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Tacto y racionalidad frente al coronavirus

Me parece que lo que podemos hacer es tratar de entrarle al tema de la manera más racional y abierta posible. | Paris Padilla*

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Escrito en OPINIÓN el

En el 2012 se publicó el libro “This will make you smarter” (traducido al español como “Este libro te hará más inteligente”) una obra editada por el agente literario John Brockman, quien ha dedicado parte de su carrera a la divulgación de la ciencia y la cultura. 

La obra nació de la idea del propio Brockman de que los principales líderes del pensamiento científico, artístico e intelectual de la actualidad eligieran un concepto de la ciencia que pudiera resultar útil para mejorar las habilidades cognitivas de las personas y escribieran un breve ensayo sobre él. Lo leí en los primeros días este año y empecé a volverlo a tenerlo en cuenta desde hace un par de semanas, cuando la situación con el Coronavirus se comenzó a complicar en México y las redes sociales se llenaron de comentarios motivados por el temor, bajo la presunción de que se trataba de algo inofensivo o ya de plano basados en alguna de las múltiples teorías conspiranóicas nacionales o internacionales que circulan. 

Es normal que surjan todo tipo de argumentos acerca de la pandemia actual, pues se trata de una situación nunca antes vista, que agarró a la humanidad desprevenida, y la mayoría de las personas no tenemos en dónde apoyarnos para generar un juicio al respecto, pues no estamos involucrados en el tema de las epidemias, no trabajamos en el sistema de salud o simplemente no somos médicos. Pero lo anterior no significa que la población en general no podamos hacer nuestras propias inferencias sobre el problema, pues, después de todo, nos vemos afectados y habremos de tener responsabilidades como ciudadanos. El problema es más bien que, ya sea que no nos interesemos en informarnos o lo hagamos con base a determinada fuente a la que le adjudicamos seriedad, tendemos a plantear nuestros argumentos de manera rotunda, lo que puede derivar en otro tipo problemas. 

En ese sentido, me parece que lo que podemos hacer es tratar de entrarle al tema de la manera más racional, abierta e informada posible. A falta de espacio, me apoyaré muy brevemente en dos conceptos promovidos en el libro de Brockam que pueden resultar útiles para situaciones como las que nos encontramos: El riesgo no calculado y la humildad cognitiva. En el ensayo “El riesgo no calculado” el teórico físico Garret Lisi señala que los humanos somos muy malos a la hora de ponderar el riesgo porque tenemos puntos ciegos en nuestro lenguaje que no nos permite ofrecer respuestas más allá del “probablemente” o el “usualmente” ante una contingencia, lo que hace que existan miedos comunes desproporcionados o minimizados. 

Tomando esto a consideración, es difícil que cuando se pondere la letalidad de un virus como el covid-19 las personas se polaricen entre los que piensan que salir a las calles es inofensivo y los que demanden que todos nos aislemos en nuestras casas hasta que el virus desaparezca. Lisi sugiere tener en cuenta que existen estos problemas en nuestro lenguaje y en la conciencia colectiva, y hacer gimnasia mental para tratar de ver todos los escenarios que existen en lugar de solo los básicos, pues lo más probable es que entre esos dos polos se encuentre una respuesta más acertada sobre el grado de riesgo.

Otra de las cuestiones que también ha aparecido mucho últimamente con el tema del covid-19 es el querer posicionar argumentos como absolutos en los temas que generan polémica, por ejemplo, si se deberían ampliar el número de pruebas de laboratorio o si las autoridades no están siendo del todo responsables al informar sobre los daños que puede causar esta enfermedad en la salud. Para esto considero relevante el concepto de “humildad cognitiva” analizado en el libro por el psicólogo Gary Marcus.

Marcus nos dice que nuestra mente almacena muy bien la información, pero es deficiente al retenerla, razón por la que las fallas en la memoria suelen llevar a eventos cotidianos desafortunados como dar testimonios presenciales erróneos, discusiones matrimoniales por olvidarse del aniversario o fatalidades asociadas con el olvido de acciones que hacemos rutinariamente. A diferencia de las computadoras, que acceden a la información necesaria por medio de la búsqueda, nuestros recuerdos están ligados a determinado contexto y cuando dos personas están en desacuerdo sobre un asunto es porque sus creencias preconcebidas sobre el tema a discusión hace que recuerden evidencia específica y personal almacenada en el cerebro para argumentar o afirmar.

En lugar de tratar de comprender un tema de la manera más adecuada posible, lo cual consistiría en evaluar los dos argumentos opuestos frente a un problema, tal como lo haría una computadora que accede a toda la información disponible sobre el tema, tendemos a acceder a evidencia que es más consistente con lo que creemos que con lo que no creemos. De ahí que algunos aseguren siempre estar en lo correcto porque “lo vieron en algún lado” o “lo consultaron en x fuente”, y su negación a comprender el argumento contrario tenderá a ser rotunda.

Para resolver este problema, señala el autor, debemos disciplinarnos a nosotros mismos a considerar no sólo los argumentos y la información que encaja con nuestras creencias, sino también la información que pudo llevar a nuestra contraparte a inferir conclusiones diferentes sobre un mismo punto. Es decir, en nuestra situación actual, deberíamos tratar de comprender, por ejemplo, por qué hay personas que creen que la Secretaría de Salud está actuando de acuerdo con los estándares o por qué de plano hay gente que piensa que todo lo que hace el gobierno es una estrategia para ocultar el número de contagiados y fallecidos como el fin de promoverse políticamente.

En pocas palabras, estos dos conceptos nos llaman a ser más responsable a la hora de entrarle a conocer un tema tan delicado como el de la epidemia mundial de covid-19, porque, a fin de cuentas, a eso deberían ir orientados los esfuerzos comunes, a conocer lo más que podemos sobre un problema, y no a actuar impulsados por primeros instintos o a buscar imponer una postura. De la misma manera como la ciencia avanza con preguntas como “¿puede mi hipótesis ser falsa?”, un mejor entendimiento de un problema social de salud pública como el que vivimos puede ser posible si todos nos hacemos preguntas como “¿Acaso lo que creo, leí o me dijeron, puede tener deficiencias?” y “¿Estoy actuando de acuerdo con el grado de riesgo correcto?”.


*Paris Padilla

Autor del libro El Sueño de una Generación: una historia de negocios en torno a la construcción del primer ferrocarril en México, 1857-1876. Es especialista en Historia Económica por la UNAM y Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Es asesor político y de instituciones de gobierno y colabora en medios como revista Bicentenario, Huffington Post y La Silla Rota entre otros.