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La revalorización de lo impreso, nuevas tendencias en el mundo editorial

Llevar las obras literarias a los lectores es, en este momento y con el auge de los formatos electrónicos, una tarea más sencilla. | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

El libro es, al menos desde mi punto de vista, uno de los mayores inventos que ha hecho la humanidad. Gracias al libro, todos nosotros podemos compartir ideas, sentimientos, historias. Gracias al libro, podemos saber sobre nuestro pasado, podemos conocer acerca de nuestro presente, podemos imaginarnos nuestro futuro.

Asimismo, la escritura ha modelado el mundo y la cultura en que vivimos. Ha acrecentado el número de las crónicas, los poemas, las fabulaciones, y ha extendido como por milagro el espacio de su duración.

De muchas maneras la literatura oral sobrevive, pero es más vigorosa, más fácilmente perdurable y transmisible la que se escribe. La literatura oral es una literatura que no existe cabalmente mientras no haya sido puesta en manos del lector de forma escrita.

Llevar las obras literarias a los lectores es, en este momento y con el auge de los formatos electrónicos, una tarea más sencilla que la que suponía se realizaba el siglo pasado; sin embargo, se requiere despertar el interés del público, uno que de forma distinta percibe el mundo.

En este largo camino de la historia cultural de América Latina desde el siglo 16, hasta nuestros días, el papel del libro ha sido pilar fundamental en el desarrollo educativo y de difusión del conocimiento. Más aún si se suma la producción industrial que arranca en México por ahí de los años 20 del siglo pasado, y donde se construye una cadena productiva que marca el progreso de la industria editorial mexicana.

Desde muchas perspectivas, el proceso evolutivo de la industria editorial va aparejado con el progreso cultural, pero también con el desempeño económico, político y social. Los hilos de la historia de nuestra región están atados a las páginas de libros y revistas que han dado cuenta del devenir latinoamericano.

La cadena productiva del libro y la revista involucra a ramas tan diversas como las artes gráficas, la industria del papel, de la producción de químicos e insumos, etcétera; todos trabajando para que el lector tenga en sus manos un producto acorde con sus necesidades culturales, de conocimiento o diversión.

El auge de las redes sociales ha impulsado la digitalización de materiales educativos de parte de grandes editoriales, pero ha sido la pandemia la causante de encerrarnos en nuestras casas y evitar el contacto físico por ya casi dos años, y esto ha dado un giro significativo a todas las industrias culturales alrededor del mundo.

La digitalización nos ha alcanzado, quienes solo habíamos escuchado de aplicaciones y softwares para reunirnos con nuestros equipos de trabajo a distancia, hemos experimentado una revolución y tuvimos que utilizarlas y ser “expertos” en cuestión de días. La pandemia aceleró procesos para la utilización de nuevas tecnologías que en condiciones normales nos hubiera tomado años. 

En el sector editorial, los libros digitales tuvieron un mayor crecimiento con respecto a los mismos periodos de años pasados, aunque esto se venía dando de manera natural, sin embargo, el libro-objeto en su formato impreso es aquel que nos brinda no solo la oportunidad de olfatear las tintas sobre el papel, sino también la ocasión de vivir esa conexión casi mágica entre neuronas que no puede experimentarse de la misma forma con un libro electrónico. Está demostrado que el hecho de leer produce nuevas conexiones neuronales, lo cual incrementa nuestra capacidad intelectual. Y, por supuesto, además de que la pandemia nos ha llevado a un estado virtual en todos los aspectos de la vida cotidiana, considero que también nos ha hecho reflexionar sobre la oportunidad que antes teníamos de visitar librerías y bibliotecas, así como de tener contacto real con las personas más allá de las paredes de nuestra habitación.

La industria editorial, como casi todas las industrias, ha resultado severamente afectada en estos dos años, sin embargo, consideremos esto como una oportunidad. Un punto de quiebre que nos conduzca a nuevos comienzos, con nuevos bríos, con más entendimiento del comportamiento humano y el conocimiento de las necesidades lectoras de quienes nos rodean. De aquellos quienes trazarán las líneas y nuevos caminos del futuro.