ABUSO SEXUAL

Una mujer fue violada en una patrulla de CDMX

Un hecho inaudito para un gobierno que ha puesto énfasis en combatir la violencia de género. | Antonio Nieto

#OpiniónLSR.
Escrito en OPINIÓN el

En este torbellino de violencia contra las mujeres en el país, hubo un caso que pasó desapercibido, pero que refleja, en toda su crudeza, el peligro con el que tienen que vivir, no solo en su círculo cercano sino en donde están los que deberían protegerlas.

De acuerdo con el expediente CI-FIDS/FDS-7/UI-FDS-7-01/00400/04-2022, la madrugada del 19 de abril, Mónica y un amigo iban a bordo de un Honda Civic por Avenida Universidad, en la colonia Del Valle, a sur de CDMX. En el cruce con Eje 6, una patrulla policial con numeral MX419S1 hizo sonar la torreta y el Civic se orilló para detenerse. Eran las 2:13 horas y la pareja se dirigía a su casa después de acudir a una fiesta. Consta en la carpeta que un policía le ordenó al conductor enseñarle la documentación del coche, mientras el otro le pidió a Mónica descender. Por la zona circulaban coches y algunos bares recién se habían vaciado, pero todavía trabajaban empleados con las luces encendidas.

El conductor del Civic estaba visiblemente ebrio y fue alejado unos metros de su coche para que supuestamente dialogara con el oficial Josué “N”. Mientras tanto, Mónica y el policía segundo Humberto “N” estaban de pie afuera del automóvil hasta que el uniformado le ordenó a la joven de 35 años de edad subirse a la parte trasera de su patrulla. “¿Cómo nos vamos a arreglar?”, presuntamente sugirió el oficial, con la pistola en su fornitura y el radio de comunicación apagado. Según la declaración ministerial de Mónica, el policía la recostó allí, en los asientos traseros de la unidad, donde van los detenidos, se puso encima y le quitó la ropa de la cintura para abajo. Mónica estaba paralizada, no sabía qué hacer y cuando iba a gritar el agente le tapó la boca con la mano. Tras violarla, Humberto “N” bajó de la patrulla y Mónica reaccionó; dijo en voz alta: “Pero tengo tus fluidos”, lo que hizo que su acompañante volteara y se acercara. Entonces, el oficial echó a correr por el Eje 6 hacia Eje Central mientras el otro regresó a la unidad y arrancó.

En los alrededores hay decenas de cámaras, hay departamentos de alta plusvalía y toda clase de negocios, no es un descampado o un solitario paso en la periferia. Estamos hablando de una colonia donde una violación en vía pública resultaría impensable. Así ocurrió esa madrugada. Más tarde, la patrulla involucrada fue encontrada por otros policías, alertados por el C2 Sur, pues Mónica presionó un botón de pánico en uno de los postes que sostienen las cámaras. Para desgracia de los elementos bajo sospecha, el C2 captó todo. Registró el momento exacto en que el Civic fue parado y cuando Mónica subió a la unidad policial. Estuvieron en esa esquina 16 minutos. Los agentes supusieron que serían protegidos por sus compañeros, pero no fue así. Abandonaron el servicio y 48 horas después ya no se presentaron a laborar.

Tras varios días de búsqueda ambos fueron capturados y presentados ante el Ministerio Público de la Fiscalía de Delitos Sexuales. Por más que movieron palancas, los agentes fueron dados de baja de la corporación y posteriormente encarcelados. Al parecer habían tomado alcohol durante el servicio y el oficial Humberto atacó a Mónica porque podía y porque pensó que no pasaría nada, que nadie le creería a la víctima porque había estado tomando. Este caso, al haber ocurrido dentro de una patrulla, representa un hecho inaudito para un gobierno que ha puesto énfasis en combatir la violencia de género. Algo similar pensaron los feminicidas de Ariadna Fernanda: que serían protegidos y que el crimen sería encubierto por las autoridades de Morelos, donde el cuerpo de Ari fue hallado la mañana del 31 de octubre pasado, simplemente porque así es y porque así ha sido. Ese pensamiento viciado está clavado a todos niveles, desde el policía que viola a una mujer en su patrulla hasta un fiscal que presuntamente pidió a sus peritos modificar la necropsia de una mujer asesinada, todo con el fin de que la ecuación de la impunidad persistiera.

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.