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La paz mundial medida en kilotones

El hecho de que Rusia no disponga de armas convencionales que le den una posición de ventaja negociadora, ha hecho que se hable de que podría usar armas atómicas tácticas. | Rubén Beltrán

Escrito en OPINIÓN el

En 1945, el mundo atestiguó el poder de un arma que hoy constituye la última apuesta disuasiva. Algún día alguien la volverá a utilizar. 

El final del siglo XX

La invasión rusa a Ucrania y la guerra de desgaste que el mundo presencia, constituye uno de los capítulos finales de la historia del siglo XX. El final de esta guerra traerá, entre sus consecuencias, el establecimiento de un nuevo tablero de seguridad en Europa que modificará, con nuevas reglas, sanciones y otros elementos de disuasión no convencionales, el concepto de seguridad global. 

El final de esta guerra marcará también el fin de una época de guerras contenidas y la nueva configuración geopolítica dará paso a un panorama más claro de regionalización del poder que tendrá, por un lado, el polo norteamericano, que mantendrá aspiraciones globales; el polo europeo que tratará de darse una mayor autonomía respecto de Norteamérica; y un polo asiático, donde India y China aspiran a ocupar el liderazgo. 

La visión rusa

Treinta años es un plazo de tiempo muy corto; la lenta construcción de la nueva realidad de la posguerra coincidió con la lucha sorda que caracterizó a la Guerra Fría y entró en un capítulo definitorio con la disolución de la Unión Soviética y el inicio del establecimiento de un nuevo espacio de seguridad europeo. 

La pulsión bélica que hoy confronta a Europa con Rusia entró en un momento crítico –en la visión de Moscú– como consecuencia de la expansión de la OTAN. 

A partir de 2007, con el discurso de Putin durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, así como durante su intervención en la Cumbre de la OTAN, de Bucarest en 2008, quedaron claros los términos actuales de la doctrina rusa contra la expansión de la OTAN. 

El antecedente inmediato de la guerra de febrero de 2022, está asentado en la confrontación ruso-ucraniana de 2014, que dio lugar a la anexión de Crimea y Sebastopol, al tiempo que Donetsk y Lugansk declararon de manera unilateral, su independencia de Ucrania

Las propuestas de negociación avanzadas por Alemania y Francia en la forma de los Acuerdos de Minsk, no fructificaron y no hicieron más que adormecer el conflicto durante 8 años, hasta que esta guerra estalló hace casi 8 meses. 

Esta interpretación de la realidad generada en el centro de Europa a partir de los años 90 está en el corazón de la política rusa que cobró vigor, como señalamos, con la llegada de Vladimir Putin al poder. Es evidente que esta sucesión de eventos, el crecimiento de la alianza atlántica y sus consecuencias, son leídos por Occidente de manera diferente y que, si hacemos caso de las expresiones recientes de diversos líderes occidentales como Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, "No es la OTAN la que ha crecido hacia el este, son los países de Europa del Este los que se han acercado a la OTAN." 

Como he señalado en este espacio en reiteradas ocasiones, la interpretación rusa en relación con el crecimiento de la membresía de la OTAN, constituye el argumento central de su posición y así lo ha sido desde hace décadas; sin embargo, el entender los orígenes de la posición rusa no significa que se encuentre justificación a la invasión a Ucrania. Una vez más reitero, esta invasión es a todas luces contraria al derecho internacional y no tiene justificación alguna y como tal ha sido justamente condenada. 

Así, nos encontramos ante uno de los grandes pendientes del siglo XX; su solución no parece estar clara, aunque como señalé en mi columna anterior, me parece que esta guerra ha entrado ya en una fase final y se enfila hacia una resolución; reitero que ello no quiere decir que el final esté marcado ya en un calendario cercano. El desarrollo final bien podría tomarnos por sorpresa o arrastrarse penosamente más allá del invierno que ya está encima. 

En estos momentos, las partes han agotado la fase de acumulación de sanciones y de intervención directa e indirecta en la guerra: más de lo mismo sólo agravará el panorama. 

Reitero, el esfuerzo de guerra y el enorme gasto económico invertido de diversas maneras en el conflicto, demandan ya una resolución.  La respuesta hacia la paz se dará como consecuencia del cuidadoso cálculo que hagan las partes de los costos financiero, social, militar y político, en los que ya se ha incurrido (y cuyo enorme peso ya gravita en las perspectivas de su desarrollo futuro), medidos contra el esfuerzo adicional  que se necesitaría mantener para lograr una solución que permita un asomo de victoria o que impida la generación de una derrota de características fatales. 

Es ahora, cuando las partes se asoman a ese cálculo, un momento en el que se pueden producir los eventos que marquen el final de esta guerra; aún así, el alma del conflicto, como sucede en los casos en los que la motivación central es de naturaleza geopolítica, permanecerá de manera latente en los años por venir. 

¿Como acaban las guerras? 

Desde los meses previos a que se iniciara la invasión rusa a territorio ucraniano, los analistas y la opinión pública hemos imaginado escenarios, Interpretado eventos, asignado responsabilidades en un esfuerzo colectivo por encontrar avenidas de solución a un conflicto que regresó a Europa un escenario bélico que la enorme mayoría de su población sólo ha presenciado en documentales que dan cuenta de la guerra que inició hace más de 80 años y cuyas consecuencias les fueron narradas por sus mayores. 

En estos días, en Ucrania se vive una guerra convencional que no da visos de aproximarse a un final. Una guerra de posiciones y de desgaste, animada por una exitosa contraofensiva ucraniana que ha evidenciado las carencias de una campaña rusa que inició con el pie izquierdo.  

Como señalé arriba, la enorme inversión que supone esta guerra y la acumulación de costos políticos, sociales y económicos,  me hacen suponer que el esfuerzo necesario para continuarla situará a las partes en un punto definitorio donde la prórroga del conflicto sólo multiplicaría exponencialmente las consecuencias. 

En la segunda etapa de la invasión rusa, el Kremlin delineó un extenso frente destinado a mantener la ocupación de los territorios del este ucraniano a lo largo de la costa norte Del Mar de Azov; ante ello, la contraofensiva ucraniana de las últimas semanas ha logrado penetrar la línea rusa en varios puntos y recuperar una parte importante de los territorios previamente ocupados. A los analistas les parece evidente que la precariedad del frente ruso está marcando una guerra de posiciones de gran desgaste. Hoy por hoy, no se percibe un cambio de marea derivado de un contraataque ruso, que hiciera pensar en el éxito que traería la movilización de reservas que Moscú está realizando y sí, por otro lado, el avance de las tropas ucranianas han mantenido un momentum. Los analistas concluyen que en la situación actual la posición rusa no parece sostenible en el largo plazo. Sin embargo, no podemos dejar de considerar los efectos que traiga la nueva ofensiva rusa con misiles. 

Esta adversa situación que las fuerzas rusas presentan en el terreno, ha llevado a analistas y al liderazgo occidental a ponderar cuáles serían las alternativas de las que dispone Moscú.  

El análisis de opciones ha reforzado en algunos sectores la multiplicación de voces que señalan que la victoria ucraniana es posible y que forzar a Rusia a regresar a las fronteras del 24/2, es un objetivo alcanzable. Más aún, el gobierno de Zelensky ha reiterado que el objetivo final de su gobierno ya no es alcanzar una solución negociada con Moscú, "no mientras Putin esté en el poder", sino que habrá una continuidad en su esfuerzo bélico hasta lograr que todos los territorios que fueron anexados por Rusia, incluyendo Crimea y Sebastopol, se reintegren a la plena soberanía de Ucrania

Ante esta posición, señalan distintos autores y analistas, las alternativas para Rusia se reducen a tres posibilidades: 

Lanzar una contraofensiva para equilibrar posiciones en el terreno y volver a tomar la iniciativa. (El preludio de esa nueva estrategia podría estar marcado por la ofensiva con misiles que en las últimas horas se han centrado en Kiev y en Zaporiyia; ello es también consecuencia de las explosiones que dañaron el puente de Kerch este fin de semana pasado.)

Aprovechar la inminente llegada del invierno para intentar mantener las posiciones controladas y enfrentar el costo asociado a una campaña de desgaste que se prolongue mucho más allá de la primavera de 2023, y tal vez entonces lanzar una contraofensiva o continuar la guerra de posiciones. La nueva ofensiva rusa dependería de una casi total reorganización de sus fuerzas y estaría basada en el uso de fuerzas convencionales. El enemigo común de las partes, incluyendo la viabilidad del apoyo europeo, así como el de la economía y de la estabilidad social en Rusia, es el tiempo. El costo será insostenible en algún momento. 

Hacer bueno el anuncio de Putin respecto del uso de armas atómicas y, como ya se especula en varios campos, lanzar un ataque limitado con armas nucleares tácticas, para romper el momentum ucraniano, recuperar la iniciativa y crear condiciones que lleven a Ucrania a negociar en términos favorables para Rusia

El hecho de que a la luz de la evidencia pública, Rusia dispondría de pocas opciones que implicando el uso de fuerzas convencionales la llevara a una posición de ventaja negociadora, ha hecho que cada vez más se hable con insistencia de que Moscú podría optar por el uso de armas atómicas tácticas

Hace unos días, el jueves 6 de octubre, Joe Biden señaló que desde Kennedy y la crisis de los misiles en Cuba el mundo no se había enfrentado a una crisis como la de ahora cuando "existe una amenaza directa del uso de un arma nuclear si, en efecto, las cosas continúan por el camino que van". ("Occidente se toma muy en serio las amenazas nucleares de Putin. El País, 9 de octubre).  

En el mismo artículo, los autores abundan: "La consigna en Bruselas (...) parece muy clara: hay que bajar de revoluciones el discurso, relajarlo, la amenaza nuclear es real pero también el riesgo de que Putin utilice una subida de tono como munición."

La información pública, que también cita el diario español, recuerda que el arsenal nuclear ruso es el mayor del mundo y que cuenta con casi 2000 armas nucleares tácticas y cada una posee una potencia de entre 1 y 50 kilotones. Rusia tendría también cabezas nucleares de una potencia de 0.3 kilotones, equivalentes a 300 toneladas de TNT, como la que devastó el Puerto de Beirut en agosto de 2020. 

En un artículo aparecido en el número del New Yorker del 29 de septiembre,intitulado “Como podría terminar la guerra en Ucrania”, el novelista de origen ruso, Keith Gessen explora el análisis que Hein Goemans, autor de “Guerra y castigo”, realiza sobre las razones por las que una guerra es de corta duración, mientras que otras se alargan brutalmente en el tiempo. 

Gessen encuentra que la teoría sobre el ‘compromiso creíble’ elaborada por Goemans explica en gran medida, la duración de una guerra. Según Goemans, en la medida en que las partes estén genuinamente convencidas de la posibilidad de su victoria, se mantendrán en el campo de batalla; de la misma manera, si la posibilidad de una derrota catastrófica se antoja como inevitable para una de las partes, esta mera convicción le bastaría para mantener la guerra. Otro aspecto fundamental es la llamada ‘información asimétrica’, concepto que normalmente lleva a una de las partes a sobreestimar su poderío en relación con su contrincante.

Resulta evidente que tanto fallas en la inteligencia rusa, así como falencias notables en términos de logística y de capacidad real, han alterado el convencimiento de la victoria posible que anima a las partes y ha derivado en otros fenómenos de carácter social: el momentum que en las últimas semanas se generó en la sociedad y tropas ucranianas es inversamente proporcional al repudio a la guerra que se vive en estratos significativos de la sociedad rusa y que ha ocasionado que miles de rusos en edad y condiciones de combatir, hayan abandonado el país para evadir la movilización. 

Como consecuencia de lo anterior, se han multiplicado en las voces que dejan ver que el uso de armas nucleares podría convertirse en la condición que rompería la situación prevaleciente en el frente y que llevaría a Ucrania a la mesa de negociación y, de acuerdo con algunos analistas, podrían llevar a que Occidente atemperara de manera dramática el apoyo militar y económico hacia Kiev. 

Es difícil de ponderar cuáles serían las consecuencias de que Rusia llegara al extremo de la utilización de armas nucleares tácticas; preocupa, y mucho, que la opinión pública se esté familiarizando con esa posibilidad. Por lo pronto, las noticias de ayer 10 de octubre, al cierre de esta columna, señalan que Moscú ha intensificado los ataques con misiles tradicionales: ¿Le anima la convicción de una victoria, o es una penúltima apuesta para equilibrar la situación en el terreno?. Un sólo kilotón nos llevaría a una verdadera catástrofe.  Por otro lado, las intenciones de Rusia para utilizar armas tácticas nucleares, podrían verse frustradas por la intervención de una potencia cercana, como pudiera ser China o la India; por consideraciones de carácter interno derivadas del cambio radical de las condiciones internas de carácter económico o de gobernanza interna, o aquellas eventualmente relacionadas con una generalizada falta de apoyo social a la guerra

Hoy, me inclino a pensar que la valoración de las terribles consecuencias que traería el uso de un arma nuclear son un disuasivo suficiente; espero que el costo ya acumulado por esta guerra, encarezca las aspiraciones de victoria total de las partes en guerra y que, finalmente, se pueda encontrar una solución negociada. No creer que la paz es posible nos llevaría a la resignación de que, en efecto, un escenario apocalíptico está cercano.