NORDSTREAM 1 Y NORDSTREAM 2

El más brutal sabotaje eleva los costos y riesgos de la guerra en Europa

Sin ambos gasoductos, Estados Unidos se convierte en un proveedor indispensable de gas para Europa. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

El lunes pasado las estaciones sismológicas de Suecia detectaron por lo menos dos poderosas explosiones en el mar Báltico; no se trataba de un sismo o una ocurrencia natural. Poco después se identificaron por lo menos tres puntos en la superficie del mar donde ascendían enormes cantidades de gas que se escapaban a la atmosfera.

Se había atentado con éxito contra los gasoductos Nordstream 1 y Nordstream 2 que corren cada uno con dos líneas de tuberías paralelas sobre el fondo del mar Báltico. El Nordstream uno era hasta hace poco el principal mecanismo de exportación de gas ruso a Alemania, pero se encontraba paralizado por labores de reparación que la parte rusa alega que sólo podían completarse si se levantaban las sanciones contra su país.

El otro gasoducto, el número 2, fue concluido a principios de febrero, pero nunca entró en operación. Alemania detuvo su certificación debido al conflicto con Rusia. Sería el medio de mayor capacidad para transportar y proveer de gas a Alemania y a través de ella a gran parte de Europa.

Llevar a cabo el sabotaje requirió de alta tecnología para la colocación precisa, en el fondo de ese mar, de centenares de kilos de explosivos en torno a un gasoducto protegido por una gruesa pared de concreto y tubo de acero. Los expertos consideran que tuvo que ser una operación de estado, es decir, planeada y ejecutada por algún país en particular.

No se sabe qué país orquestó este sabotaje y eso será investigado. Entretanto lo que se hace en los medios es analizar quién o quiénes son los más beneficiados por el sabotaje. De menor a mayor va así, según comentan.

La reacción de los analistas y medios apegados a los intereses militares de la alianza occidental es acusar a Rusia que de esta manera demostraría que está decidida a cortarle el suministro de gas a Europa. Pero esta versión es absurda. Rusia podía abrir y cerrar la llave del gas a su antojo sin necesidad de dañar una infraestructura que le costó muchos miles de millones de dólares construir. Su mayor interés sería el contrario, reanudar e incrementar las exportaciones que le brindaban el 40 por ciento de sus ingresos internacionales.

El siguiente en la lista sería Alemania. Su motivación, según algunos, sería contener a su propio pueblo y a los de otros países que se empiezan a manifestar en contra del incremento del costo de la vida. Entonces el siguiente sospechoso sería la OTAN, la organización militar occidental que de este modo mandaría el mensaje de que en esta guerra no hay marcha atrás. Como en la conquista, Cortés quemando las naves al desembarcar en Veracruz. Siguen siendo Alemania y la OTAN beneficiarios poco creíbles.

Estados Unidos compite por el primer lugar como beneficiario del sabotaje. Elimina cualquier tentación de que Europa decida suspender su participación en la guerra (enviando dinero y armamento) y entrar en un diálogo de paz con Rusia que incluya reanudar las compras de gas. De hecho, Alemania ya se hacía la remolona para enviar los tanques que había prometido y al parecer hace un par de semanas enviados suyos dialogaron con los rusos sobre esa posibilidad en Uzbekistán.

Tucker Carlson, uno de los más conocidos comentaristas de televisión norteamericanos, popular entre los seguidores de Trump y proclive a las teorías de conspiraciones expuso a sus millones de televidentes que bien podría haber sido la administración del presidente Biden. Recordó que en febrero Biden declaró que si Rusia invadía Ucrania inutilizaría el Nordstream 2, no importaba como, el caso es que lo haría.

El caso es que sin esos gasoductos Estados Unidos se convierte en un proveedor indispensable de gas para Europa; un gas caro y muy contaminante.

Pero el primer beneficiario es para varios de los más serios analistas otro país: Polonia. El mismo día del sabotaje se inauguró otro gasoducto que lleva gas de Noruega a través de Dinamarca y el Báltico a Polonia. Con esta tubería Polonia se asegura el suministro de gas que podrá compartir con sus vecinos bálticos, Estonia, Letonia y Lituania con los que tiene redes de conexión. Lo podrá revender sumamente caro y no compartirlo con Alemania con la que tiene un fuerte resentimiento histórico.

La lista de beneficiarios levanta sospechas, pero en realidad no se sabe quién destruyó los gasoductos.

Veamos ahora la perspectiva de los más dañados. En primer lugar, los pueblos de Europa, a los que se cortó de tajo la opción de regresar al uso de un combustible más barato y menos contaminante. Ahora las marchas y protestas crecientes no pueden pedir que se reabran los gasoductos y se revierta en serio la inflación, que se detenga el empobrecimiento y se puedan proteger del frío este próximo invierno.

También todo el mundo se ve afectado porque se arrojaron a la atmosfera millones de metros cúbicos de gas metano, el más contaminante y persistente de los gases de efecto invernadero.

La guerra se ha escalado con el referéndum donde los ruso parlantes, la tercera parte de la población de Ucrania, decidieron, tras ocho años de bombardeos y persecución, su anexión a Rusia. El compromiso ruso es ahora irrevocable por costoso que sea, sobre todo porque el gobierno de Ucrania amenaza fuertemente a los que llama colaboracionistas y traidores. No hay vuelta atrás.

La guerra sigue su escalamiento y ante la inquietud popular y el creciente titubeo de los gobiernos de Europa alguien decidió quemar las naves y la ha hecho más peligrosa e impredecible. Se abre la posibilidad de otros actos de terrorismo que podrían afectar líneas de comunicación y otros ductos fuera de la zona de conflicto.

En este contexto parece muy acertada la propuesta de México de un plan de paz. No porque tenga el mejor diseño posible, ni porque vaya a conseguir la paz. Eso más bien requiere un milagro.

Es acertada porque pide a nivel internacional lo que cada vez más desean los pueblos del mundo, que haya negociaciones para acabar el conflicto, y porque marca el distanciamiento de México con las partes en conflicto. No estamos con nadie ni contra nadie; lo importante es detener hambrunas y fríos congelantes.