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Los muchos españoles del español

Los que vivimos fuera de México, deberíamos usar todas estas palabras que nos diferencian, para construir puentes que nos unan más. | Luis Eduardo Osorio

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Escrito en OPINIÓN el

Panamá, Panamá. Sin lugar a dudas que el español es un idioma basto y complejo, lleno de sinónimos, antónimos, aliteraciones, modismos e incluso aberraciones. Debe haber cientos de reglas gramaticales y ortográficas que han tenido cambios gracias a la riqueza de este idioma, pomposamente llamado “de Cervantes”.

Por cierto, en lo personal todas esas frasecitas hechas y repetidas por individuos con accesos a medios de comunicación –en su papel de payasitos de semáforo venidos a más– me parecen insufribles: “En casita con los suyos”, “de manteles largos”, “el vital líquido”, “el nosocomio”, y otras tarugadas utilizadas para hacer parecer el mensaje algo más cercano o más ‘culto’.

Al migrar a un país de habla hispana, cualquiera podría considerar que “caes en blandito” al no tener que acostumbrarte a utilizar otro idioma, pero ¿qué pasa cuando te dicen algo como “hagamos la vaca para llevarle una puerca al pavo de la chiva que chocó la mula”? Francamente, por mucho barrio que consideres tener, seguro entiendes menos de la mitad de lo que esto significa.

Sí, igual el título de esta columna es un lugar común, pero xuxa mopri, hay que ver el buco de cambios que tiene nuestro idioma. Y se escucha a todos los niveles educativos y sociales con los que tengo la fortuna de convivir en este istmeño país (otra de esas frases pesadas e insufribles). Tanto los yeyesitos como los racatacas usan expresiones como estas.

Las entonaciones, las variaciones fonéticas (aquí la S es una letra poco pronunciada), los anglicismos incluidos en todo el discurso coloquial de los panameños y las palabras locales hacen de la experiencia de migrar, un enriquecedor viaje hacia tus raíces lingüísticas.

Acá un chuuuleta no tiene nada que ver con la comida, así como en el español mexicano el complejo concepto del albur. Enantes sigue siendo utilizado por todas las personas, y ¡ayalavida! que nos causa sorpresa. Pero si hay algo que he aprendido es que el español no está Focóp, está más vivo cuando se enriquece así.

Puedes encontrarte en cualquier restaurante y ver que la salonera le pregunta a la joven que si ella también quiere una limonada de coco. Esta man posteriormente te asegurará que el carrizo es biodegradable. Quizá sea un poco tarde y se te antoje guaro, pero ¡atento! que el guarómetro te puede chequear y suspender la licencia o en el mejor de los casos ponerte una boleta. En la mesa al lado puedes escuchar que una chica le pidió a su papa o a su mama (así, sin acento) 30 dolita para poder pagar el almuerzo (porque “comer”, como decimos los mexicanos, es el acto, el alimento del medio día es un almuerzo o lunch). Al salir, es muy común que el biencuidao cierre cualquier frase para hacerse notar con un sonoro, dótor.

Para regresar a casa, ir a la escuela o al trabajo, o para moverte, te puedes subir a un diablo rojo o a un busito, de esos que en la mañana llevan a los pelaitos al colegio, pero que para completar hacen doble turno. Aunque claro, siempre puedes usar el metro que en el caso panameño no se refiere exclusivamente al sistema de transporte de trenes eléctricos delimitados por vía y estaciones, sino a todos los camiones del transporte público, el metropolitano.

Acá el cine se da en tandas y en muchas ocasiones, sólo podrás ir si conseguiste un camarón, que es una adecuación panameña a la frase inglesa come around utilizada para referirse a chambitas, aunque en la actualidad se ha ampliado el concepto hacia el trabajo de freelance.

Hay una zona en las afueras de la ciudad que se llama Arraiján, su nombre proviene igual de una panameñización del inglés. Lo gringos y los zonians –personas nacidas o residentes de la zona del Canal, durante la administración estadounidense entre 1904 y 1999– decían que tenías que dar una vuelta a la derecha para llegar a este lugar, you take a right hand.

Hace poco leí la frase “Las palabras construyen puentes hacia regiones inexploradas”. Una frase muy cierta y muy fuerte. El problema es que la dijo Hitler y todos sabemos que su palabra estaba tendiendo esos puentes hacia el odio. Nosotros, los que vivimos fuera de México, deberíamos usar todas estas palabras que nos diferencian, para construir puentes que nos unan más como hispanohablantes, e incluso como mexicanos.