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“Las malas” de Camila Sosa Villada

Hoy, la actriz y escritora argentina Camila Sosa Villada es Premio Sor Juana de la Fil Guadalajara. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

"Por afinidad con los árboles que crecen sin ayuda de nadie", Camila.

Hoy, la actriz y escritora argentina Camila Sosa Villada es Premio Sor Juana de la Fil Guadalajara, en su inolvidable discurso de agradecimiento dijo: "Les agradezco el coraje y lo inesperado. Se sienta un precedente con esta indecente escritora travesti que recibe tamaña distinción. Y como dice Susy Shock, mi comadrita, se inaugura la venganza de las travestis, por donde menos se lo esperaban: a través de la palabra". Camila tenía 18 años. 

Esperaba en una banquita cerca de una estatua de Dante. Estudiaba Comunicación Social en la universidad y teatro en la Escuela de Artes, se sostenía con el único oficio que parecía le estaba permitido: el trabajo sexual. Había migrado a Córdova desde un pueblito pequeño. Con el tiempo, en ese exilio terminó de atravesar una frontera: dejar atrás para siempre a Cristian Omar, el niño que hacia dentro suyo, nunca fue. "Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir, antes de salir a la calle vestida de mujer". 

La distancia con la familia. Con los habitantes de un territorio de violencias donde no cabía. "Mi papá y mi mamá siempre supieron lo que hacía en ese encierro: escribir y vestirme de mujer. Eso los expulsó de mi mundo y a mí me salvó de su odio: mi romance conmigo misma, mi mujer prohibida". Fugarse y comenzar de cero. Por debajo de cero, porque, ¿dónde y cómo se integra una muchacha tan joven, tan pobre, tan frágil, tan sola? Una travesti. Una persona cuya identidad es trans-femenina. "Irse de todos los lugares. Eso es ser travesti". ¿Dónde sí cabía? En el parque Sarmiento. Allí donde la comunidad de trabajadoras sexuales travestis/trans (menos una, la muchachita embarazada de gemelos), la recibió, la arropó. Donde encontró a las que ella llamó "mi manada". En esa banquita cerca de la estatua de Dante comenzó una familia. "El frío no detiene la caravana de travestis. Una petaca de whisky va de mano en mano, papeles de cocaína visitan una a una todas las narices, algunas enormes y naturales, otras pequeñas y operadas. Lo que la naturaleza no te da, el infierno te lo presta".

La Tía Encarna liderea la manada. Las adopta. Adopta también a un bebé abandonado en una zanja en el parque. "La casa de La Tía Encarna, la pensión más maricona del mundo, que a tantas travestis ha acogido, escondido, protegido, asilado en momentos de desesperanza". Un refugio. El primero que la mayoría de ellas conocía tras historias de violencias terribles. Vivir atacadas. Vivir defendiéndose. "Estaba partida como un vaso de vidrio y con los bordes de sus heridas te lastimaba". Camila escribe que cada año en una vida trans equivale a siete años. Encarna tenía ciento setenta y ocho. La violencia, el acoso, la discriminación no se terminaron nunca, pero, por lo menos estaban juntas.

"Yo digo que fui convirtiéndome en esta mujer que soy ahora por pura necesidad. Aquella infancia de violencia, con un padre que con cualquier excusa tiraba lo que tuviera cerca, se sacaba el cinto y castigaba, se enfurecía y golpeaba toda la materia circundante: esposa, hijo, materia, perro. Aquel animal feroz, mi fantasma, mi pesadilla: era demasiado horrible todo para querer ser un hombre. Yo no podía ser un hombre en ese mundo". En la casa rosa, la Tía Encarna amamanta a su bebé rescatado "con su pecho relleno de aceite de avión... ese niño que drena el dolor histórico que la habita". Ese niño junto al cual eligirá morirse, cuando siente que la vida le cerró hasta la última puerta. En entrevista con la cadena ND Camila declaró: "(El odio) pareciera que fuera solo con los maricas, solo con las tortas o solo con las travas, y no es así, una persona que es capaz de dañar a otra, solo por lo que es, un día se va a cansar de eso y va a pasar a los inmigrantes, y se va a cansar de los inmigrantes y va a pasar a los gordos, y se va a cansar de los gordos y va a pasar a los judíos... lo que se está expresando no es necesariamente un odio particular, es un odio general por todo lo que tiene voluntad de vivir".

Lee a Wislawa Szymborska, Carson McCullers y Marguerite Duras, esta mujer fascinante. Se inscribe en las escrituras intimistas de la ternura y de la violencia. Pienso en Jean Genet, en Virginie Despentes, en las marginalidades que nos estrellan en la cara las fantasías de los mundos "luminosos", "felices". "Justos". Seres nocturnos. Por protección, por prudencia, por vergüenza: "Los rayos del sol nos debilitan, revelan las indiscreciones de nuestra piel, la sombra de la barba, los rasgos indomables del varón que no somos. No nos gusta salir de día porque las masas se sublevan ante esas revelaciones, nos corren con sus insultos, nos quieren maniatar y colgarnos en las plazas. El desprecio manifiesto, la desfachatez de mirarnos y no avergonzarse por ello". 

La invitaron a una Ted/Talk y escucharla es una lección inmensa: su lucidez, su inteligencia, su sinceridad. Su talento con las palabras. Dice que aceptó participar, para pedirle perdón a su manada. Porque se fue, porque nunca volvió a verlas. Cuenta como una de ellas le salvó la vida: sin dudar un segundo abrió la puerta de un carro y se arrojó contra sus atacantes. Ella a quien nunca antes había protegido nadie, la que sentía que prolongaba el "derrumbe" de una madre violentada por el padre, "como un animal atrapado en una cueva". En la entrevista antes citada para ND cuenta de esas emociones anestesiadas por el abandono, por la urgencia de sobrevivir: "Yo no sé recibir cariño, creo que estamos un poco hechas pelotas de la cabeza, que es normal que esto pase, que trabajamos para curarnos, pero no sé amar, no sé recibir amor, y en el camino voy aprendiendo". Su manera afable de nombrar la ira que la habita. "La fiesta y la furia travesti". Su manera de colocar la lucha contra toda forma de discriminación en el centro de su vida.

Recupero un fragmento de su diálogo con Sergio Zuani: "Soy una persona muy enojada, porque siguen pasando las mismas cosas, la misma mierda cada vez… además, me interesa que la disputa sea desde la cultura, que lo que me enoje pueda convertirse en una disputa cultural, en una disputa de lenguaje... una discusión que tiene que ver con la ética... algo que estoy viendo: tener preparada una virgen para el sacrificio... siempre tienen a alguien para ponerlo arriba de la piedra y desangrarla un rato largo, se toman todo el tiempo del mundo, y me ha pasado estar arriba de esa piedra... no me puedo callar ante eso". 

Su nueva novela ya está a la venta: "Tesis sobre una domesticación". El "primer travestismo", dice: la escritura.  Como tan bien expresó su comadrita Susy Schock: "La venganza a través de la palabra".