IGUALDAD Y NO DISCRMINACIÓN

La dificultad de la igualdad

Definir a lo igual, parece una labor sencilla, pero, reflexionar en profundidad lo que por sí misma implica la igualdad, requiere de un gran esfuerzo. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Uno de los conceptos que más se repite en los discursos a favor del desarrollo y de los derechos humanos es el de igualdad, concepto que desde finales del siglo XVIII ha sido una bandera de instituciones gubernamentales y políticas para posicionar una agenda, y cuyo reforzamiento, a nivel internacional, se dio durante la década de los 90 del siglo pasado, en medio de crisis económicas y sociales. A la par, se posicionó como un derecho humano a favor de que todas las personas gocen de oportunidades para una vida digna

Definir a lo igual, parece una labor sencilla, pero, reflexionar en profundidad lo que por sí misma implica la igualdad, requiere de un gran esfuerzo y uno de los últimos teóricos empeñados en dar una respuesta a la pregunta qué es la igualdad es el economista francés Thomas Piketty, quien ha dedicado parte de su trayectoria al estudio del capitalismo a lo largo del siglo XXI, y ahora, emprende una odisea reflexiva alrededor de la noción de lo igualitario.

En “Una breve historia de la igualdad” (Ariel, 2022) parte de la premisa de que a lo largo de los últimos dos siglos y medio hay una tendencia hacia una mayor igualdad, pero no ha sido lineal, debido a una serie de complejidades presentes en la configuración de las distintas sociedades. Con un llamado a retomar el conocimiento histórico para poder responder a su pregunta sobre la igualdad, el analista advierte que desde finales del siglo XVIII se plantean nuevas reglas en el orden social derivadas de las movilizaciones sociales en contra de diversas injusticias y en busca de la construcción de instituciones justas. Pero, a pesar de los esfuerzos, continuaron las desigualdades

Incluso, sentencia que ni la igualdad jurídica acaba con las desigualdades por más que se construyan modelos judiciales con un amplio alcance de protección de derechos y blinde a la ciudadanía de posibles abusos institucionales. 

Ante este primer escenario, el también autor de “El capital en el siglo XXI” posiciona una segunda premisa, la desigualdad es una construcción social, histórica y política, pues las sociedades humanas inventan, de forma regular, las normas e instituciones para estructurarse y distribuir la riqueza y el poder. 

Y para poder analizarla, se requiere de una historia económica y social, pero también de un análisis histórico de los imperios coloniales y la esclavitud así como de la distribución de la riqueza en las clases sociales. Sumada a una visión interdisciplinaria, en la que quepan la historia, la economía, la sociología, el derecho, la antropología y la ciencia política. Y al tomar en cuenta que siempre se han buscado soluciones políticas a esas luchas por el poder. 

El reto emprendido por Pinketty inicia en el análisis de conceptos como el progreso, a partir de ciertos indicadores, en los que se van mostrando mejorías de parámetros conforme al paso del tiempo o la distribución de la propiedad, normada por una sociedad conforme a sus propios parámetros, o la renta, ese ingreso promedio de la población que permite determinar el estado económico de los diferentes países. 

Posteriormente, nos lleva al origen de las desigualdades, a esos sistemas económicos en los que la minoría se beneficiaba de la explotación de la mayoría como en las diferentes colonias alrededor del mundo, donde, para mantener a la metrópoli, se sometía a las personas en sus regiones periféricas. Por eso, sus ejemplificaciones son sobre las grandes plantaciones de El Caribe y algunos otros rincones del mundo y las protecciones, de diversa índole, recibidas para que su aportación fiscal no disminuyera. 

Otro momento que identifica como esencial para la construcción de la igualdad es el de la compensación por lo vivido bajo el lente colonialista, como el haber sido esclavo o esclava o el haber sido un territorio donde vivieron muchas personas esclavas. Sin embargo, dicha compensación podría ser contradictoria, porque, más allá de dignificar a quienes sufrieron menoscabos en dicho sistema económico, se subsanó a quienes sufrieron pérdidas económicas por la abolición de la esclavitud. 

De igual manera, el momento de las revoluciones, esos instantes en los que se transforma la trayectoria social, económica y política de una sociedad para dar pie a un nuevo devenir. Pero, en muchas ocasiones, dichas trayectorias no se modifican de manera tan acelerada como si lo fueron los movimientos que les produjeron y que cuestionaron otros devenires para plantear mejores opciones, muchas veces no alcanzadas o trazadas de manera parcial, limitadas conforme a su espíritu inicial.

Una vez en calma, el pensador francés advierte que, después de las revoluciones, prosigue, en la ruta por la igualdad, un período en el que se consolidan los grandes imperios económicos, se reconocen los derechos de quienes poseen riquezas, en contraparte de los que no, y surgen los sectores privilegiados, no sólo en lo económico, sino también en lo político. 

El punto de ruptura de este período de consolidación es la Primera Guerra Mundial, y subsecuentes conflictos a lo largo del siglo XX, pero también, las políticas de bienestar social impulsadas por diferentes países, cuyo objetivo era reducir las desigualdades entre los sectores más pudientes y los más necesitados, así como redistribuir los ingresos, de tal manera, que quienes tuvieran mayores ingresos, fiscalizarán más, a favor de quienes no los tenían. De igual manera, los países con mayores afectaciones provocadas por el colonialismo pudieron subsanar parte de sus deudas, sin tantas afectaciones. 

Un cambio de postura económica, favorecedora de los mercados, resquebrajó ese espíritu de bienestar equitativo, e impulsó otras agendas como la del reconocimiento del derecho a la no discriminación, a partir de la búsqueda del fortalecimiento de identidades de ciertos grupos históricamente vulnerables, quienes han encabezado movilizaciones sociales de trascendencia, entre ellas, las relacionadas con cuestiones étnicas y raciales. 

A la par, se posicionan posturas en contra del neocolonialismo, relacionado directamente con agendas conservadoras y con la división del mundo en el Norte y el Sur, en el centro y en la periferia aunado a problemáticas como el cambio climático o las vulneraciones de derechos. 

Pero, hacia dónde va la ruta para el conseguimiento de la igualdad, a pesar de que se vive un capitalismo tardío, en el que se han descobijado muchas inequidades, sobretodo, a partir de situaciones como el covid-19. Para Piketty, el camino es el socialismo democrático, ecológico y con mestizaje social, cuya base es el Estado social y la fiscalidad progresiva, el reparto del poder, las reparaciones poscoloniales y la lucha contra la discriminación, la igualdad educativa, la desmercantilización de la economía, la garantía del empleo y el alejamiento del dinero de los sistemas electorales. Una serie de elementos contrapuestos al régimen hegemónico actual, pero que contribuirían a garantizar la tan anhelada igualdad buscada desde hace más de dos siglos para alcanzar la dignidad humana para todas, todos y todes.