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La geopolítica de la vacunación

Todo parece indicar que la batalla geopolítica de la vacunación en la que europeos, estadounidenses, rusos y chinos están al frente está en pleno apogeo. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Pensar en cómo el covid-19 se ha expandido, mantenido y mutado de la forma en la que lo ha hecho, lleva a reflexionar sobre cómo se ha transformado el concepto de seguridad común. La incapacidad para contener los contagios hizo creer que la vacuna era la solución de manera similar a la defensa de un ejército en caso de conflicto, de ahí que todos los países se lanzaron a una carrera científica para convertirla en realidad y con ella dar fin a la crisis en todos los frentes, pero tan importante como la vacuna es la vacunación y que ésta llegue a todos los países y a todas las personas. 

Así, la salud global se erigió en la prioridad, pero trajo consigo una nueva geopolítica mundial en términos de seguridad y desarrollo económico. Conseguir la vacuna era el gran objetivo y potencias como China, Rusia, India, Estados Unidos y la Unión Europea se lanzaron inmediatamente a conseguirla. El entonces presidente Donald Trump lanzó la operación Warp Speed, con el propósito de producir y distribuir 300 millones de vacunas para cubrir a toda la población en Estados Unidos. Iniciativa que por cierto es similar al proyecto Manhattan de 1942-1946 del que surgieron las bombas nucleares que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, y que permitieron ganar a los aliados la Segunda Guerra Mundial y establecieron la hegemonía mundial estadounidense. Por su parte, la Unión Europea financió el desarrollo de vacunas en compañías como BionTech, CureVac y Sanofi, en la Universidad de Oxford y el Imperial College, y posteriormente negoció la compra y distribución conforme al tamaño de la población de cada uno de sus países miembros. 

Como resultado, la Organización Mundial de la Salud publicó que a enero de 2021 ya existían más de 200 vacunas experimentales, 52 de ellas en ensayos humanos, aunque las vacunas Pfizer en Estados Unidos, y Sputnik y Sinovac en Rusia y China comenzaron a aplicarse antes. 

Pero la carrera por el desarrollo de vacunas no se queda aquí, sino en conseguir un volumen de fabricación suficiente para cubrir a la población mundial. De ahí que la responsabilidad de la vacunación se ha trasladado a las agendas gubernamentales y pese al ideal colectivo de solidaridad, la ayuda a los países menos desarrollados ha encontrado un sinfín de obstáculos. Ejemplo de ello fue la iniciativa de India y Sudáfrica en diciembre del año pasado con la que solicitaron a la Organización Mundial de Comercio suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual para producir vacunas a partir de su desarrollo en los países ricos, y así evitar que los países con menos recursos alarguen su agonía en la crisis pandémica, iniciativa que por cierto fue rechazada por Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Noruega y la Unión Europea a sabiendas de que la epidemia no respeta fronteras.

A esto habría que añadir que, en países como Francia, Italia y Australia, los certificados de vacunación o un test negativo de covid en breve serán obligatorios para viajar y acceder a lugares culturales y de ocio tanto para nacionales como para extranjeros. Por si fuera poco, no todas las vacunas son aceptadas pues en los requisitos de viaje de muchos países europeos sólo aceptan los certificados de vacunación con AstraZeneca, Janssen, Moderna o Pfzer-BioNTech, así que si el viajero ha sido vacunado con cualquier otra vacuna mejor ni comprar boleto de avión. Los certificados de vacunación de las vacunas rusas y chinas Sputnik, Sinovac y Sinopharm, ya sea por cuestiones ideológicas, comerciales o científicas, no son reconocidos por ningún país europeo. Estados Unidos por su parte, aún cuando no tiene restricciones sobre las vacunas aplicadas, a las personas provenientes de Europa no se les permite ni el ingreso ni el tránsito, a menos que ya hayan estado en otro país (sí autorizado) al menos 14 días antes de su arribo a territorio estadounidense.  

Pero los obstáculos para inmunizar a toda la población mundial contra el covid van más allá de la geopolítica. La desconfianza en las vacunas se ha expandido rápidamente en todas las sociedades, con argumentos que van desde las teorías de la conspiración, como que se inyecta un microchip, hasta aquellos relacionados con las religiones y las ideologías de extrema derecha, que no permiten avanzar en las campañas de vacunación en determinados grupos sociales. 

Todo parece indicar que la batalla geopolítica de la vacunación en la que europeos, estadounidenses, rusos y chinos están al frente está en pleno apogeo. El utraproteccionismo de Estados Unidos bajo la administración de Trump permitió a China surtir la vacuna Sinopharm a países africanos, como Marruecos; mientras que Rusia colocó a la Sputnik en buena parte de América Latina, principalmente en Brasil, Argentina y México. Esto lleva a reflexionar sobre si estamos en la antesala de una un nuevo tipo de relaciones internacionales fundadas en la salud como parte de la seguridad común, pero más concretamente de una seguridad estratégica nacional.