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No al silencio: seguiremos de lengualargas

La colusión entre autoridades y los cárteles del crimen organizado dio paso a la barbarie.

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Escrito en OPINIÓN el

La cadena de asesinatos cometidos en contra de periodistas es consecuencia de la descomposición social provocada por el sistema neoliberal impuesto en México por PRI y PAN.

Un modelo económico que opera bajo la lógica de la mafia, cuya máxima es la obtención de riquezas y su ideología, la corrupción.

Con la muerte declarada del Estado de Bienestar, de manera gradual pero firme, la colusión entre autoridades y los cárteles del crimen organizado dio paso a la barbarie.

Pero fue con la declaración de “guerra al narcotráfico” lanzada por Felipe Calderón el 11 de diciembre de 2006, que los asesinatos masivos y la muerte de cientos de miles de ciudadanos se desencadenaron. En tan sólo diez años, el saldo rebasa los 100 mil asesinatos, mientras más de 30 mil personas han desaparecido.

A partir de esa fecha, 126 periodistas fueron victimados. Y tan sólo en el régimen de Enrique Peña Nieto, 36 comunicadores han sido liquidados por realizar su labor informativa. Siete en lo que va del año en curso.

A pesar del interés mediático que despiertan los homicidios contra reporteros, la impunidad de los responsables es prácticamente absoluta. Por ejemplo, de 2010 al 31 de diciembre de 2016 se registraron 798 denuncias por agresiones contra periodistas, 47 por asesinato. Pero la Fiscalía para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión sólo tiene constancia de tres sentencias condenatorias.

Pero las agresiones contra informadores no se limitan al homicidio. Según la referida fiscalía, de 2005 a 2015 desaparecieron 25 periodistas, cuyo destino es muy probable que también haya sido la muerte.

Y pese al enorme número de averiguaciones previas, ningún agresor ha sido sentenciado. La impunidad, pues, es poco menos que absoluta. Y revela la colusión entre los gobiernos estatales y municipales con los barones del crimen organizado. E incluso de los personeros del propio Poder Ejecutivo federal, pues de otra manera sería inexplicable que con los enormes recursos con que cuentan los regímenes gubernamentales, la sociedad civil, periodistas incluidos, así como los aparatos de Estado se encuentren acorralados, humillados por mafiosos de toda laya.

En los medios circulan pruebas documentales de los presumibles nexos de exgobernadores con los cárteles criminales. Tales son los casos de Mario Villanueva Madrid, Francisco Kiko Vega de Lamadrid, Tomás Jesús Yarrington, Fausto Vallejo Figueroa, José Jesús Reyna García, Jorge Torres, Fidel Herrera, Sergio Estrada Cajigal, Luis Armando Reynoso Femat, Humberto Moreira y Javier Duarte, entre varios más.

De tal modo, pocas entidades se han librado de padecer a gobernadores que terminaron vinculados con grupos criminales. De Acción Nacional y del PRI, en Tamaulipas, Veracruz, Coahuila, Michoacán, Estado de México, Sinaloa… los cárteles, con la complicidad de las autoridades han asolado a la ciudadanía y se han apoderado de vastos territorios de la nación.

Atajo al Apocalipsis

Victimado el pasado día 15, Javier Valdez, corresponsal de La Jornada y fundador de Ríodoce, autor de varios libros sobre el narcotráfico, ante el homicidio de Miroslava Breach, ocurrido apenas el 23 de marzo en Chihuahua, había proclamado un rotundo “No al silencio”.

En efecto, tras la muerte de su colega, el más importante cronista del crimen en el norte de la República escribió:

“La mataron por lengualarga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”.

En 2011, al recibir el Premio Internacional de Libertad de Prensa, otorgado por el Comité para la Protección de Periodistas, Javier Valdez dijo:

“Esta es una guerra, sí, pero por el control del narco. Pero nosotros los ciudadanos, ponemos los muertos y los gobiernos de México y Estados Unidos las armas; y ellos, los encumbrados invisibles y agazapados dentro y fuera de los gobiernos, se llevan las ganancias.

“(…) he preferido darle rostro y nombre a las víctimas, retratar este panorama triste y desolador, estos pasos agigantados de tomar atajos hacia el Apocalipsis, en lugar de contar los muertos y reducirlos a números”.