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Química con lenguas indígenas en la moderación de Levi

La diversidad, el diálogo y el conocimiento nos pueden ayudar, sin duda, a construir una sociedad más justa. | Verónica Yazmín García Morales

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Escrito en OPINIÓN el

Los escenarios desde los que pienso en México son variados. Ya sea paseando por una calle, en una cafetería, en la biblioteca del barrio, en la Universidad, en una librería, en verano, de día, sola, con amigos, con miedo, en todos mis recuerdos. Todo este cúmulo de lugares, estaciones, compañías y emociones están, también, en la literatura. En los más diversos libros, del mismo modo, y con frecuencia, me encuentro con México. Es inevitable, mi comprensión del texto, del mundo escrito al que me acerco, viene acompañada de mi experiencia vital mexicana.

Hace tiempo tengo la fortuna de acompañarme de Primo Levi, químico, escritor y superviviente del Holocausto. Este 31 de julio se conmemora el centenario de su nacimiento. La escritura de Primo Levi es magnífica. Es difícil ser indiferente ante las palabras de alguien que, como él, sobrevivió a la expresión más cruel y violenta del odio por su condición de judío, “se hablaba muchísimo de pureza, y yo empezaba a sentirme orgulloso de ser impuro. A decir verdad, precisamente hasta aquellos meses me había venido dando igual ser judío”.

Este 2019 tiene una relación especial con Primo Levi, además de su 100 aniversario, la Organización de Naciones Unidas ha proclamado 2019 como Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, con motivo de su 150 aniversario. La finalidad es “concienciar a nivel mundial sobre las ciencias básicas y mejorar la educación en este ámbito, con miras a mejorar la calidad de la vida cotidiana”. Los conocimientos de Primo Levi sobre química, su profundo amor por la cultura, le salvaron la vida. La ineludible relación entre vida, ciencia y literatura, tiene su expresión más sublime en la escritura de Primo Levi, entre otros, en su libro “El sistema periódico”. La lectura de los relatos en que se explican los distintos elementos químicos también deja un pozo insondable de tristeza.

Los prejuicios acentúan nuestra vulnerabilidad. El prejuicio del antisemitismo es uno de los más antiguos y difíciles de erradicar. La complejidad de la condición humana se delinea, sin que uno se percate del todo, en cada uno de los elementos químicos que Primo Levi describe: “hidrógeno: el mismo que se quema en el sol y en las estrellas y causa de cuya condensación se forman, en eterno silencio, los universos”. Argón, el raro; Zinc, el aburrido; Plomo, el metal de la muerte; Fósforo, el portador de la luz.

En el hierro, Levi explica su dedicación a la química como una búsqueda de la libertad. La diversidad como otro de los ejes fundamentales de la vida. “Para que la rueda dé vueltas, para que la vida sea vivida, hacen falta las impurezas, y las impurezas de las impurezas”. En el mundo contemporáneo no deberíamos seguir generando sufrimiento por no saber convivir en nuestra diversidad humana. “Conviene desconfiar de lo casi igual, de lo prácticamente idéntico. Las diferencias pueden ser pequeñas, pero llevan a consecuencias radicalmente distintas, como el cambio de agujas en el rumbo de un tren”.

La Organización de Naciones Unidas también proclama este 2019 como Año Internacional de las Lenguas Indígenas. El interés humano del lenguaje es invaluable, aun cuando no siempre lo dimensionamos. Las lenguas indígenas tienen, además, un interés histórico de especial significado. En México se hablan 68 lenguas indígenas. Las diez más comunes son: náhuatl, maya, tzeltal, mixteco, tsotsil, zapoteco, otomí, totonaco, chol y mazateco. Cada vez que una lengua se extravía en el silencio, se empobrece la humanidad y su cultura. La protección, el conocimiento de las lenguas indígenas en México, y en el mundo, nos concierne a todos. México tiene la obligación de garantizar las lenguas indígenas, imprescindibles para “el desarrollo, la consolidación de la paz y la reconciliación”. La justicia y la no discriminación con los pueblos indígenas es un deber ineludible, primero, de los mexicanos.

Es, también 2019, el Año Internacional de la Moderación. El diálogo, la comunicación, precisan del lenguaje, del intercambio de ideas distintas, desde la moderación. De acuerdo con Naciones Unidas, “la moderación es un valor y un método importante para combatir el terrorismo y contrarrestar el extremismo violento cuando conduzca al terrorismo y promover el diálogo, el respeto mutuo y la comprensión”. Vuelvo a Primo Levi, ¿se le puede pedir a quien ha sufrido la violencia extrema del odio el diálogo?  La respuesta violenta a la violencia no tiene justificación en ningún escenario. Es el círculo vicioso del odio del que todos salimos heridos. Es admirable la entereza de Primo Levi ante la composición humana de la vida. “Debo confesar que ante ciertos rostros no nuevos, ante ciertas viejas mentiras, ciertas figuras en busca de respetabilidad, ciertas indulgencias, ciertas complicidades, la tentación de odiar nace en mí, y hasta con alguna violencia: pero yo no soy un fascista, creo en la razón y en la discusión como supremos instrumentos de progreso, y por ello antepongo la justicia al odio”.

En estos pasajes de la literatura veo a México, y en general a todos aquellos lugares que tienen en común la violencia, la corrupción, la pobreza, la marginación, con un poco de esperanza. La ilusión y la expectativa de que una transformación es posible viene de mi confianza en el sustento que da la lectura, la cultura, el conocimiento, el pensamiento crítico. La diversidad, el diálogo y el conocimiento nos pueden ayudar, sin duda, a construir una sociedad más justa. Cada uno ha de encontrar sus lecturas, su propia compañía. Esta búsqueda no siempre es sencilla, abrir un libro puede suponer un riesgo inasumible para nuestros enraizados prejuicios, para nuestra comodidad. Es una especie de hecatombe de la que nunca se vuelve a ser el mismo.

Me hubiese encantado encontrarme con Primo Levi en mis clases de química durante mis estudios de bachillerato. Mas he de asumir que nuestros recorridos literarios son también una microhistoria de transformación lenta, llena de triunfos y miserias, como la historia de un átomo de carbono, como la vida.