Main logo

1521-2021

A 500 años del derrumbe de Tenochtitlán se reabre el debate sobre el papel de las comunidades indígenas en nuestra sociedad. | Leonardo Bastida

Por
Escrito en OPINIÓN el

Tras dos años de asedio, el 13 de agosto de 1521 finalmente cayó México Tenochtitlán en manos de las huestes comandadas por Hernán Cortés, quien, como ha relatado en sus Cartas de Relación, desde 1519, recorrió diferentes rincones de la hoy República Mexicana hasta arribar a aquella ciudad construida sobre un lago, donde le habían dicho que encontraría mucha riqueza. Sin embargo, hacerla sucumbir no le había sido fácil, pues encontró mucha resistencia.

En su carta redactada en 1522, dirigida al rey Carlos V, casi un año después de los sucesos, describió lo acontecido, cómo se produjo la captura de Cuauhtémoc, sus alianzas con otros pueblos de la zona, de lo que aconteció después para poder administrar la ciudad a la que calificó como “la más bella cosa del mundo”, entre otros menesteres. 

Este suceso histórico ha sido más conocido a partir de la voz de quienes resultaron ganadores en la gesta, a través de las cartas de Hernán Cortés, de las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, Juan Díaz, Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez y Francisco de Aguilar, y en menor grado, mediante obras como “La visión de los vencidos”, de Miguel León Portilla, quien recopiló aquellos testimonios nahuas en los que se hablaba del suceso, pero relatados a partir de las voces de quienes fueron sometidos. 

Los textos de análisis histórico sobre este momento no son tan abundantes como podría pensarse, a pesar de que los hechos representan un cambio paradigmático en el devenir de lo que siglos después sería México.     

Desde la ciencia histórica, en las últimas décadas, pero sobre todo, en los últimos años, se ha propuesto una relectura de las propias fuentes sobre los hechos, enfatizando en los contextos sociales, culturales, económicos, religiosos, ideológicos en los que se produjeron; el uso del lenguaje dentro de los escritos y la materialidad de los mismos, así como su posterior influencia a otros textos, tal como lo han propuesto y abordado en su libro Lo múltiple y lo singular (INAH, 2018), Luis Barjau y Clementina Battock. 

Con las licencias permitidas por la ficción, la novela histórica es un campo donde también se aborda el episodio histórico, mediante personajes como Xtaaku, una princesa y sacerdotisa totonaca, quien en El camino del fuego (Martínez Roca, 2020), de Celia del Palacio, emprende, junto a Hernán Cortés, el viaje de su tierra natal, Quiahuixtla, Veracruz a México Tenochtitlán. 

Al respecto, la literata e historiadora, autora de la obra, señala que hasta el día de hoy poco se conoce de las mujeres prehispánicas, hay pocos textos sobre ellas, y se han construido imágenes distorsionadas o romantizadas, por lo que a través de la novela buscó deconstruir esas miradas y recrear la vida de una mujer totonaca, para ofrecer su propia visión sobre los acontecimientos que derivaron en la caída de la capital azteca, así como de su entorno, su religión, su cosmovisión, y la del otro, de aquel  que está llegando de otros mares.  

Además de contar la contra historia, la de aquellos pueblos que acompañaron a Cortés y determinar cuáles fueron sus razones para enrolarse con los recién llegados castellanos, contribuir a desmitificar esa visión alrededor de la traición, y más bien, comprender el contexto que se vivía en la Mesoamérica del siglo XVI, sus complejidades y el por qué no existía una unión entre todos los pueblos.   

Documentada con la mayor cantidad de evidencias arqueológicas, antropológicas y fuentes escritas posibles, la novela se centra en el ser mujer totonaca en un momento de contacto y conquista cultural, pero también, como señala Del Palacio, en un fin del mundo y el comienzo de otro, en un episodio de incertidumbre, en el surgimiento de una crisis existencial, individual y colectiva, al enfrentarse a algo nuevo. 

A 500 años del derrumbe de Tenochtitlán, más allá de exigirse disculpas públicas por los sucesos al país involucrado, se reabre el debate sobre el papel de las comunidades indígenas en nuestra sociedad, su mayor vulnerabilidad frente a una crisis como la del covid-19, su rezago social y cultural, su relegamiento, entre muchos otros aspectos, y que en el caso concreto de las mujeres, las brechas de desigualdad y de rezago, son aún mayores.