GUERRA EN UCRANIA

Estados Unidos, al pastor se le van las cabras

Estados Unidos logró embarcar a Europa en una guerra de sanciones contra Rusia. | Jorge Faljo

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El sabotaje a los gasoductos NordStream 1 y NordStream 2 solo pudo hacerse con equipamiento militar muy avanzado. En la investigación hecha por Suecia, Dinamarca y Alemania no se permitió la participación de Rusia, copropietaria de los gasoductos y uno de los países más afectados. Los resultados de la investigación fueron declarados secreto de Estado y se archivó el asunto.

Rusia declaró que fue Inglaterra la que hizo el sabotaje durante el breve periodo en que Liz Truss estuvo al frente del gobierno. Estados Unidos, que había amenazado los gasoductos celebró el sabotaje al señalar que se abría una importante oportunidad para substituir los energéticos provenientes de Rusia.

Al momento del sabotaje esos gasoductos estaban paralizados así que vale la pregunta ¿para qué destruir gasoductos inoperantes? Una hipótesis es que ya se empezaban a observar en Europa incipientes protestas populares contra la carestía que podrían más adelante convertirse en exigencia para volver a comprar gas ruso barato. La destrucción de los dos NordStream eliminó esa posibilidad y convirtió en indispensables las importaciones energéticas provenientes de los Estados Unidos.  

Si el motivo del sabotaje fue la futura movilización social, fue una predicción atinada. Hoy en día las manifestaciones populares crecen conforme suben los precios, la población se empobrece y, lo peor, se acerca el invierno y con ello la posibilidad de pasar mucho frio y/o el cierre de fábricas y negocios. Lo previsible es que este invierno Europa inicie una recesión económica de larga duración acompañada de conmoción social y posible desestabilización política.

Ahora Europa tiene que comprar gas norteamericano, aunque Alemania y Francia denuncian la falta de solidaridad norteamericana debido a que se los vende cuatro veces más caro que su precio en los Estados Unidos.  

Otro motivo de discordia es que el Plan de Reducción de la Inflación del presidente Biden favorece con beneficios fiscales y apoyos públicos a las empresas que producen en territorio norteamericano y promueve decididamente el “compre norteamericano”. Es el caso sobre todo de la fabricación de vehículos eléctricos y la cadena de producción de baterías eléctricas. Europa ha condenado el plan y discute la posibilidad de acciones en represalia. Macron, el presidente de Francia, ha propuesto un plan “compre europeo”. A la condena se han sumado Japón y Corea del Sur, también importantes exportadores de autos hacia los Estados Unidos.

Europa enfrenta ya una importante pérdida de competitividad de su industria debido al alto costo de los energéticos. Diversas importantes empresas anuncian planes para reubicarse en los Estados Unidos donde tendrían energía mucho más barata. Se teme que se inicie una carrera de subsidios crecientes a la industria a costa de los erarios públicos. Canadá ya anunció su propio plan de subsidios para evitar que sus empresas migren hacia los Estados Unidos.

Cada quien mira por sus propios intereses, incluso por encima de sus anteriores discursos moralinos. Biden fue a chocar la mano con el príncipe Bin Salman de Arabia Saudita, pero no consiguió que elevara su producción petrolera. Ahora Macron saludó amablemente a Maduro, el presidente de Venezuela y le pidió dialogar en privado. El caso es que ahora ven con buenos ojos a Maduro ya Venezuela por su potencial exportador de petróleo; es decir si se le quitan las sanciones.

Olaf Schulz, el Canciller alemán, fue mucho más lejos, hasta Beijing, la capital de China, para hablar con Xi Jinping su presidente. En el encuentro se anunció que China le compraría 292 aviones comerciales a un costo de 37 mil millones de dólares. Pocos días antes Alemania anunció que aceptaba venderle a China parte del puerto de Hamburgo, uno de los más importantes del mundo. Son ingresos de dinero chino nada despreciables.

Este decidido acercamiento entre Alemania y China pone de cabeza el panorama geoestratégico norteamericano. Connotados analistas internacionales, entre ellos Henry Kissinger, advirtieron que a Estados Unidos no le convenía centrarse en la contención de Rusia, cuando China era el verdadero rival geopolítico y militar del futuro. Mucho menos le convenía propiciar un acercamiento entre Rusia y China. Y eso es precisamente lo que propiciaron las sanciones a Rusia.  

China es la gran ganadora del conflicto ucraniano y se cubre las espaldas obteniendo el apoyo europeo convirtiéndose en un gran cliente y ofreciéndole mayor apertura a sus exportaciones.

Estados Unidos se ve obligado a repensar su estrategia económico militar y hay señales que apuntan hacia un rápido giro en su posición.

La primera señal es que hace unos días Estados Unidos le sugirió a Zelensky, el presidente ucraniano que acepte un dialogo diplomático con Rusia. Es el momento oportuno ahora que Ucrania ha recuperado parte del territorio perdido y antes de que el invierno congele la gran planicie ucraniana, que ahora es un lodazal, y Rusia pueda lanzar la gran ofensiva que al parecer está preparando. Zelensky, engolosinado, exige que primero se retire Rusia y pague la reconstrucción; es decir que se negó.

La segunda señal importante es que hace un par de días Estados Unidos le advirtió a Europa que un conflicto sobre Taiwán causaría un choque económico global. El bloqueo de la isla causaría perdidas de 2.5 billones de dólares. Estados Unidos prepara planes de contingencia para afrontar tal posibilidad y ha entrado en platicas con representantes europeos sobre este riesgo.

Agitar el espectro de un conflicto más bien imaginario, o por lo menos unilateralmente promovido por los Estados Unidos es sobre todo una manera de promover el distanciamiento entre Europa y China. Es una advertencia a Alemania que no se atreven a hacer claramente.

Solo que tal vez es demasiado tarde. Estados Unidos logró embarcar a Europa en una guerra de sanciones contra Rusia, que no ha funcionado como esperaban. Es improbable que ahora consiga alinearla en contra de China; algo deben haber aprendido los europeos, sobre todo su población, en este último año.