidad nacional solo se justificaría frente a desafíos tan grandes como la guerra con otros países. O en el marco de grandes tragedias, riesgos o desafíos para la población. Y ni así se logra. La traición y el desacuerdo siempre están presentes en la actividad política porque también son comportamientos o reacciones naturales del ser humano. Los únicos frenos que tienen son los límites que marcan las leyes o la ética.

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Cuando un grupo político llama a la unidad de la población en contra de sus adversarios podría parecer también una acción acertada. En el pasado funcionó más o menos en diversos contextos y varias ocasiones. El problema es que en escenarios de polarización no sirve de nada. Por eso, la unidad y la diversidad son conceptos en los que, de acuerdo con José Woldenberg, siempre “existe una tensión”.

Sin la búsqueda de la unidad, afirma el expresidente del INE, la vida en común “sería un caos y seguramente se impondría el poder del más fuerte. Sería liosa, anárquica, una lucha de pandillas sin fin ni horizonte. No obstante, sin la aceptación de su pluralidad, la sociedad unida será refractaria a su diversidad, las libertades tendrían que ser conculcadas y la vida en común sería como la de los cuarteles”. 

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Por lo anterior, cuando los gobiernos con sus discursos y acciones se acercan a situaciones autoritarias, las minorías o los más débiles no pueden ejercer sus derechos en los términos de equidad e igualdad que les garantizan las leyes. Así que el punto a aclarar es en torno a qué o a quiénes debe plantearse la unidad. La razón es obvia: la unidad en política es solo una aspiración, un deseo… un sueño.

En principio, la unidad nacional no tendría que construirse alrededor de los personajes políticos, ideologías o instituciones. Tampoco con fanatismo a algunos símbolos como el himno o la bandera. La unidad debería dirigirse, asegura Woldenberg, “a la Constitución”. La ventaja es que la misma Carta Magna —con base en la pluralidad— tiene la capacidad de ser modificada cuando se presentan situaciones violentas, conflictos o desacuerdos que sean difíciles de ser resueltos por otros medios.

Consulta: Rodolfo Canto Sáenz. "Participación ciudadana, pluralismo y democracia", en  Revista de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Puebla, Nueva Época, año X, número 41, Octubre 2016-Marzo 2017, pp.54-75.

En los procesos de comunicación política, el llamado a la unidad es frecuente. Sin embargo, se trata de un recurso retórico muy simple, que no se puede argumentar con eficacia por las condiciones que impone el nuevo ecosistema de comunicación. En las redes sociales la pluralidad y la diversidad hacen crecer en forma exponencial las divisiones. Pero no tanto como para preocuparse porque cuenta con mecanismos reguladores que si bien no eliminan algunas nefastas o lamentables consecuencias, sí disminuyen los riesgos. 

El presidente López Obrador parece entender bien que los llamados a la unidad están desfasados de nuestra realidad política. Lo que resulta paradójico es que se mantenga en su actitud de promover la polarización sin buscar las negociaciones y acuerdos que buscan los líderes en un sistema democrático. Si se quiere analizar el problema en términos pragmáticos, ajustar su estrategia política y de comunicación con un enfoque pluralista no afectaría ni su popularidad ni las intenciones de voto que ya ha logrado. Seguro.

Recomendación editorial: Francis Wolf. Tres utopías contemporáneas: Hacia la unidad política de la humanidad. España: Erasmus Ediciones, 2019.