En el actual contexto de alta incidencia delictiva y violencia, el tráfico y comercio ilegal de armas es un factor clave que –literalmente–, está matando a muchos mexicanos.
Con base en datos oficiales de carpetas de investigación de homicidio doloso, de robo con violencia y lesiones dolosas, sabemos que más de dos terceras partes del total de estos delitos se cometen con arma de fuego y año con año el porcentaje continúa creciendo.
¿De dónde vienen las armas?
Desde el inicio de la “Guerra contra el Narco” hemos escuchado discursos oficiales que una y otra vez refieren que los delincuentes cuentan con un arsenal de armas superior en cantidad, calidad y letalidad (mayor capacidad de fuego), respecto al armamento que portan comúnmente las policías.
No obstante, si estas afirmaciones son ciertas ¿de dónde provienen las armas? Una duda legítima si consideramos que, según un informe de la Cámara de Diputados, en 2016 circulaban en nuestro país alrededor de 20 millones de armas de fuego, de las cuales, aproximadamente solo el 15% son de forma legal.
En un momento en donde la violencia ha dejado de ser un ejercicio exclusivo de la criminalidad organizada y ha asumido una connotación cada vez más cercana al ciudadano, debe preocupar el origen de las armas y el fácil acceso al mercado ilegal de estas, para cualquier persona.
De acuerdo con el artículo 10 de nuestra Constitución –como herencia de un momento histórico en el que en México la seguridad se auto administraba– la posesión de armas en nuestro domicilio es un derecho para la seguridad y la legítima defensa.
Las disposiciones específicas de la materia –como la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos–, dan cuenta de una portación diferenciada entre armas exclusivas para uso del Ejército, Armada y Fuerza Aérea y armas susceptibles de ser portadas con permiso otorgado por la Secretaría de Defensa Nacional, que también es la única autoridad que puede venderlas legalmente.
La portación legal implica una serie de candados regulatorios que dificulta que alguien que busque cometer un delito, piense en adquirir legalmente el arma, sin embargo, el tráfico y el comercio ilegal operan y crecen en total impunidad.
Tráfico de armas
Para nadie es un misterio que las armas ingresan ilegalmente al país por todas las fronteras (norte, sur, puertos y aeropuertos), aunque la mayor parte de ellas entran por la frontera norte, en particular por Tamaulipas.
El tráfico ilícito de armas aprovecha las rutas establecidas de tráfico de drogas y personas, para aumentar su flujo constante en nuestro país.
Estudios realizados por organizaciones de la sociedad civil y académicos, arrojan datos entre los que resalta el hecho de que, aproximadamente el 70% de armas ilegales decomisadas en el país, provienen de los Estados Unidos.
Un estudio llamado Beyond Our Borders publicado por el Center for American Progress, señala que a México ingresan cada año un aproximado de 213 000 armas ilegales desde territorio estadounidense.
Como todo negocio ilegal, resulta particularmente complicado implementar un plan que logre abatir en el mediano plazo una economía lícita e ilícita que genera recursos para tantos actores, que se ha consolidado por décadas y que funge como alimento de otros negocios ilícitos.
Corresponsabilidad y tráfico
Sin embargo, la actual situación requiere de planes y acciones concretas que poco a poco disuadan la adquisición ilegal de armas, sancionen el tráfico y su comercio ilegal y desincentive el interés privado por adquirir un arma.
México requiere de una política que va desde una exigencia clara de cooperación internacional, hasta políticas concretas en lo local, pasando por una estrategia nacional.
La corresponsabilidad, debe incluir acciones eficaces en los Estados Unidos para prevenir el ingreso ilegal de armas a México. De la misma manera en la que el presidente los Estados Unidos día con día insiste en que México es responsable de inhibir y combatir el tráfico de drogas y personas indocumentadas a su territorio, también las autoridades mexicanas deben hacer corresponsable a sus contrapartes estadunidenses por lo que al tráfico ilegal de armas se refiere.
Una vez que nuestro vecino del norte haya asumido su parte de responsabilidad, es tarea del gobierno federal fortalecer el trabajo de las aduanas y de la Policía Federal para que las armas no ingresen y no circulen por el país.
Si cada año ingresan más de doscientas mil armas ilegalmente a nuestro país, es innegable que la Secretaría de Hacienda –a través de las aduanas– ha fallado en por lo menos la última década en esta labor.
Otro aspecto que debe ser incluido en una política de combate a este problema es el debilitamiento de los mercados locales ilícitos que permiten la comercialización de estas armas. Las autoridades locales y federales deben trabajar de la mano para que sea prácticamente imposible adquirir ilegalmente un arma.
Según datos de la Procuraduría General de justicia de la Ciudad de México, aproximadamente el 40% de los homicidios dolosos que se cometen con arma de fuego en la capital, tienen origen en riñas y conflictos interpersonales. Dicho de otra manera, los problemas interpersonales que antes se redimían a golpes, ante el fácil acceso a las armas, hoy se resuelven a balazos.
Es por ello que la autoridad debe iniciar programas que atiendan el problema del uso de las armas relacionadas con la comisión de delitos por parte de la delincuencia común y organizada, e incluir programas que reconstruyan el tejido social, que fomenten la resolución pacífica de los conflictos y que generen confianza en los procesos de procuración y administración de justicia.
Las armas son un problema para México
Con base en la información que la autoridad nos provee, podemos afirmar que las armas son un problema para México y lo son porque tanto la criminalidad organizada como la común las usan para ejercer violencia y cometer delitos, a la par que ciudadanos comunes las usan para resolver sus conflictos.
Insisto, es ingenuo pensar que este fenómeno tenga una solución fácil y rápida. Como para otros productos, el tráfico y comercio ilegal de armas siempre tendrá un mercado y encontrará rutas y formas.
No obstante, cada una de las autoridades debe asumir su parte y responsabilidad, y reconocer que las armas son un factor clave que permite el crecimiento de la violencia en nuestro país y hasta que este no sea detenido, las cosas difícilmente mejorarán.