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Seamos serios en el combate a la corrupción

Una parte muy importante de la gran popularidad del presidente López se debe a la promesa de que su gobierno acabará con la corrupción. | Francisco Rivas

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Escrito en OPINIÓN el

Para los mexicanos, escuchar que los problemas estructurales del país se deben a la corrupción, nos hace todo el sentido.

La corrupción impacta tanto en la falta de un piso parejo para los ciudadanos frente a la ley, como en que, a pesar de que el país cuente con los elementos para ser una potencia económica, nunca logre materializarlo. De igual forma, la corrupción es responsable de que en el país haya una escandalosa desigualdad económica y social, así como una violencia desmedida.

Este discurso permea con facilidad en la opinión pública porque muchos la hemos vivido de cerca. Cada mexicano conoce de primera o de segunda mano las historias de abusos, excesos y desfalcos ocasionados por las élites del país, y cómo el sistema ha protegido a los corruptos de sanciones.

Difícil rebatir algo que tiene una profunda base en el imaginario colectivo y que, dentro de otras cosas, es real en gran medida.

La corrupción ha permitido acumulación de capitales y poder en las manos de muchos, ha favorecido el desperdicio de recursos, ha vulnerado instituciones y con ello puesto las condiciones para que grupos de delincuentes se encuentren por encima de la ley.

Combatir la corrupción es complejo, la experiencia internacional nos enseña que para ello se requieren los siguientes elementos: fortalecer el aparato de justicia, y que éste sea sólido e independiente; áreas de control interno independientes de los titulares en cada institución, sin filiación política y con capacidad de investigar; contrapesos en cada sector; apego irrestricto a la ley; producir normas claras, respetarlas y hacerlas respetar con consistencia; capacidad para rastrear los delitos financieros hasta llegar a su judicialización; plan claro que establezca objetivos y sea factible; discurso de reconciliación.

También es importante recordar que la corrupción no se erradica, se reduce, ya que ésta es inherente a toda sociedad, independientemente de sus niveles de bienestar y su modelo económico.

Bajo este concepto, si el presidente López desea cumplir su promesa de combatir y reducir a niveles mínimos la corrupción, las acciones que ha emprendido desde el inicio de su gobierno no parecen encaminadas al éxito.

La corrupción se combate con un mejor aparato de justicia

La manera en la que se está vulnerando el Poder Judicial de la Federación y la procuración de justicia, obedece a la tradición más autoritaria del país.

Si analizamos los procesos para las designaciones, podemos concluir que sirvieron proforma y no de manera sustancial porque el presidente ya había decidido. Los recortes presupuestales, los despidos injustificados (vulnerando derechos laborales, sea dicho de paso) abren la puerta para conformar instituciones que actuarán con sumisión y no de manera independiente como se requiere.

Tarea similar es la que se hace con las instituciones que fungen como contrapesos, y que han sido desacreditadas ante la opinión pública, sometidas o los funcionarios puestos en la condición de renunciar para nombrar a gente a modo, aún sin el perfil profesional para hacerlo.

El problema no es que se exhiban los casos de corrupción ¡al contrario! Se deben exhibir y rechazar. El problema es que se exhiba una supuesta corrupción y luego no existan investigaciones hechas por las autoridades competentes, que permitan sanciones justas y apegadas a derecho. 

Desacreditar y despedir sin sustento no sólo no sirve, sino que es un ejemplo de ilegalidad.

Respetar y hacer respetar la ley significa que un gobierno no pone a consulta los derechos o sus obligaciones. No consulta si se debe enjuiciar a expresidentes o si se debe abrogar la ley que permite el derecho a que las mujeres decidan sobre si continuar o no un embarazo.

Un gobierno que respeta y hace respetar la ley no pide a organismos autónomos que asuman la responsabilidad de ordenar el restablecimiento del orden público para evitar la confrontación con aliados políticos (como fue el caso del bloqueo de las vías férreas de Michoacán y la CNTE) o permite que, en pleno saqueo de hidrocarburo, éste se mantenga para no confrontar a la comunidad, en vez de evitar una tragedia con más de un centenar de fallecidos.

Un gobierno que respeta y hace respetar la ley, licita sus compras siempre, no es discrecional, repitiendo o incluso acentuando las fallas del pasado.

Un gobierno que ha construido su popularidad ante la idea del combate a la corrupción no puede ser el primero en vulnerar derechos y normas, debe descansar sus decisiones sobre la base de hechos y no opiniones; debe ser coherente en la promesa de enseñar con el ejemplo y sancionar las infracciones.

¡Seamos serios en el combate a la corrupción! La corrupción no se reduce criticando el pasado, cambiando uniformes, dando dádivas directamente o con conferencias matutinas. La corrupción se combate con un mejor aparato de justicia, contrapesos y apego a derecho.

De igual manera, si se quiere ser serio en el combate a la corrupción se debe establecer un plan que permita jalar los hilos de esas redes de corrupción que han hecho posible que los beneficios de ser un país democrático, rico de recursos y con un bono demográfico importante, no se vean cristalizados en la vida de todos.

A 100 días del arranque de este gobierno es hora de que la cacería de brujas termine, que los linchamientos mediáticos se transformen en acciones, que se distinga entre la crítica al gobierno y la corrupción. A 100 días del arranque de este gobierno es hora de que se pongan seriamente a combatir la corrupción.

Falsa expectativa sobre el alcance de la Guardia Nacional

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