ANNIE ERNAUX, LA PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2022

La escritora Annie Ernaux

Nada me atrapa más en la escritura de Annie Ernaux, la Premio Nobel de Literatura 2022, que su relación con su madre. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

En su primera novela "Los armarios vacíos" publicada en 1974, Annie Ernaux habla de su madre y de su padre, de su infancia y adolescencia. De la pobreza y los orígenes campesinos. Del trabajo en la fábrica que significaba –comparativamente– un ascenso. De sus lecturas y de esa vergüenza que llevaba consigo como una segunda piel. Las memorias llegan mientras su personaje espera que su aborto suceda. Es el comienzo de esa escritura intimista tan suya. Directa y tajante. Descarnada. Autobiografía recurrente. Tras la publicación de su primer libro le escribió a Simone de Beauvoir por quien sentía una enorme admiración, no conozco los contenidos de esa carta, pero es pública la respuesta de Beauvoir: "Gracias por su amable carta. Es normal ser incomprendida cuando se escribe un libro voluntariamente un poco ambiguo. Espero que eso no la desanime porque usted tiene algo que decir y mucho talento. Hablo mucho de su novela". El tema de su aborto lo retomará en "El acontecimiento" publicada en el año 2000. 

Recuerdo la impresión que me dejó aquel primer libro: la búsqueda de la niña y la adolescente Annie del conocimiento y de la belleza. El conocimiento que salva. La presencia de sus padres, la vida familiar en lo cotidiano, las costumbres y el lenguaje de las clases campesina y obrera, su conflicto al convertirse en una universitaria que "traiciona" sus orígenes, son una parte esencial de la literatura de Ernaux, se trata de Ella, se trata de Ellos. Página tras página. En toda su obra. ¿Pero acaso lo personal no llama –experiencias, emociones compartidas– a lo colectivo. Su padre murió en 1967 y "El lugar", publicado quince años después, es una reconstrucción de su vida. También escribió la vida de su madre y su vida junto a su madre en "Una mujer", publicado en 1988. "No he salido de mi noche", fue escrito como un diario durante los años en que la acompañó, enferma ya de Alzheimer. Su madre murió de un embolia en 1986, el mismo año que Beauvoir, como Ernaux se detiene a señalar. El diario se publicó en 1997 y su título es una frase que la escritora toma de una carta que su madre comenzó a escribirle a una amiga y que nunca terminó: "Querida Paulette: no he salido de mi noche". 

"Durante varios meses, pudo seguir viviendo de manera autónoma en la residencia para mayores, de Yvetot, en Normandía… En el verano del 83, en plena canícula, se encontró mal y la ingresaron. En el hospital descubrieron que llevaba varios días sin comer ni beber. En su frigorífico solo había terrones de azúcar". Cuando los objetos parecieran insistir en extraviarse, sin tregua. El olvido. Olvido de sí misma y del entorno. A veces reconoce a su hija, a veces le dice "señora". "Se convirtió en una mujer perdida, recorriendo la casa de arriba abajo o permaneciendo sentada horas en las escaleras del pasillo". Aquella madre que solía ser una fuerza de la naturaleza se transformaba en una hija frágil, impúdica, ajena a su historia y que en su desvarío conservaba sin embargo, la costumbre de guardarse alimentos en la bolsa. Como antes. Los minúsculos hábitos. "Se ha metido pan en los bolsillos, el viejo miedo a que falte, a pasar hambre... El miedo de los pobres del que ya me había olvidado". 

También en 1997 Ernaux publicó "La vergüenza" donde con esa honestidad suya –tan inesperada e impactante– narra un domingo que dejó de golpe de ser un "día cualquiera": "Mi padre intentó matar a mi madre un domingo  de junio. Fue a primera hora de la tarde... mi madre que estaba de muy mal humor no dejó de discutir con mi padre durante toda la comida... Se levantó y le vi agarrar a mi madre y arrastrarla hasta el café... tenía el hacha para cortar leña que había arrancado del tajo..." Pero después la madre simplemente dijo: "Vamos, ya ha pasado todo". Sorprende la palabra "vergüenza" para referirse a esta escena de tan aterradora violencia. Después en el mismo libro, Ernaux nos describe las calles de su pueblo, las habitaciones de su casa, el negocio de sus padres. Regresa al lenguaje y a las costumbres: "?No desperdiciar la comida y disfrutarla al máximo: preparar pequeños trozos de pan al lado del plato para mojarlos en la salsa, tomar el puré demasiado caliente empezando por los bordes o soplarlo para que se enfríe, inclinar el plato para introducir la cuchara hasta el fondo o agarrarlo con las dos manos y sorber, beber agua para que la comida entre mejor. Estar limpio sin utilizar demasiada agua". La pobreza. Un cierto hacinamiento. Las supersticiones. El baño fuera de la casa. Los anhelos de la madre de un ascenso social que si no llegó para ellos, tenía que llegar para su hija. "Estos éramos. Éstos hemos sido", insiste Ernaux sin darse tregua.

Annie cambió de modo de vida: universitaria, profesora, escritora cada vez más leída y premiada. No querría otra vida, ni su madre ni ella nunca imaginaron que pudiera ser de otra forma: ¿Annie atendiendo el mostrador del café-tienda de abarrotes familiar? Jamás. Pero esa ambivalencia sella su escritura, como narra en su discurso de recibimiento  del Premio Formentor: "Para determinar cómo se ha forjado esa impresión de ilegitimidad o, simplemente, de no estar en mi sitio, hay que remontar sin duda hasta la infancia, hasta esa entrada en el mundo que nos asigna por casualidad a un país, una sociedad, una familia. Con unas características particulares (hija única, sustituta de una hermana muerta antes de que yo naciera, algo de lo que no me enteraría hasta los diez años), todo lo que constituye el cosmos de una infancia, la lengua hablada y el lenguaje del cuerpo, la alimentación, la vivienda y el barrio, sitúa la mía en el mundo popular, categoría 'obreros de origen campesino'' y más adelante 'tenderos-taberneros'".

En 2008 Ernaux publicó "Los años", considerado como un ejercicio de recuperación de la memoria individual y colectiva: "?No se cansaban nunca de contar el invierno del 42, glacial, el hambre y el colinabo, el avituallamiento y los cupones para el tabaco, los bombardeos, la aurora boreal que había anunciado la guerra, las bicicletas y las carretas en la Derrota, las tiendas saqueadas, los siniestrados rebuscando entre los escombros en busca de sus fotos y su dinero. ?La llegada de los alemanes (cada uno situaba dónde, en cada ciudad), los ingleses siempre correctos, los americanos caraduras, los colaboracionistas, el vecino en la Resistencia, la chica X rapada tras la Liberación". "Los años" no puede no hacernos pensar en el célebre "Yo recuerdo" ("Je me souviens") de George Perec, autor al que Annie cita como una influencia mayor en su vida, sobre todo con su primera novela "Las cosas".  

Nada me atrapa más en la escritura de la Premio Nobel de Literatura 2022 que su relación con su madre. Dejo para la próxima semana su libro "Una mujer". La historia de su madre. Sus sueños. La ambivalencia en su relación con su hija nacida tras la muerte de Ginette, su promogénita. Y retomo la frase final de Ernaux en la excelente entrevista que le hizo Isabelle Charpentier en "Grand Continent" y que acá les comparto: "Para mí la literatura es un arma de combate".  Agregaría: de memoria y de combate.

Vínculo a la entrevista.