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Apagones: los límites del mercado

Sobrevivir se volvió el desafío de millones. | Jorge Faljo

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Escrito en OPINIÓN el

La reciente tormenta invernal cubrió de nieve cerca del 75 por ciento del territorio norteamericano y afectó a más de 120 millones de personas para convertirse en una de las mayores catástrofes climáticas en lo que va del siglo. Peor que los huracanes, tornados e incendios que han asolado antes a los Estados Unidos. Y ahora esta catástrofe nos pegó de refilón a los mexicanos.

Millones fueron afectados por la tormenta. Pero donde verdaderamente se exacerbó fue en el estado de Texas donde cerca de 3 y medio millones de personas quedaron sin electricidad, en su mayor parte durante varios días.

La tormenta congeló desde los instrumentos de control a las tuberías de distribución del gas. Sin gas dejaron de operar las termoeléctricas. Sin electricidad ya no se pudo potabilizar el agua y a unos siete millones de personas se les dijo que deberían hervir el agua. Eso si acaso tenían agua porque también dejaron de funcionar las estaciones de bombeo y muchas de las tuberías explotaron por congelamiento del agua que quedaba en su interior. Los comercios cerraron o agotaron sus existencias de alimentos y agua embotellada.

Sin electricidad, gas, agua simple o potable, con escasos alimentos, sobrevivir se volvió el desafío de millones. Más adelante conoceremos mejor sus estrategias de sobrevivencia. Entre ellas la solidaridad fue una de las más importantes. Pero también hubo lo contrario; los incrementos desproporcionados de precios por agua, alimentos, o una habitación tibia y que ahora las autoridades amenazan con castigar.

Pero el control de precios no se aplica a los grandes. El precio de la energía subió gradualmente a partir del 10 de febrero de los 26 dólares habituales del mega watt por hora hasta 8 mil 800 dólares para el 15 de febrero. Familias que se consideraron con suerte porque tenían electricidad ahora encuentran que su recibo de luz puede llegar a los 450 dólares por día.

La tormenta se ensañó en los estados de más al norte; pero en ninguno sufrió tanto la población como en Texas. Y la razón es que ningún otro estado operó con tanta libertad el mercado; es decir, las empresas energéticas. Su estrategia de libre competencia y mínima regulación se tradujo durante años en los precios más bajos de la energía dentro de los Estados Unidos.

Sólo que sin la regulación apropiada se sacrificaron medidas de seguridad como el aislamiento térmico de las instalaciones. Si acaso una empresa lo hubiera hecho por su propia voluntad habría tenido que elevar sus precios y habría quedado fuera de competencia.

La estrategia texana falló porque el mercado por sí mismo no es capaz de tomar las precauciones adecuadas para el futuro previsible. Es como comprar un seguro contra accidentes; como individuos no nos gusta hacerlo para no gastar en lo inmediato. Sólo que sin esa protección un accidente nos puede arruinar.

Para no cumplir con las reglas de seguridad federales Texas no se integró a las redes de energía interestatales que cubren a todos los demás estados. Por eso no pudo importar energía de otros estados.

Ahora Texas requiere a gritos el apoyo federal que ya empieza a llegar en forma de millones de botellas de agua, cientos de miles de comidas preparadas y cobijas, y docenas de generadores eléctricos para suministrar a instalaciones críticas.

El costo de las reparaciones será mucho mayor a lo que habría costado la prevención. Y aquí habrá una importante batalla política. La población exige rendición de cuentas. Los republicanos intentan culpar a las fuentes de energía renovables y dicen que los grandes ventiladores eólicos se congelaron. Algo doblemente absurdo porque el grueso de la energía de Texas proviene de hidrocarburos y no del viento; y porque esos ventiladores no se congelan en los estados del norte, que son más fríos.

Para el gobierno estatal republicano bastaría hacer reparaciones para regresar a la situación anterior. Para el gobierno federal liderado por Biden la tormenta es otra señal del cambio climático y frente a este habrá que renovar la estructura energética a un nivel superior de resistencia. Este asunto incidirá en las próximas decisiones electorales en que se enfrentarán la visión de corto plazo, con las propuestas de enfrentar el cambio climático en su raíz y en sus consecuencias.

México sufrió el impacto de la tormenta invernal sobre todo de manera indirecta. El presidente López Obrador dijo que el apagón es un recordatorio de que México debe volverse independiente en energía ya que los precios del gas importado se dispararon en 5 mil por ciento en medio de la crisis. El hecho es que fueron afectados cerca de cinco millones de personas y miles de empresas. El Consejo de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación declara que desde el lunes 15 de febrero han perdido 200 millones de dólares por hora.

La idea presidencial de que México debe ser independiente en materia energética suena bien; casi, también, como la de la autosuficiencia alimentaria. Ambas dependencias tienen una larga cola que les pisen de descuido, desinterés y sobreexplotación de los recursos y de los trabajadores para beneficio de pocos. No se resuelven en poco tiempo y menos con un gobierno pobre y austero.

Los retos del presente y del futuro requieren un gobierno con mucha mayor capacidad de acción, y de inversión en infraestructura y en el bienestar de la población. Heredamos la condición de paraíso fiscal y la estrategia de austeridad no da para que las grandes propuestas de transformación puedan ocurrir.