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Neofascistas en México: fuera caretas

A finales de 2012 Margarita Zavala utilizó la palanca presidencial en un cabildeo-cruzada contra el aborto y el derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo. | Roberto Rock L.

Escrito en OPINIÓN el

A finales de 2012, cuando la lideresa priísta Beatriz Paredes concluía una diputación federal y recién había culminado la presidencia de Felipe Calderón, una mancha saltó al rostro de ambos: durante el calderonismo (2006-2012), los Congresos de 17 estados del país habían aprobado leyes que criminalizaban la práctica del aborto. A su amparo, mujeres de esas entidades caían en prisión por ejercer sus derechos reproductivos.

Paredes Rangel había disputado la jefatura del Gobierno capitalino, y se había desempeñado como dirigente nacional de su partido entre 2008 y 2010. El reclamo por su decisión de voltear hacia otro lado cuando esas leyes eran aprobadas fue mayor al determinarse que de los 17 estados que las sacaron adelante, 10 eran gobernados en su momento por el PRI; 6, por el PAN, y uno más por PRD. En medio de esa racha, en 2007 el Congreso de la Ciudad de México lograba la aprobación inicial de la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas de gestación.

Cuando fue increpada por tal avalancha de legislaciones antiaborto, la ahora senadora Paredes –también aspirante a la sucesión presidencial de 2024– dijo que debió acotar sus convicciones feministas y de izquierda para respetar la voluntad democrática de sus correligionarios legisladores locales. Esta posición no fue lejos antes de ser impugnada entonces por feministas como Sabina Berman o Patricia Galeana.

Años después, en conversación con el autor de este espacio, la propia Paredes alegó que Margarita Zavala, esposa del entonces presidente Calderón, presionó a gobernadores, a Congresos locales e incluso a jerarcas de la Iglesia católica para impulsar estas leyes.

Margarita, no se vale hacer esto desde Los Pinos”, encaró la señora Paredes a Zavala, de acuerdo con el testimonio que me transmitió. “Se vale todo, Beatriz”, le habría respondido aquélla.

De acuerdo con esta versión, Zavala le había torcido el brazo a todos esos actores utilizando la palanca presidencial en un cabildeo-cruzada contra el aborto y el derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo, como lo acabó avalando la Corte.

El anterior es un episodio que puede parecer aislado, pero tiene una línea continua con lo ocurrido el pasado fin de semana en la Ciudad de México, seleccionada para tener su encuentro por uno de los principales organismos mundiales que promueven un pensamiento ultraconservador, con ribetes fascistas, la ideología que justo hace un siglo encumbró en el poder al italiano Benito Mussolini.

Y es que los historiadores nos están alertando que quizá no hemos aprendido la lección y estamos echando mano de los pensamientos e ideologías que casi destruyen a la humanidad en el siglo XX.

En las diversas entrevistas otorgadas con motivo de la presentación de su libro más reciente, Enrique Krauze ha mostrado preocupación sobre la cortedad de nuestra memoria, y ha sugerido que, en el mundo y particularmente en América Latina, parece reciclarse el virus de las dictaduras, con su inclinación hacia el culto a la personalidad, lo que ha sugerido que puede advertirse en la autodenominada ‘cuarta transformación’ de Andrés Manuel López Obrador.

Nos han visitado, con pompa y boato, dictadores de Cuba y Venezuela, pero estamos lejos de albergar aquí algo como lo ocurrido el jueves y viernes pasados, con la cumbre de la ultraderecha mundial. Y frente a ello, resultaría sano que tirios y troyanos asuman posicionamientos transparentes para explicarnos en dónde están realmente parados. Así sabremos si –como quien empolla al huevo de la serpiente– tendremos a un Bolsonaro –o a un Hugo Chávez redivivo– en las boletas electorales del 2024.

Uno de los actores más eméticos durante el encuentro efectuado por la Coalición Política de Acción Conservadora (CPAC, por sus siglas) es Juan Peña Neder, al que se puede rastrear como colaborador del citado expresidente Calderón en la Secretaría de Gobernación. Peña Neder es actualmente promotor aquí de un “Partido Republicano Binacional” inspirado en Donald Trump, y simpatizante de Adolfo Hitler y el nazismo, como ha sido documentado en su momento por reportes periodísticos.

El señor Peña fundó la organización “México Despierta”, cuyas proclamas podrían integrar un catálogo de posicionamientos contra derechos ganados por las mujeres, la comunidad LGBT+, los judíos o los migrantes, y favorables a la esterilización de las indígenas, lo que atrae pulsiones adicionales racistas y xenófobas. Un neofascismo puro, pues.

Pero los “puros” nunca lo son tanto. En los años calderonistas, Peña Neder apareció ligado a un escándalo por tráfico de permisos para casinos, y en la presunta violación tumultuaria de su esposa, por lo que incluso cayó en prisión. Ello no obstó para que en la reunión de la CPAC participara en momentos de rezo e inspiración religiosa en defensa del “origen católico” de nuestra sociedad, según postularon varios oradores.

La presunta estrella nativa del evento de los ultraconservadores fue Eduardo Verástegui, al que diversos reportes describen como una marioneta de fuerzas que hoy prefieren estar en el anonimato. Actor y militante de estas causas polémicas, Verástegui colecta apoyos no transparentes para buscar en los estados el registro local de partidos políticos. En la reunión aludida profesó su admiración por Trump, y aplaudió de pie a Steve Bannon, el hombre clave del trumpismo y acaso el actual ideólogo más importante de la ultraderecha estadounidense, con extensión en varios países europeos y, por lo visto, latinoamericanos.

La reunión de la CPAC fue una consecuencia natural de la visita realizada a México en septiembre de 2021 por Santiago Abascal, dirigente en España del partido Vox, una agrupación igualmente ultraconservadora que se ha montado en la crisis económica en aquel país para culpar de ello a la migración, en particular a la de origen árabe, además de levantar la misma colección de proclamas racistas y contra derechos adquiridos por comunidades vulnerables.

Abascal, que gusta de presentarse en público con el casco de Hernán Cortés –el conquistador genial y autor de masacres en el mundo indígena–, ha denunciado una “conjura socialista” en América Latina, a la que sueña reunida bajo una “Iberoesfera”, con corazón en el Madrid católico. Este hombre fue recibido en México, con los brazos abiertos, por legisladores del PAN como los senadores Julen Rementería, Alejandra Reynoso, Martha Márquez y Lilly Téllez, así como los diputados federales América Rangel y Raúl Torres. El inevitable escándalo provocó un sano deslinde de la dirigencia de Acción Nacional.

En España, Vox es revulsivo para amplios segmentos de la población, pero la clase política, entre ellos partidos de larga tradición como el Popular o el Socialista Obrero, han decidido no atravesarse ante el avance de la ultraderecha, aunque con ello pongan en riesgo una democracia que apenas se encamina a su medio siglo de existencia, tras la muerte del dictador Francisco Franco (1975).

En México es deseable que todo aquel que se asuma demócrata tome distancia de estos rebrotes de la ultraderecha, que sin duda tiene raíces en el sinarquismo que condujo a la Guerra Cristera, en la Liga Anticomunista que fue dirigida desde Guadalajara, y en otras agrupaciones que hoy se sienten azuzadas por la polarización atizada desde Palacio. Si la radicalización se entroniza antes y después del 2024, el país se asomará al precipicio. (rockroberto@gmail.com).