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Tecnologías Digitales: ¿Sistema de Crédito Social Mexicano?

Darle demasiado poder al gobierno, sin que existan los contrapesos y los garantes de las libertades puede convertirse en una pesadilla. | Ernesto Cruz Ruiz

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Escrito en OPINIÓN el

En círculos académicos, periodísticos, y en la esfera pública, se escucha desde hace un par de decenios atrás acerca de las bondades y beneficios de las tecnologías derivadas de internet y más recientemente de sus plataformas derivadas, por ejemplo, las redes sociales. En general, el argumento ha sido que estas nuevas tecnologías propiciarían a más personas el acceso a diversas fuentes de información, facilitarían la comunicación entre más personas, ahorrarían tiempo y evitarían la necesidad de transportarse de un lugar a otro.

En un nivel muy abstracto y personal, quizás estas tecnologías nos han convertido en la actualidad en una especie de humanos híper-conectados a otros humanos y a múltiples e instantáneas fuentes de información. Más aún, a nivel social y general, aquellos que predicaban el poder de las nuevas tecnologías y plataformas digitales de comunicación e información argumentaban que a través de ellas los ciudadanos adquirirían el poder de derrocar dictaduras y coordinar protestas contra gobiernos opresores de manera más espontánea y eficiente que en tiempos pasados. Y quizás esas tecnologías hayan sido una de las causas, que, aunque necesarias, no suficientes, de algunas revoluciones de la pasada década.

Sin embargo, estos ejemplos ilustran la fe que se le tiene a las nuevas tecnologías como una herramienta de liberación social y, por otra parte, una mirada negativa sobre cómo afectan éstas las relaciones sociales y personales, por ejemplo, el quebranto de nuestro derecho a nuestra soledad. Hoy en día no dejamos de ser bombardeados por email, Facebook, Twitter, Telegram, Instagram, Snapchat y demás. Esa transparencia y ubicuidad ha generado múltiples identidades, dificultando a cualquiera desaparecer ya sea del mundo offline o el online. Y en general, se olvida vivir en el mundo real y se prefiere el virtual.


Nuevos usos de las nuevas tecnologías: Alemania y China

Ahora bien, en la actualidad el almacenamiento masivo de datos personales de usuarios de redes sociales y en general de usuarios de internet y tecnologías digitales es posible debido a los avances tecnológicos de almacenamiento y procesamiento de datos. En este sentido, el uso potencial de esa información tiene implicaciones económicas, inaceptables para los protectores de la privacidad, aunque admisible en ocasiones para algunos usuarios. Sin embargo, que una empresa, o actor gubernamental use la información para ejercer poder sobre los individuos, es inaceptable.

Al respecto, imagine el lector que con la tecnología disponible actualmente se pudiera tan solo con el rostro del usuario comprar en el supermercado, retirar dinero del cajero automático, registrarse en el hotel, etcétera. Bueno, pues como muchos ya lo saben, ese futuro ya existe, y está en China. Pero ¿por qué estoy escribiendo ahora sobre China, si estoy viendo México desde Alemania? Porque los alemanes valoran y defienden su derecho a la privacidad. Por ejemplo, en México es muy común buscar y encontrar en Google Maps una dirección cualquiera y ver la fachada del lugar que uno pretende visitar. Pero en Alemania, al usar la misma plataforma pasa lo contrario pues las fachadas están difuminadas. Y no solo eso, ese recelo alemán hacia la tecnología es destacable. Para ilustrarlo, otro ejemplo actual: imagine el lector que a los alemanes se les ofrece entre la posibilidad de pagar con billetes y monedas, o pagar con Smartphone, ¿cuál será la elección del alemán? Pues claro está que elegirá el efectivo. A pesar de que puede ser considerado un tema generacional, he visto a alemanes de no más allá de 35 años que prefieren pagar con efectivo.


Nuevos usos de las nuevas tecnologías: un gobierno que lo ve todo

Otro ejemplo, imaginen que al alemán promedio le hablan acerca de la posibilidad de que su gobierno monitoree electrónica y remotamente sus actividades cotidianas para luego ser evaluados en una escala donde los extremos son “buen ciudadano y “mal ciudadano”. Y no solo eso, considérese que esa evaluación será almacenada por el gobierno y será usada como referencia para acceder a créditos, comprar bienes materiales, etc. Como se puede adivinar, esta idea es aterradora para el alemán promedio. Pero ello es una realidad en China de manera parcial por el momento, y de manera totalmente funcional en el año 2020.

A primera vista, el sistema parece, desde algunas perspectivas, beneficioso a nivel local ¿por qué no premiar y reconocer a los miembros de una comunidad por su valor de hacer las cosas bien, por ser honestos, por contribuir al bienestar social? ¿por qué no reprobar las actitudes de los ciudadanos que le hacen daño a la comunidad? ¿le suena al lector esto parecido a lo que México necesita? ¿funcionaría esto en México? La respuesta sería: si suena demasiado bueno para ser verdad, siempre hay que dudar. Siempre hay que ser cauteloso, pues darle demasiado poder al gobierno, sin que existan los contrapesos y los garantes de las libertades, lo que tenía un buen propósito en un principio, puede convertirse en una pesadilla. Poder absoluto investido en un solo actor, no garantiza beneficios para todos los individuos que componen una sociedad. Para el caso de México se necesita primeramente un estado de derecho que sea respetado, no poder absoluto en una sola persona o actor social. Además, tampoco el argumento del uso de tecnología es válido, puesto que, aunque sea tecnológicamente posible un sistema de vigilancia a nivel país, México no está preparado para ello (quizás ni los pioneros de estos sistemas en el mundo). Esto suena muy peligroso.


Moralejas para México

En fin, de nueva cuenta termino este texto con dos reflexiones que contrastan todo lo dicho en este artículo con lo que sucede en nuestro México. Primero, posiblemente en México no podamos tener un sistema de crédito social como el de China, ni en el corto, ni en el largo plazo, pero podemos comenzar como ellos lo han hecho: construyendo un sentido de comunidad y haciendo sentir orgullosos de ellos mismos a los que contribuyen al bienestar social, y a quienes lo dañan, hacerlos que rindan cuentas ante la justicia, y tratar de integrarlos. Entiéndase esto, no como un argumento a favor de que México adopte el sistema de crédito social chino o alguna practica de su gobierno, su modelo se adapta a ellos, y muy seguramente el caso mexicano es totalmente diferente. Segundo, México y los mexicanos, desde Alemania, parecen ser ciudadanos activos políticamente en línea, es decir, en las redes sociales. Desde esa trinchera los mexicanos están cambiando la política mexicana y parece que cada vez son más activos políticamente. Pero parece que esos activistas han olvidado que la violencia y los muertos están en el mundo offline, en el mundo de verdad, en el de carne y hueso, si te asaltan, te balean, aunque no traigas dinero. En esto último, el caso alemán es el contraste al mexicano: desconectémonos del mundo virtual de las redes sociales.

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