Main logo

México fuera de México

La política exterior de México no es un tema que importe mucho a Palacio Nacional. | Joel Hernández Santiago

Por
Escrito en OPINIÓN el

Pues nada, que no pudo ser más duro el ‘descolón’ que le asestó el presidente de México al canciller Marcelo Ebrard con aquello de que un día sí, y otro día no: al final fue sí. Esto es: primero se dijo que México enviaría una representación oficial a la toma de posesión del por quinta ocasión, y cuarta consecutiva, presidente de Nicaragua, Daniel Ortega y su vicepresidenta, Rosario Murillo, su esposa.  

Pero la ola de críticas públicas a esta decisión, luego que a lo largo de los meses se conocía la manera brutal como el señor Ortega ha manejado su política interna, cómo manejo a su favor el proceso electoral para conseguir el triunfo y cómo, por lo mismo, envió a la cárcel a sus adversarios políticos con formas no sólo injustas sino crueles... 

Además de los controles a medios de comunicación y a su confrontación con medio mundo que le advertía de sus excesos, por todo esto la Cancillería anunció el 9 de enero que siempre no iría representación mexicana a este evento del lunes 10 de enero porque el mismo día iniciaba la Reunión de Embajadores y Cónsules 2022; un pretexto razonable.

Pero no habían pasado muchas horas de esta declaración que tantos aplaudieron por ser una buena decisión, cuando el presidente de México le contradijo y decidió que sí, que una representación oficial acudiría al evento nicaragüense; que sería Ramiro Ayala, el encargado de negocios en la embajada de México en Nicaragua, y aprovechó para anunciar que propone como embajador en ese país a Guillermo Zamora, periodista.  

Por supuesto, el canciller Marcelo Ebrard le consultó al presidente el tema espinoso de Nicaragua y la toma de posesión de Ortega y lo que significaría para la política exterior mexicana acudir al evento; pero sobre todo el perjuicio para la credibilidad interior. De hecho, el mismo presidente ha dicho que de todo lo que hace su gabinete está plenamente enterado. 

Así que al decidir enviar a un representante a la toma de posesión en Nicaragua, el presidente descalificó a Marcelo Ebrard, lo expone a descrédito posterior en sus decisiones y muestra su solidaridad con un gobierno extremadamente cuestionado por su tono dictatorial y violatorio de los derechos humanos. Nicaragua es un país muy querido en México y por ello preocupa esto. 

Pero ya se sabe que la política exterior de México no es un tema que importe mucho a Palacio Nacional. El presidente ha evitado acudir a distintas reuniones de alto nivel a las que acuden mandatarios del mundo y en su lugar ha asistido el canciller y ha insistido en que su tarea es gobernar México y en México, por tanto no saldrá... 

Y se muestra muy celoso en aquello de la doctrina Estrada de “no intervenir en asuntos internos de otros países” cuando así lo ha considerado, aunque sí ha manifestado su apoyo en eventos de países que él considera afines a su propia política interior, como fue el caso del triunfo en 2021 del Movimiento al Socialismo de Evo Morales en cuya ocasión se apresuró a enviarle felicitaciones y a un representante oficial para la toma de posesión... 

O como ocurrió en el caso del Perú, cuando el recién electo presidente Pedro Castillo enfrentaba mociones de censura en el Congreso peruano. Para el caso envió a Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda mexicano “en su apoyo”. En esa ocasión dijo:

“El Gobierno de Perú está pasando por una situación difícil ... Tenemos que ayudar a los pueblos hermanos, porque esto no es sólo apoyar al presidente surgido de un movimiento popular, que es un dirigente que orgullosamente nace en la zona serrana, viene de las comunidades pobres”.

Sus simpatías con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela han sido evidentes. Él vino a México en septiembre de 2021 para asistir a la cumbre de la CELAC; en México se llevaron a cabo las reuniones –luego abortadas por el mismo Maduro- por las que se buscó el diálogo entre la oposición venezolana al régimen Bolivariano... 

En la mañanera de este 10 de enero el presidente anunció que propondrá como embajador de México en Venezuela a Leopoldo De Gyves de la Cruz, quien a finales de los setenta fue fundador de la Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (COCEI) en Juchitán, Oaxaca y presidente municipal por la misma corriente. 

Un político beligerante con orígenes en el Partido Comunista Mexicano y cuyo discurso anti-imperialista corre a tono con el discurso de Nicolás Maduro. Digamos que es un nuevo guiñó de AMLO al presidente venezolano, aunque un desprecio a la política exterior mexicana. 

Esto es: la política exterior mexicana de la 4T es errática y descuidada. Así, a manera de premio se da el nombramiento de políticos de distinta nomenclatura en cuyos estados –en el caso de gobernadores- perdieron en favor de Morena, o de otros personajes altamente ideologizados. 

En tanto embajadores y diplomáticos mexicanos, como también especialistas de carrera en diversas disciplinas de la política exterior provenientes de las instituciones de excelencia en la materia, ven con azoro cómo se dan estos movimientos y estos nombramientos, toda vez que la formación y experiencia de muchos de ellos se topa con muros de contención ideológica, más que por el interés de favorecer a México, fuera de México: Pero esto es lo que menos importa a Palacio Nacional. 

Por lo pronto al canciller le habrá dolido el ‘estate quieto’ presidencial, lo que pesa en sus aspiraciones hacia la presidencia de México en 2024, mientras que la jefatura de gobierno de la Ciudad de México aplaude este su paso adelante en la liza.  A fin de cuentas ahí se da el juego de Juan Pirulero.