La ciudadanía salió a las calles el domingo pasado con un mensaje muy claro: el INE no se toca.
Como pocas veces en la cuenta de las manifestaciones en el entorno público, en esta ocasión no puede adjudicársele a fuerza política o grupo alguno el mérito de organizar, convocar y conducir una marcha en la que cientos de miles en la capital mexicana y en las principales ciudades de la República hicieron valer su voz.
Ciudadanas, ciudadanos sin acarreo, sin más motivación que la defensa de nuestra joven democracia, tomaron el espacio público en un día tradicionalmente dedicado al descanso, a la diversión. La causa lo valía, y lo sigue valiendo.
Desde luego hubo uno que otro despistado que quiso acarrear agua para su molino. Fueron señalados, confrontados y abucheados. Tampoco faltaron los provocadores del gobierno y su régimen, que quisieron infiltrarse para cosechar algo del odio que destilan a diario. No pudieron.
El saldo de la descomunal manifestación fue blanco. No hubo negocios agredidos, ni equipamiento urbano vandalizado, no se registraron enfrentamientos con la policía, ni armas. Pura y contundente expresión cívica.
Del lado del gobierno hubo de todo: desde agresiones verbales en las conferencias presidenciales hasta declaración de contingencia ambiental, reducción de circulaciones que mágicamente se abrieron ya cuando la gente estaba en las calles, encendido de las fuentes en la Plaza de la República donde se dio la concentración final.
Ni así pudieron contener, mucho menos doblegar a las ciudadanas y los ciudadanos que acudieron por sus propios medios a decir: a eso vine, a defender al INE.
Una ciudadanía que se manifiesta de forma tan ejemplar en contra de un proyecto absurdamente regresivo debe ser escuchada.
Su voz es mandato.
Las fuerzas políticas del país han de registrar esa voz, tomarla en cuenta y actuar en consecuencia porque no es un asunto menor. Es la defensa de nuestra joven democracia, que sin ser perfecta es el fruto de décadas de lucha y de vidas de personas que nos legaron una institución y un sistema electoral confiable, del que han surgido tres alternancias presidenciales.
El propio régimen actual surgió de un proceso conducido por las instituciones que son de todas las mexicanas y de todos los mexicanos. Porque el INE, aunque se les olvide a algunas personas, somos todas y todos.
Después de la marcha queda claro que la pretendida reforma electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene futuro. Su intención de modificar esquemas de composición del consejo general del INE no cuentan con el respaldo social ni con los votos en el Congreso.
¿Se atreverá a implementar de nueva cuenta el cerco y acoso en contra de legisladoras y legisladores de oposición para “invitarlos” a votar por sus deseos? De hacerlo demostraría una vez más que la voz de la ciudadanía no le importa, tal como la desestima y desvirtúa en cada conferencia matutina.
¿Insistirá en enviar reformas legales a todas luces inconstitucionales, confiando en el margen de operación que le ha dado la Suprema Corte al no resolver clara y prontamente los recursos presentados por la oposición?
Sería lamentable que incluso la Corte se prestase a un juego perverso de intrusión en las instituciones fundamentales de nuestra democracia. Confío que el criterio de ministras y ministros permanezca en el derecho y la justicia, y no en la filiación política.
Por lo pronto, la marcha ha sido una victoria de la ciudadanía, que emitió su mandato contundente. En la Bancada Naranja de Movimiento Ciudadano reiteramos lo dicho desde un principio: estamos siempre con la ciudadanía, y con ella manifestamos: #ElINENoSeToca.