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Tiempos urbanos

Ojalá que los tiempos urbanos que vienen abran paso a la expresión de la calidez humana. | Verónica Yazmín García Morales

Por
Escrito en OPINIÓN el

“En los viejos, viejos tiempos, cuando los seres humanos aún hablaban otras lenguas, completamente diferentes, ya existían grandes y espléndidas ciudades en los países cálidos”.

-”Momo”, Michael Ende (1973)

Barcelona, España. El tiempo en que nos hemos instalado es un tiempo acelerado. Necesitamos ganar tiempo, ahorrar tiempo, no perder el tiempo, aprovechar el tiempo. El gran reto de nuestro tiempo es aprender a esperarlo, volver a sumergirnos sin ansiedad ni miedo en un compás más humano. Por eso es preciso hablar de tiempos, de los distintos ritmos en que se mueven las personas en las diferentes etapas y ámbitos de su vida (reproductiva, afectiva, productiva, personal, social, cultural, económica, política). 

El tiempo es el indicador que marca nuestro andar. En la vida el tiempo nos intenta decir que es demasiado pronto o tarde para amar, aprender, inventar, descubrir, soñar, fracasar, triunfar, viajar, volver a empezar. No es el tiempo el que nos sujeta, somos nosotros que nos prendemos de su imparable movimiento para no sentir que la vida expira en cada segundo, ya que nos paralizaría. El tiempo, en realidad, se convierte en un conjunto de señales para dar sentido a la certeza de morir. En el primer minuto el tiempo ya se dirige al que será el último. Mientras tanto, nos entretenemos entre distintos rituales para celebrar la llegada del día, la noche, las estaciones del año, los ciclos lunares, el calor, la lluvia, el frío. De lo contrario, para qué necesitamos el tiempo, por qué hablar de los usos del tiempo si no es para vivir. 

Los tiempos urbanos nos hablan de los habitantes de las urbes, de cómo se han transformado las ciudades, del espacio no solo físico sino temporal de la vida urbana. Hubo un tiempo en que las ciudades eran muy distintas unas de otras, luego se volvieron cada vez más parecidas, hasta llegar a ser casi idénticas. La uniformidad de las urbes tiene una vinculación directa con la aceleración de nuestras rutinas cotidianas, con la relación mercantilizada que hemos establecido con el tiempo, con la idea de eficiencia que valora con preponderancia la rapidez. Desde el tiempo que se dedica para cuidar, por ejemplo, con la preparación de los alimentos (comida rápida), o pensar, hasta el tiempo que se invierte para construir y rehabilitar un barrio, una ciudad. 

En medio de toda la aceleración de la vida urbana el tiempo deviene protagonista. Hoy más que en ningún otro momento, ante una pandemia como la de covid-19, hemos de seguir reflexionando sobre el espacio y el tiempo en la ciudad. En la ciudad conviven distintos ritmos, lo ideal sería diseñarla a partir de los tiempos de la vida cotidiana de sus habitantes, y de quienes se relacionan con ella. La reflexión de la ciudad hoy se dirige al tiempo y el espacio de la vida humana. Qué es lo que sostiene la vida en las ciudades, quién cuida, quién se detiene, quién dedica su tiempo a los demás, cuánto tiempo, cuál es el espacio urbano para el tiempo de los cuidados. 

La planificación y el diseño de las ciudades ya no se centra en exclusiva en los usos del suelo, sino también sobre los usos del tiempo. La normativa urbanística formula hoy ciudades que diseñan el espacio a partir de la proximidad de las actividades en la vida cotidiana, para así liberar el tiempo que supone recorrer grandes distancias para, por ejemplo, realizar la compra, ir al médico o asistir a una actividad cultural. En Europa, la ciudad de los 15 minutos en París (Francia) o de los 10 minutos en Valencia (España) formula esta idea de proximidad. En comparación, en México, el sistema de planeamiento urbanístico es deficiente, tanto en su vertiente territorial como temporal. La configuración de la mayor parte de ciudades mexicanas refleja la desigualdad y pobreza urbana en la que viven sus habitantes. Las ciudades de proximidad en México son uno de los grandes retos a largo plazo para materializar el derecho a la ciudad, la justicia social y territorial. 

Diseñar ciudades sostenibles desde los usos del tiempo permite que, frente a la preeminencia del tiempo acelerado de la producción económica, también se expresen los otros usos del tiempo esenciales para la vida humana. Así, en Valencia, el acceso a los espacios comunes como jardines, plazas, centros culturales, de salud, bibliotecas, transporte público, está previsto que se pueda realizar desde una distancia máxima de diez minutos, caminando sin dificultad desde cualquier punto del barrio. De esta manera, la ciudad de los 10 o 15 minutos contribuye al derecho a la ciudad, donde es posible incorporar en la vida urbana un ritmo más pausado, menos estresante, más humano. 

Es imprescindible incorporar la perspectiva del tiempo en el diseño de la ciudad. La pretensión de ahorrar el tiempo de las relaciones humanas es tan absurda como inhumana. Así se refleja en el relato de Momo: ‘En lugar de media hora, dedique a sus clientes tan solo un cuarto de hora. Evite las conversaciones que le roban el tiempo. Reduzca la hora que está con su anciana madre a media hora’ (Ende). Las ciudades de proximidad, sin duda, liberan el tiempo acelerado de la productividad económica. El reto es transformar ese tiempo en espacio temporal para vivir la ciudad (pasear, correr, cuidar, leer, crear, comer, conversar, jugar, etc.). El tiempo es viniente. Ojalá que los tiempos urbanos que vienen abran paso a la expresión de la calidez humana.