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OPINIÓN

Irreversible

Estamos ante un round de sombra, pues la verdadera batalla por el poder se dará hasta dentro de año y medio. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

Aunque los saldos de la disputa en torno a la consulta para una eventual revocación de mandato pudieran ser trascendentes en términos políticos, en el supuesto de llegarse a un juicio político a los consejeros electorales o darse una confrontación mayor entre la coalición gobernante y la institución electoral, es posible considerar que estamos ante un round de sombra, pues la verdadera batalla por el poder se dará hasta dentro de año y medio.

 

 

El conflicto de la revocación

Es claro y ha sido dicho hasta el cansancio que es ilógico demandarle a una instancia pública la realización de una actividad determinada sin adjuntar los recursos presupuestales necesarios para llevarla a cabo. Mas esa no ha sido la lógica de la autoproclamada Cuarta Transformación, que exige y promueve vaciar las arcas de posibles ahorros previos, eliminando todos los fondos que pudieran hacer falta en el futuro inmediato: para mí todo, después de mí, la nada. Sin embargo, en este caso la ley es clara: la consulta revocatoria debe hacerse bajo los estándares de una elección constitucional. Y ello es imposible con lo actualmente disponible, se rasque lo que se rasque. Por ende, una vez suspendidas las labores correspondientes, existen tres soluciones en manos de la Suprema Corte: ordenarle al Legislativo la entrega de los recursos necesarios, instruir al Instituto Nacional Electoral a que realice el ejercicio con lo disponible, aunque ello contrarie la ley, o exigirle que lo realice conforme a las normas, imponiendo algo imposible. Ya veremos en qué termina este entuerto. Pero si se realiza o no esta consulta, si se hace con todas las de la ley o en versión reducida, si la termina convocando y organizado el propio Ejecutivo como una más de las farsas a las que nos tiene acostumbrados, su resultado será a todas luces intrascendente para la vida política y la democracia en nuestro país, pues nadie quiere que se releve al Ejecutivo federal antes de octubre de 2024.

 

 

El verdadero peligro

¿Dónde radica entonces la importancia de este diferendo? En lo fundamental es que adelanta el escenario de lo factible para las elecciones de 2024. Y no solamente, y como ya se ha advertido, porque pudiera sentar un nefasto precedente de que los comicios pueden realizarse sin ministrar los montos para su financiamiento y que, por ende, es aceptable hacer “elecciones patito”. No. El reto está en otro lado y en otro calendario. A la fecha faltan menos de quinientos días para que tenga que efectuarse el relevo constitucionalmente establecido de una parte de los Consejeros Electorales, entre ellos el Presidente del Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Y eso cambiará seguramente la correlación de pesos entre quienes se inclinan por respaldar las absurdas y “austeras” propuestas del gobierno en turno y quienes se resisten a las mismas. Ya no habrá voces que cuestionen la pertinencia de realizar recortes o ajustarse a la voluntad del mandamás y que logren mayoría, así sea apretada, en votaciones que impidan que estas ocurrencias rijan la actuación del órgano electoral. Si uno ve el sentido de los votos emitidos en ocasión de la propuesta de suspensión de la consulta revocatoria, podrá constatar que el retén está en quienes salen y no en quienes permanecen. Tal vez no todos los nuevos consejeros sean “siervos de la pasión”, pero algunos podrán serlo. Y entonces los súbditos ganarán las votaciones que permitan reducir los gastos para la operación de las elecciones, poniendo en riesgo la veracidad y transparencia de los sufragios que se contabilicen. Y con ello la democracia que tanto nos costó construir simplemente pasará al olvido por esas nuevas formas propias de la 4T.